Reseña: Historia natural, de M. Yuszczuk
Narración gótica en un célebre museo argentino

Hay que ser un hijo (y no tan solo una persona) para saber hasta dónde se es capaz de llegar con tal de alcanzar la aceptación y la mirada aprobatoria de un padre. En especial, cuando el progenitor reviste no solo los atributos que le confiere su descendencia sino los que le concede una sociedad cruel y conservadora. Y cuando, para agravar el asunto, se es hijo –o hija, en este caso– de alguien como Francisco P. Moreno, el fundador del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, las cosas pueden volverse algo más espinosas.
Hablamos de Virginia Moreno, la jovencita narradora y protagonista de Historia natural, novela de Marina Yuszczuk (Buenos Aires, 1978); heroína singular en cuyo imaginario –tejido de afanes positivistas pero de miedos supersticiosos– se cifra una época –la de fines del siglo XIX– en la que el Progreso avanza, incontestable, devastando toda forma de humanidad que ose no plegarse a sus designios. Sabido es, de cualquier modo, que lo reprimido, ya sea en el campo personal o en el histórico, retorna tarde o temprano, y no siempre de la mejor manera.
Virginia vive en una La Plata que, ante los ojos de su aristocrática madre, resulta poco menos que un descampado. Vive, en verdad, en el Museo, suerte de mansión gótica, oscuramente encantada. Deambula por sus salas concéntricas imaginando escenarios en los que su padre, por fin, la detecta, la reconoce, la legitima. Para ella la luz (que es, también, la de la razón) irradia con demasiada fuerza las altas paredes vidriadas y las estanterías, pero se repliega, sin embargo, con facilidad durante la noche, gracias a una sensibilidad romántica, que convierte al Museo, como afirma un personaje, en un cementerio invertido.
La llegada de indios tehuelches apadrinados por Moreno (que no serán mucho más que piezas –vivas– a exhibir), excita la imaginación de Virginia. Voces rituales y oscuras perforan las noches; miradas muertas acechan por doquier; cuerpos pardos se distinguen en los recovecos. Pero si la otredad espanta, fascina por igual. Así, el objeto del terror puede virar en deseo.
A diferencia de cierto gótico actual, que halla en las fobias sociales de la clase media una jugosa fuente para el terror, Yuszczuk se remonta al pensamiento y la imaginería decimonónica (Echeverría, Mansilla, Sarmiento) para decirnos que si bien el semblante del miedo puede sufrir algunas alteraciones, su esencia parece mantenerse inalterable. Con capacidad de condensación, la autora imbrica en la figura de una niña de clase que reclama el amor de un padre tirano y gélido, identidades varias: la personal, la familiar, la nacional, la de un tipo de cultura dominante. Y deja entrever que si bien el orden natural de las cosas puede elaborarse de diversas maneras con el paso del tiempo, los resultados –el beneficio de unos a costa de la vida de otros– son los mismos de siempre.
Historia natural
Por Marina Yuszczuk
Blatt&Ríos
288 páginas, $ 23.500