¿Por qué odian los medios a los okupas?

Andrés Prieto. El miedo a los okupas se crea vinculándolos en cada noticia a actividades delictivas o violentas. Los okupas, aunque nadie sabe bien qué ni quiénes son, son gente peligrosa, mala, conflictiva. Vagos y maleantes que sólo traen problemas, peleas, suciedad, ¡droga! Al menos eso parece leyendo titulares

Mar 1, 2025 - 10:39
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¿Por qué odian los medios a los okupas?

okupas

Artículo original publicado en diario.red por Andrés Prieto

Durante 2024 la okupación de viviendas afectó a más del 50% de la población. Al menos esta es la percepción promedio de la ciudadanía según la última encuesta de 40dB para El País. La cifra real de okupaciones el año pasado, sin embargo, es sólo del 0,057% de las viviendas totales. La población cree que hay casi 1000 veces más ocupaciones ilegales de viviendas al año de las que realmente se dan. Además, según un 18% de los encuestados “Nadie está a salvo de sufrir una ocupación”.

La sobredimensión del miedo a los okupas resulta sorprendente. Lo que no sorprende tanto es responsabilizar de ella a campañas mediáticas como, por ejemplo, la protagonizada por Ana Rosa Quintana, paradigmática por concentrar en una misma presentadora el rol de esparcir bulos sobre la vivienda y el de manejar millonarias inversiones inmobiliarias. Los medios tradicionales han convertido la palabra “okupa” en el mayor miedo de una clase media para la que sus una o dos propiedades simbolizan la única garantía de bienestar y estatus. En el contexto de la crisis de vivienda, este término es la clave de bóveda de un discurso que divide y enfrenta a la clase trabajadora en un país hecho de propietarios y no de proletarios.

Este marco discursivo, si bien lo crean y abanderan sectores conservadores, no es ajeno a la práctica periodística de medios progresistas tradicionales, quienes se dedican únicamente a discutir sobre la dimensión o importancia de algo que también consideran un “problema”, un acto ilícito relacionado con el crimen, la inseguridad o el narcotráfico.

Genealogía de los conceptos: del okupa al inquiokupa  

El discurso antiokupación se puede desgranar en tres elementos: miedo, odio y enfrentamiento. Veámoslos uno a uno.

El miedo a los okupas se crea vinculándolos en cada noticia a actividades delictivas o violentas. Los okupas, aunque nadie sabe bien qué ni quiénes son, son gente peligrosa, mala, conflictiva. Vagos y maleantes que sólo traen problemas, peleas, suciedad, ¡droga! Al menos eso parece leyendo titulares de: El Español, El infierno de los 100 vecinos que sí pagan el alquiler tras la macrookupación de Carabanchel: «Son violentos«; Libertad Digital, Un okupa mata al propietario de su vivienda en Almería por pedirle que se marche; TeleMadrid, ‘La Jungla’: El controvertido hotel okupa de San Blas que desafía la seguridad en Madrid o Antena 3, Así es vivir con un narcopiso de okupas al lado de casa: «Es la Gran Vía de la droga».

En segundo lugar, el odio. No sólo hablamos de gente peligrosa sino de desalmados que le robarán la casa a tu abuela mientras sale a comprar el pan, al menos según Antena 3: Intentos de okupación en lugares arrasados por la DANA: «Estaba en la cama y dieron una patada a la puerta» o El Mundo: Unos okupas invaden la casa de una anciana de 85 años: «Han tirado toda su ropa a la calle; aún no se lo dije a mi madre, si se entera, se muere»Que alguien te pueda robar la casa es simplemente un bulo. Entrar o permanecer en la morada de alguien, ya sea esta primera propiedad, segunda, de temporada, un yate, caravana o una chabola, se castiga como allanamiento y comporta una intervención policial inmediata para garantizar el desalojo. Esto puede comprobarse en los artículos 202 a 204 del Código Penal o en la jurisprudencia del Supremo. Pero una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, y la verdad mediática es que esos misteriosos okupas son criminales que además te quitarán la casa si te descuidas.

