¿Sabías que los inuits no usaban hielo para construir iglús?
Solo lo usaban cuando era necesario y usaban otros materiales para reforzar su estructura y mantener el calor. Acabar con la arquitectura 'prêt-à-porter': ¿y si volviéramos a construir con tierra nuestras casas? Cuando imaginamos un iglú, suele venirnos a la mente una cúpula brillante hecha de bloques de hielo, como una burbuja transparente flotando en la nieve. Sin embargo, esta imagen está más cerca del cine que de la realidad. Los iglús tradicionales —tal como los construían los inuits— no estaban hechos de hielo, sino de nieve compacta, y su diseño esconde siglos de sabiduría adaptativa al clima extremo del Ártico. ¿Por qué no se usaba hielo? Aunque el hielo pueda parecer más resistente, es un mal material para construir viviendas en climas fríos. El hielo es un excelente conductor térmico, lo que significa que permite que el calor escape con facilidad. La nieve, por el contrario, contiene una gran cantidad de aire atrapado, lo que la convierte en un aislante térmico formidable. Según The Canadian Encyclopedia, los bloques de nieve compacta permiten conservar el calor dentro del iglú incluso cuando las temperaturas exteriores descienden por debajo de -40 °C. En el interior, el calor humano, una lámpara de grasa (qulliq) y una estructura bien diseñada bastan para elevar la temperatura hasta los 16 °C —una diferencia de más de 50 grados en muchos casos—. Una arquitectura más compleja de lo que parece Lejos de ser simples cúpulas, los iglús eran construcciones cuidadosamente diseñadas para resistir el viento, conservar el calor y adaptarse al entorno. La entrada solía estar ubicada más abajo que la zona principal del interior, de modo que el aire frío quedaba atrapado en la parte baja y el calor subía y se concentraba en la zona habitable. A menudo incluían túneles curvados o pasadizos con varios niveles que bloqueaban la entrada directa del viento. Además, según se documenta en el libro Eskimo Architecture: Dwelling and Structure in the Early Historic Period de Molly Lee y Gregory Reinhardt (University of Alaska Press, 2003), algunos iglús incorporaban pieles de foca como revestimiento interior, especialmente cuando, por falta de nieve, tenían que construirse con hielo. Estas pieles actuaban como aislante adicional, creando una cámara térmica natural que, junto al calor corporal, el fuego, el aceite de ballena y el aire atrapado, generaba un microclima sorprendentemente cálido. Se han registrado diferencias de más de 40 grados entre el interior y el exterior en estas condiciones mixtas. Los autores también señalan que era común que un iglú tuviera dos entradas: una para el invierno y otra para el verano, adaptadas a la dirección del viento y a la necesidad de conservar o ventilar el calor, según la estación. Viviendas, no mitos: la palabra “iglú” y la identidad inuit Es importante recordar que el término “iglú” significa simplemente “casa” en inuktitut, la lengua de los inuit. Contrario a lo que muchos piensan, no designa únicamente las estructuras de nieve: puede referirse también a casas de piedra, tiendas de pieles o viviendas modernas. Por otro lado, el término “esquimal” es considerado despectivo por muchos inuit, ya que fue un exónimo impuesto por pueblos vecinos y posteriormente por colonizadores europeos. Hoy, tanto académicos como comunidades indígenas prefieren el uso del término “inuit”, que significa “el pueblo”. Este cambio lingüístico es parte de un esfuerzo más amplio por reconocer la autonomía cultural, lingüística y política de los pueblos del Ártico, y por desmitificar una imagen congelada en clichés coloniales o románticos. Tecnología ancestral, eficiencia extrema Desde su estructura espiralada hasta su uso estratégico del aislamiento térmico, el iglú representa una solución de vivienda portátil, eficiente y profundamente integrada con el entorno natural. Como explica el Environmental Literacy Council, incluso hoy se estudian sus principios para inspirar diseño ecológico contemporáneo en arquitectura sostenible.

