Paro general de la CGT: hay clases en algunas escuelas, comercios que funcionan y bronca entre los pasajeros

Organizaciones sindicales llevan adelante su tercer paro por 24 horas a nivel nacional contra el Gobierno de Javier Milei; no funcionan los trenes y los subtes, pero sí los colectivos

Abr 10, 2025 - 17:06
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Paro general de la CGT: hay clases en algunas escuelas, comercios que funcionan y bronca entre los pasajeros

Las luces de la estación de Constitución están encendidas, pero las puertas, cerradas. Son las seis de la mañana y llueve. Afuera, sobre las escaleras que dan a la calle General Hornos, decenas de personas se agrupan para resguardarse. Algunos están sentados contra la pared, otros apoyados en las rejas, casi todos con la mirada puesta en la avenida. Esperan colectivos. Las filas se forman y se disuelven en cuestión de minutos. Hay un ritmo lento, de resignación. Entre todos, uno desentona: Ezequiel, con auriculares puestos, observa fijo la entrada de la estación. “¿Acaso no están esperando todos lo mismo?”, pregunta con naturalidad a este medio. Cree que las puertas van a abrir. Le explican que no, que hay paro. Se queda quieto. Se saca los auriculares. “¿No van a abrir?”, repite, desconcertado. “Estoy acá hace dos horas. Me quedé en lo de un amigo, y ahora iba a volver a casa, en Temperley. Pensé que abrían a las seis. No soy de acá”. Cuando se le pregunta si vio las noticias, responde que no. Recién ahí agarra el celular y empieza a buscar cómo volver.La estación de Retiro del Ferrocarril Mitre, completamente vacía

Este jueves 10 de abril, desde las primeras horas del día, la ciudad de Buenos Aires se vio afectada por el tercer paro general convocado por la Confederación General del Trabajo (CGT) contra el Gobierno. Sin trenes ni subtes, la huelga se sintió con fuerza en la calle, donde las largas filas para tomar colectivos marcaron el ritmo de la mañana. La medida, que cuenta con la adhesión de los sindicatos ferroviarios, los metrodelegados del subte y los peones de taxis, paralizó gran parte del sistema de transporte público. Aunque la Unión Tranviarios Automotor (UTA) no se sumó a la protesta por estar bajo conciliación obligatoria, el impacto fue visible. El paro se extiende por 24 horas y reclama, entre otros puntos, paritarias libres, aumento de jubilaciones y reactivación de la obra pública. La protesta se enmarca en el rechazo a las políticas de ajuste del gobierno de Javier Milei.

LA NACION recorrió distintos puntos de la ciudad para retratar el impacto de la medida.

En Constitución, las personas llegan, miran las puertas cerradas de la estación, preguntan y esperan. Algunas lo hacen en silencio, otras se quejan en voz alta. Entre ellas está Claudia Nieva, de 60 años, con una mochila colgada y el abrigo mojado por la lluvia. “Soy de Marcos Paz. Me enteré del paro esta mañana, pero igual vine. No puedo faltar al trabajo, a mí me descuentan el día si no voy”, cuenta a LA NACION. “Este es el segundo colectivo que tomo. Con esto pierdo tiempo y también plata”.Algunas personas pensaban que había trenes en Constitución

Claudia decidió quedarse en la casa de su hija en Capital hasta el día siguiente. “Tomar los colectivos para volver hasta Marcos Paz es perder más tiempo todavía. Prefiero volver mañana. Mañana hay trenes, ¿no?”, pregunta, con la incertidumbre marcada en la voz. Sobre el paro, no duda en dar su opinión. “No estoy de acuerdo. Hacen esto por cualquier boludez. Nosotros, los que tenemos que laburar todos los días, terminamos haciendo filas enormes bajo la lluvia. ¿Pensaron en la gente alguna vez?”, expresa a este medio, visiblemente enojada.

Natalia Aranda y Juan Molinari vienen desde Lobos. Llevan más de una hora esperando en la parada. “Este va a ser el tercer colectivo que tomamos en el día, y todo para llegar a La Boca”, cuentan a este medio. Juan trabaja como albañil y Natalia como empleada de limpieza. “Entendemos que hay cosas que están mal en el país, pero nosotros no tenemos un mango para bancarnos esto. No podemos parar. Hoy ya gastamos más de lo que teníamos planeado. El desayuno va a ser un sándwich compartido en el colectivo, así nos queda plata para el mediodía”, dice Juan, mientras sostiene una botella de agua en la mano.Largas filas esta madrugada para tomar un colectivo en Constitución

Una señora de pelo corto y campera negra empieza a levantar la voz mientras se abre paso entre la fila de la parada. A los gritos, le dice a LA NACION: “¡Estos son unos vagos! ¡Siempre lo mismo! Yo tengo que ir a trabajar. ¿Quién me paga a mí el día si no llego? ¡Nadie!”. Saca una tarjeta SUBE del bolsillo y la agita en el aire como si fuera una prueba. “Yo no paro nunca, ¿sabés? Trabajo limpiando en una casa desde las cinco de la mañana. Me levanto a las tres todos los días, ¿y ahora qué? ¿Por qué tengo que quedarme acá bajo la lluvia esperando un colectivo que ni siquiera sé si va a pasar?”. La mujer sigue hablando sin detenerse. “Acá hay gente que la rema, que no tiene alternativa. Que si no trabaja, no come. Y ellos, los que hacen el paro, se van a la casa tranquilos. Nadie piensa en los que no tenemos un sueldo fijo ni sindicato”.

