¿Recuerda alguno de ustedes esos años, cada vez más lejanos, en que los cofrades esperábamos con ansiedad el día del pregón ? El nombre del orador se había dado a conocer mucho tiempo antes, a veces poco después de la Semana Santa del año anterior. Sabíamos que era uno de los nuestros, conocíamos en qué cofradía había echado los dientes y habíamos compartido con él tertulias y chascarrillos. Su currículum profesional contaba menos que su trayectoria bajo la túnica y sus conocimientos sobre historia y liturgia de la Semana Santa contaban mucho más que lo versado que estuviera en la física de los neutrinos. Una o dos semanas antes del pregón, los más cercanos habían (o habíamos) asistido a sus...
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