Guillermo Saccomanno, premio Alfaguara 2025: “Los crímenes hablan de una sociedad más de lo que imaginamos”
El narrador y ensayista argentino publica en España ‘Arderá el viento’, obra con la que se ha alzado con el Premio Alfaguara de novela 2025Anagrama defiende su “derecho a publicar” el libro sobre Bretón pero evita aclarar si informó a la madre y a la Fiscalía “Sí, mi amor, a las 14 horas de la tarde, puntual, te vamos a rescatar”, suena en altavoz el WhastApp de Guillermo Saccommanno (Buenos Aires, 1948). Es la novia del escritor, ensayista y guionista argentino, que lo escucha y responde desde uno de los salones del madrileño Hotel Villa Real tras llevar dos días “encerrado” atendiendo a la prensa por la publicación de ‘Arderá el viento’ (2025), su último trabajo narrativo y con el que se ha hecho con el Premio Alfaguara de novela 2025. Arderá el viento es una novela coral que narra la historia de una Villa -hoy ya ciudad- y sus habitantes aburridos, llenos de deseo, de inquina y ambición. Un libro plagado de crueldad, envidias y asesinatos que sigue la vida de los pobladores de un lugar tras el desembarco de una pareja que finge aristocracia, los Esterházy. Una mujer sensual, un hombre parco y sus dos hijos, extraños e incestuosos, que lo alterarán todo. Un libro que, cuenta Saccommanno, está escrito en mitad de una enajenación en apenas tres meses, y que presentó al premio un poco porque sí, porque se lo dijeron sus amigos y su pareja. A ver si... Y resultó que sí. El día en el que la novela sale al mercado, el bonaerense conversa con elDiario.es frente a una taza de té verde con limón. Arruga el gesto y dice que está poco cargado. Añade que le gusta más el café mientras sirve dos tazas, pero que el té es más sano. Qué se le va a hacer. ¿De dónde viene su interés por la crueldad humana? No es que me interese la crueldad humana, sino el deseo, la desesperación, la angustia. El no saber qué hacer con todo ello. Eso es lo que me interesa y lo que creo que nos pasa a todos. Hombres, mujeres, niños. No creo que exista la crueldad, pero tampoco la pureza y, mucho menos, la redención. En esta novela los personajes están todo el rato perjudicando a alguien. Incluso en sus momentos de placer. Pareciera que la pasan bien jodiendo al prójimo, sin proponérselo, ¿eh?, y eso, para mí, es muy interesante. Es la primera novela que escribo con la villa en el centro, como contexto y como texto, y ha sido como meterme en un laboratorio de conducta humana. Me interesa la literatura que incomoda al lector, que lo perturba. Creo que, como decía Kafka en sus diarios, la literatura debe ser como un hacha que corta el hielo del corazón. Debe tener potencia. Su novela tiene muchísimos personajes, aparecen nuevos actores constantemente, ¿por qué? Fue algo práctico. Me imaginé recorriendo un pueblo y me dije ‘ah, por aquí tiene que pasar el usurero’ o ‘¿y por qué no pasamos por la iglesia? ¿Y por la ferretería?, ¡Vayámonos un rato al mar!’. Es una aldea, está todo al alcance y, además, como en todo pueblo existe el rumor donde uno no es tanto el que es sino lo que los otros quieren ver. Entonces todos aparentan, mienten, para que los otros construyan una imagen que no corresponde a la realidad. En un lugar así todo está entrelazado y es muy útil para poder trabajar una novela coral. Hablando de apariencias, el apellido Esterházy tampoco es casualidad, perteneció a una de las familias más poderosas de la Europa Central entre los siglos XVII y XIX. ¿Por qué escogió un apelativo tan sugerente y conocido? Quería darles una aureola de importancia impostada. Que no se supiera cuánto de impostores son estos dos, pero que llamara la atención. Un tipo que va de pintor y no sabe pintar, que lo único que hace es emborracharse y cogerse a su mujer cuando no se la están cogiendo otros. Y, encima, dice que viene de una dinastía del Imperio Austrohúngaro. Guillermo Saccomanno, premio Alfaguara 2025

El narrador y ensayista argentino publica en España ‘Arderá el viento’, obra con la que se ha alzado con el Premio Alfaguara de novela 2025
Anagrama defiende su “derecho a publicar” el libro sobre Bretón pero evita aclarar si informó a la madre y a la Fiscalía
“Sí, mi amor, a las 14 horas de la tarde, puntual, te vamos a rescatar”, suena en altavoz el WhastApp de Guillermo Saccommanno (Buenos Aires, 1948). Es la novia del escritor, ensayista y guionista argentino, que lo escucha y responde desde uno de los salones del madrileño Hotel Villa Real tras llevar dos días “encerrado” atendiendo a la prensa por la publicación de ‘Arderá el viento’ (2025), su último trabajo narrativo y con el que se ha hecho con el Premio Alfaguara de novela 2025.