A pocas cuadras de ahí, el movimiento escolar también está alterado. En la Escuela Primaria Común N° 4 Coronel Isidoro Suárez, ubicada en Venezuela 771, solo funcionaron dos grados. “Vamos a ir avisando en la cartelera qué grados tienen clases y cuáles no”, explica Alejandra, directora del establecimiento público a LA NACION. Frente a la puerta, una madre se acerca con su hija de séptimo grado. “A mí, mi maestro me dijo que hoy tenía clases, pero ahora no sé”, dice la niña, mientras mira hacia dentro. Faltan diez minutos para que suene la campana, pero algunos chicos ya se acumulan en la entrada, dudando de si les corresponde ingresar.La Escuela N° 4 D.E. 3 del barrio de Monserrat estaba abierta pero solo funcionaban dos divisiones

En sus redes sociales, Mercedes Miguel, ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, escribió: “Como todos los días, las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires estarán abiertas, con equipos directivos y docentes esperando a los chicos. Como es habitual en estos casos, se descontará el día a quienes adhieran al paro. Esperamos a todos los estudiantes en las aulas, para que puedan aprender y para que familias y docentes trabajen con normalidad”.

Sin embargo, la incertidumbre se extendió a muchas escuelas. Algunas familias fueron avisadas el día anterior sobre la suspensión de clases, pero otras llegaron sin información clara y se encontraron con las puertas cerradas o con carteles anunciando qué grados tendrían clases y cuáles no.

En las universidades públicas, numerosos docentes adhirieron al paro, mientras que en las privadas la situación fue más previsible. Desde la Universidad Torcuato Di Tella confirmaron a LA NACION que “las clases de grado se mantienen presenciales. Las de posgrado dependen de cada unidad académica. El lunes se informó por mail que, si había colectivos, se sostenía la presencialidad”.En las calles y avenidas se vieron muchos vehículos particulares a pesar del paro general

Fuera del ámbito educativo, en la calle, las consecuencias del paro también se hicieron evidentes. Las avenidas están cargadas de autos, colectivos y motos que buscan sortear las restricciones del paro. En las esquinas, los semáforos marcan una rutina que hoy no se cumple. En la Estación de Retiro, las vallas de Trenes Argentinos bloquean la entrada principal. Adentro no hay nadie. La estación está vacía. Solo una voz femenina suena en loop por los altoparlantes: “Ataque a la república. La casta sindical atenta contra millones de argentinos que quieren trabajar. Si te extorsionan o te obligan a parar denunciá al 134”. Las pantallas, que normalmente muestran horarios de partida, repiten el mismo mensaje sobre un fondo azul. Afuera, la imagen contrasta con la de Constitución: hay menos gente. Algunos esperan colectivos, otros simplemente miran. Un hombre con dos bolsos rompe el silencio. “Tenía que llegar a Tigre. Vine desde Villa Devoto, salí a las siete de la mañana. ¿Para esto? Estoy re caliente. Nadie se hace cargo”, dice a este medio, mientras camina de un lado a otro buscando señal en el celular.

Los números del transporte

El uso del transporte público en el AMBA refleja la magnitud del impacto. En lo que va de 2025, según un análisis de LN Data, se registraron más de 683 millones de transacciones con la tarjeta SUBE: el 85% en colectivos, el 10% en trenes y el 5% en subtes. Solo el tren moviliza, en promedio, un millón de personas por día. El Ferrocarril Roca es el más utilizado, seguido por el Sarmiento, San Martín, Belgrano Norte y Mitre. Los viernes suelen ser los días de mayor movimiento, con más de 1.100.000 viajes. En cambio, los lunes son los de menor circulación.