Tercero y último, el eje principal del discurso antiokupación es generar enfrentamiento dentro de las clases populares. El okupa es más que un malhechor al que temer y odiar, también es un parásito que pretende vivir a todo tren a costa del trabajo de la gente humilde y honrada. Por eso algunos Okupan un yate en Vigo por una noche: «Defecaron en el suelo» (El ABC) y algún otro Tiene un coche valorado en 50.000 euros y disfruta de una impresionante mansión: seguimos los pasos de un ‘okupa de lujo’ (La Sexta). Ódialos, témelos, pero, sobre todo, recuerda que son diferentes, no son clase trabajadora, son vagos y maleantes.  

Desde que el precio del alquiler tomó centralidad en la cuestión de la vivienda, estos tres elementos se han condensado en un mismo término de reciente acuñación omnipresente en portadas y telediarios: la inquiokupación.

Los medios llaman inquiokupación a la situación en que un inquilino con contrato deja de pagar el alquiler sin abandonar el inmueble. ¿A qué se debe la invención del término para referirse al incumplimiento del contrato que siempre ha existido? Valentín Bustos nos lo explica en El Español argumentando que ya no es como antes, cuando había inquilinos que “siempre habían pagado religiosamente pero, por determinadas circunstancias, dejaban de hacerlo”, es que ahora “se está tomando por norma por ciertas personas. Firman el contrato y, de antemano, saben que van a pagar una o dos mensualidades, para luego dejar de hacerlo”. En otras palabras, que antes había personas con dificultades y ahora hay okupas que te quieren estafar. Que te amenazan, según La Razón: Kathy y la dramática situación con su ‘inquiokupa’: «Decía que me va a destrozar la vida y lo hizo»; que te endeudan, según TeleMadrid: Recupera su piso de una inquiokupa, pero le deja una deuda de 35.000 euros y que, para colmo, ¡te desahucian! El drama de Mar: pide en la calle porque debe 60.000 euros y no puede echar al okupa de su casa (en El Español, aunque al leer la noticia se descubre que Mar no está en situación de calle).

El mito del pequeño propietario

El marco mediático antiokupación vertebrado por estos tres elementos no sólo crea la figura del okupa como el enemigo que ataca, también crea la imagen de una víctima que se defiende. Este es el pequeño propietario, descrito como esa pareja de ancianos, ese español de clase media, esa familia de currantes que tras años de esfuerzo y dedicación han conseguido comprar uno o dos inmuebles que a lo mejor tratan de arrendar para completar su pensión o sus ingresos. Así se consuma la división: propietarios y no propietarios, españoles de bien y okupas. Los primeros se sienten amenazados por los segundos y apoyan medidas como los desahucios exprés o el endurecimiento de penas por usurpación de la propiedad privada. Pero ¿a quién resultan realmente útiles estas medidas?

Según un informe de la Oficina por el Derecho a la Vivienda del Ayuntamiento de València el 86 % de los casos de okupación en el municipio corresponde a propiedades de entidades bancarias, jurídicas y fondos de inversión. Sólo el 1 % de estos casos se produce en viviendas de particulares. Es decir, son los agentes rentistas los más interesados en leyes que refuercen su capacidad de enriquecerse negando un derecho fundamental.

Por otro lado, bajo la máscara estigmatizada del okupa encontramos, en realidad, a víctimas del mercado inmobiliario: afectadas por ejecuciones hipotecarias, subidas abusivas del alquiler, incapacidad para pagar un alojamiento… Invisibilizadas por el término “inquiokupación” tenemos historias como la de las vecinas del PAU de Carabanchel, cuyas viviendas de protección oficial fueron ilegalmente vendidas a un fondo buitre en 2013 que desde entonces ha tratado de expulsarlas con alquileres abusivos y otras coacciones. También el reciente episodio de resistencia del movimiento de vivienda barcelonés para impedir el desalojo de Casa Orsola, bloque de viviendas adquirido por un fondo de inversiones que pretendía echar a todos sus residentes tras décadas viviendo allí, ha sido reducido por El ABC a que: Barcelona cede ante la ‘inquiokupación’.

La okupación no es un problema para los pequeños propietarios, sino un acto de resistencia frente al rentismo. Una herramienta política de las clases populares para defender sus derechos allí donde no llegan las instituciones. Sólo reivindicando la okupación como un medio legítimo para asegurar que las casas son de quienes las habitan podremos enfrentar con eficacia un marco mediático reaccionario y favorable a los intereses de quienes causan la catástrofe habitacional.