Arderá el viento es una novela coral que narra la historia de una Villa -hoy ya ciudad- y sus habitantes aburridos, llenos de deseo, de inquina y ambición. Un libro plagado de crueldad, envidias y asesinatos que sigue la vida de los pobladores de un lugar tras el desembarco de una pareja que finge aristocracia, los Esterházy. Una mujer sensual, un hombre parco y sus dos hijos, extraños e incestuosos, que lo alterarán todo.
Un libro que, cuenta Saccommanno, está escrito en mitad de una enajenación en apenas tres meses, y que presentó al premio un poco porque sí, porque se lo dijeron sus amigos y su pareja. A ver si... Y resultó que sí. El día en el que la novela sale al mercado, el bonaerense conversa con elDiario.es frente a una taza de té verde con limón. Arruga el gesto y dice que está poco cargado. Añade que le gusta más el café mientras sirve dos tazas, pero que el té es más sano. Qué se le va a hacer.
¿De dónde viene su interés por la crueldad humana?
No es que me interese la crueldad humana, sino el deseo, la desesperación, la angustia. El no saber qué hacer con todo ello. Eso es lo que me interesa y lo que creo que nos pasa a todos. Hombres, mujeres, niños. No creo que exista la crueldad, pero tampoco la pureza y, mucho menos, la redención. En esta novela los personajes están todo el rato perjudicando a alguien. Incluso en sus momentos de placer. Pareciera que la pasan bien jodiendo al prójimo, sin proponérselo, ¿eh?, y eso, para mí, es muy interesante.
Es la primera novela que escribo con la villa en el centro, como contexto y como texto, y ha sido como meterme en un laboratorio de conducta humana. Me interesa la literatura que incomoda al lector, que lo perturba. Creo que, como decía Kafka en sus diarios, la literatura debe ser como un hacha que corta el hielo del corazón. Debe tener potencia.
Su novela tiene muchísimos personajes, aparecen nuevos actores constantemente, ¿por qué?
Fue algo práctico. Me imaginé recorriendo un pueblo y me dije ‘ah, por aquí tiene que pasar el usurero’ o ‘¿y por qué no pasamos por la iglesia? ¿Y por la ferretería?, ¡Vayámonos un rato al mar!’. Es una aldea, está todo al alcance y, además, como en todo pueblo existe el rumor donde uno no es tanto el que es sino lo que los otros quieren ver. Entonces todos aparentan, mienten, para que los otros construyan una imagen que no corresponde a la realidad. En un lugar así todo está entrelazado y es muy útil para poder trabajar una novela coral.
Hablando de apariencias, el apellido Esterházy tampoco es casualidad, perteneció a una de las familias más poderosas de la Europa Central entre los siglos XVII y XIX. ¿Por qué escogió un apelativo tan sugerente y conocido?
Quería darles una aureola de importancia impostada. Que no se supiera cuánto de impostores son estos dos, pero que llamara la atención. Un tipo que va de pintor y no sabe pintar, que lo único que hace es emborracharse y cogerse a su mujer cuando no se la están cogiendo otros. Y, encima, dice que viene de una dinastía del Imperio Austrohúngaro.
La cuestión histórica y el contexto nazi rodean la trama. Aquellos alemanes que se refugiaron en Argentina, la suspicacia cuando a alguien se le escapa la palabra ‘ario’... pero no se habla mucho más, ¿por qué?