En los subtes, la situación es similar. Cada jueves se realizan cerca de 700.000 viajes. En lo que va del año, se hicieron más de 32 millones de movimientos. Hoy, las estaciones están cerradas. En el ingreso de la línea C, un joven de unos 30 años intenta bajar las escaleras cuando dos policías lo detienen. “No se puede pasar. Está cerrado por el paro”, le dice uno. El joven duda, mira hacia abajo, como si el subte pudiera abrirse por insistencia. “¿Cómo que está cerrado?”, pregunta. “Vengo desde San Telmo. Siempre vengo en tren y después hago subte hasta el laburo. Hoy me vine en bici hasta acá. Me la jugué. No sabía que también paraban los subtes. Ya estoy cansado. Siempre hay algo”, dice después a este medio. Apoya la bici contra una pared y se sienta en el cordón. Decide esperar.Ninguna línea de tren funciona hoy

En días normales, el subte porteño transporta entre 600.000 y 700.000 personas. Hoy, esas cifras se desvanecen. En la línea B, en la C, en la H, todas las persianas están bajas. Las máquinas expendedoras sin luces, los molinetes sin gente. Las estaciones, sin movimiento.

En la estación Retiro, una mujer con una valija y una bolsa de supermercado está apoyada contra una de las columnas del ingreso. Se llama Beatriz, tiene 56 años y vive en Wilde. “Trabajo cuidando a una señora mayor. Ayer me quedé a dormir en lo de ella porque sabía que hoy, con el paro, iba a estar complicado moverme”, cuenta a este medio. “Salí temprano igual, quería llegar a casa, descansar. Estoy agotada.” Tiene ojeras marcadas y la voz rasposa. “Esto no es vida. Ya no sé si me conviene seguir con este trabajo. A veces siento que me estoy deshaciendo en el camino, en cada paro, en cada día que tengo que improvisar cómo llegar o cómo volver”.

A pocos kilómetros de allí, en Aeroparque, el escenario es distinto pero la sensación se repite. Todo está detenido. Las pantallas de arribos y partidas muestran la palabra “cancelado” en rojo. El salón central, que suele estar colmado de pasajeros apurados y familias despidiéndose, está casi vacío. El patio de comidas, vacío. En los bancos del primer piso, varias personas duermen junto a sus valijas. Algunas están cubiertas con mantas, otras simplemente recostadas, con la ropa del día anterior.

Joel Ortega, de Mendoza, es uno de los varados. “Vine para ordenar las cosas del departamento de mi mamá. Falleció hace cinco meses. No me sentía preparado para venir antes. Hace un mes me dije: ‘ya está, tengo que ir’. Me preparé. Y ahora estoy varado”, cuenta a LA NACION. “Mi esposa me había comentado que podía haber un paro, pero pensé que era uno de esos que no se hacen. Ayer vine y me dijeron que el vuelo estaba reprogramado. Dormí en el piso. Hoy volví y me avisaron que lo pasaron para dentro de dos días. No soy millonario. Nadie me ofrece un lugar donde quedarme. Me arreglé como pude. Pero no tengo más opciones”.

Sin vuelos

A unos metros, una familia de Posadas esperaba un vuelo hacia Misiones que también fue reprogramado. “Vinimos a Buenos Aires por vacaciones. Íbamos a volver ayer, pero nos pasaron el vuelo. Hoy volvimos a Aeroparque y otra vez nos lo cancelaron. Ya perdimos días de trabajo. No tenemos dónde quedarnos. No conocemos a nadie acá”, contaron a este medio, mientras intentaban contactar a la aerolínea por teléfono.Los mostradores de check in vacíos, en Aeroparque

Según datos del Sistema Integrado de Aviación Civil (CIAC), en 2024 se realizaron más de 211.000 vuelos en todo el país, con más de 29 millones de pasajeros transportados entre vuelos de cabotaje e internacionales. Los jueves, como el de hoy, se registran en promedio más de 80.000 viajeros en avión. Este jueves, miles no pudieron volar.

El paro general del 10 de abril contó con la adhesión de los gremios que agrupan a los trabajadores de Intercargo, la empresa que presta servicios de rampa en todos los aeropuertos del país. Eso forzó a LATAM y JetSMART a cancelar o reprogramar gran parte de sus vuelos.La mayoría de los vuelos están cancelados

Desde LATAM informaron que la operación desde y hacia Argentina se vio afectada, y que los pasajeros pueden cambiar su vuelo sin costo o solicitar la devolución total del pasaje. JetSMART, por su parte, canceló todos sus vuelos domésticos y modificó horarios y aeropuertos de ocho vuelos internacionales. La compañía estimó que más de 10.000 pasajeros quedaron afectados por la medida.

Ambas aerolíneas aclararon que las cancelaciones se deben a una situación ajena a su voluntad y recomendaron a los pasajeros chequear periódicamente sus correos o los sitios web oficiales para confirmar el estado de sus vuelos.

Mientras tanto, en las salas de espera, el movimiento es escaso y el malestar se acumula. Entre los que siguen en el aeropuerto, algunos se resignan al silencio. Otros, como Joel, se acomodan como pueden. “No es la primera vez que me toca esto, pero sí la más dura”, dice antes de cerrar los ojos unos minutos. Afuera, la ciudad sigue igual de quieta. Adentro, cada minuto parece más largo.