Solo lo usaban cuando era necesario y usaban otros materiales para reforzar su estructura y mantener el calor.
Acabar con la arquitectura 'prêt-à-porter': ¿y si volviéramos a construir con tierra nuestras casas?
Cuando imaginamos un iglú, suele venirnos a la mente una cúpula brillante hecha de bloques de hielo, como una burbuja transparente flotando en la nieve. Sin embargo, esta imagen está más cerca del cine que de la realidad. Los iglús tradicionales —tal como los construían los inuits— no estaban hechos de hielo, sino de nieve compacta, y su diseño esconde siglos de sabiduría adaptativa al clima extremo del Ártico.
¿Por qué no se usaba hielo?
Aunque el hielo pueda parecer más resistente, es un mal material para construir viviendas en climas fríos. El hielo es un excelente conductor térmico, lo que significa que permite que el calor escape con facilidad. La nieve, por el contrario, contiene una gran cantidad de aire atrapado, lo que la convierte en un aislante térmico formidable.
Según The Canadian Encyclopedia, los bloques de nieve compacta permiten conservar el calor dentro del iglú incluso cuando las temperaturas exteriores descienden por debajo de -40 °C. En el interior, el calor humano, una lámpara de grasa (qulliq) y una estructura bien diseñada bastan para elevar la temperatura hasta los 16 °C —una diferencia de más de 50 grados en muchos casos—.
Una arquitectura más compleja de lo que parece
Lejos de ser simples cúpulas, los iglús eran construcciones cuidadosamente diseñadas para resistir el viento, conservar el calor y adaptarse al entorno. La entrada solía estar ubicada más abajo que la zona principal del interior, de modo que el aire frío quedaba atrapado en la parte baja y el calor subía y se concentraba en la zona habitable. A menudo incluían túneles curvados o pasadizos con varios niveles que bloqueaban la entrada directa del viento.
Además, según se documenta en el libro Eskimo Architecture: Dwelling and Structure in the Early Historic Period de Molly Lee y Gregory Reinhardt (University of Alaska Press, 2003), algunos iglús incorporaban pieles de foca como revestimiento interior, especialmente cuando, por falta de nieve, tenían que construirse con hielo. Estas pieles actuaban como aislante adicional, creando una cámara térmica natural que, junto al calor corporal, el fuego, el aceite de ballena y el aire atrapado, generaba un microclima sorprendentemente cálido. Se han registrado diferencias de más de 40 grados entre el interior y el exterior en estas condiciones mixtas.
Los autores también señalan que era común que un iglú tuviera dos entradas: una para el invierno y otra para el verano, adaptadas a la dirección del viento y a la necesidad de conservar o ventilar el calor, según la estación.
Viviendas, no mitos: la palabra “iglú” y la identidad inuit
Es importante recordar que el término “iglú” significa simplemente “casa” en inuktitut, la lengua de los inuit. Contrario a lo que muchos piensan, no designa únicamente las estructuras de nieve: puede referirse también a casas de piedra, tiendas de pieles o viviendas modernas. Por otro lado, el término “esquimal” es considerado despectivo por muchos inuit, ya que fue un exónimo impuesto por pueblos vecinos y posteriormente por colonizadores europeos. Hoy, tanto académicos como comunidades indígenas prefieren el uso del término “inuit”, que significa “el pueblo”.
Este cambio lingüístico es parte de un esfuerzo más amplio por reconocer la autonomía cultural, lingüística y política de los pueblos del Ártico, y por desmitificar una imagen congelada en clichés coloniales o románticos.
Tecnología ancestral, eficiencia extrema
Desde su estructura espiralada hasta su uso estratégico del aislamiento térmico, el iglú representa una solución de vivienda portátil, eficiente y profundamente integrada con el entorno natural. Como explica el Environmental Literacy Council, incluso hoy se estudian sus principios para inspirar diseño ecológico contemporáneo en arquitectura sostenible.