El pueblo tiene una mitología, ¿por qué no pensar que la mitología tiene un hálito de verdad? Esto conforma también una ideología de pueblo, que también la forma el ‘hippismo’ que llegó en los años 60 y 70 a esta Villa. Como la moldea también el criollo de pueblos vecinos que contribuyó a su construcción. Criollos de los que, por supuesto, nunca se habla porque son medio negros. Están apartados, vapuleados.
Y todos esos contextos, claro, se entreveran en lo que acaba siendo la identidad del pueblo, que no es lo que en España se conoce como ‘Villa miseria’, ojo. Este fue un asentamiento, una pequeña colonia de vacaciones de la comunidad alemana, que fue creciendo hasta convertirse en ciudad mediana. Pero se le sigue llamando La Villa.
Moni es la figura central de su novela y conductora de toda la sexualidad que ocurre en sus páginas. Además de que, a ratos, parece su alter ego.
Uno de los mayores retos de un escritor es hacer un buen personaje femenino. Y no vas a hacer a Madame Bovary, claro, ella ya existe, ¡y andá a empatar a Flaubert! (Risas). Moni lo que hace es plantear las reglas entre realidad y la ficción. Por un lado, están todos los tipos con los que ella se acuesta y sus historias y, por otro, las reglas de la cópula, del coito, que casi podrían ser como de novela porno. Pero no creo que mi alter ego esté ahí. Yo me reconozco en todos los personajes, en los viles y en los que casi podrían ser puros. Y sobre todo en los chicos; se me hacía muy interesante marcar la maldad en los chicos. Me parecía atractivo jugar con la maldad en la infancia de estos pibes que son en realidad muy frikis.
Sí, frikis, pero asesinan animales brutalmente. Frikis, pero le destrozan los dedos de una mano a la adolescente que iba a escapar de la pobreza tocando el piano.
¡Claro!, es que los chicos son crueles. Y eso a veces se nos olvida. Los chicos van a un colegio con un arma y disparan y matan a la profesora, a los compañeritos, a quien se ponga por delante. No es nuevo.
Hay un momento en el que escribe que un crimen puede decir más de una sociedad de lo que esta puede decir de sí misma.
Yo creo que los crímenes hablan de una sociedad más de lo que imaginamos. Si pensamos ahora en los asesinatos de mujeres, llamados feminicidios, que proliferan en una época donde la mujer empieza a tener relevancia y ganar poder, ¿cuánto hay de machismo herido en esto?
Hace unos años pasó un fenómeno muy curioso en la Argentina cuando, en uno de los tantos períodos de eclipse político y social, aumentaron los asesinatos de prostitutas. En aquel momento había mucha desocupación masculina. Los hombres -mayoritariamente de clase baja- se quedaban en la casa y eran ellas quienes salían a laburar. Ellas llevaban la plata a casa, ellos hacían las tareas domésticas. Y entonces se dispararon los asesinatos de las putas. Estos crímenes hablan de una sociedad. Y sí, a nadie le gusta reconocerse en su crimen, pero una sociedad se reconoce a través de sus muertos.
¿Cómo fue el proceso de escritura y qué le ha supuesto ganar el Premio Alfaguara de Novela 2025?
Escribí desde principio de enero de 2024 hasta marzo, tardé tres meses. Fue cuando los dueños de donde yo alquilaba me dijeron que tenía que vaciar la cabaña y mudarme. Me mudé a la casa de mi novia, que tenía lugar suficiente, y me fui a escribir al garaje.
En ese periodo tuve una neumonía, un covid, otra recaída con la neumonía. Trastornos neurológicos, un diagnóstico de epilepsia que no fue, una intervención quirúrgica. Un quilombo, vaya. Pero durante los tres meses que duró todo yo vivía en otra parte, en un país llamado novela. Lo cual tiene mérito, porque todo pasa como si le pasara a otro (risas).
Después, a lo largo del año llegaron las correcciones, pero no tenía nada pensado más allá de haberla escrito, pero mis amigos me insistían: “Te tenés que presentar, te tenés que presentar, ¡presentate!” Bueno, me presenté pegando en el poste, la pelota pegó al último momento, entró el gol y gané. Ni me la esperaba porque es una burrada de dinero. Ya tengo pagada la jubilación.