Niños pobres y gordos
Un estudio publicado en la revista The Lancet y realizado en más de 200 países constata el desbocado avance de la obesidad en el mundo. En las tres últimas...

Un estudio publicado en la revista The Lancet y realizado en más de 200 países constata el desbocado avance de la obesidad en el mundo. En las tres últimas décadas el número de personas con sobrepeso en el planeta se ha triplicado y la progresión presenta síntomas de acelerarse sin que nada le ponga freno a tal evolución. El brutal contraste entre esta deriva y las imágenes de las ONG mostrando a gente famélica en regiones del mundo, como el cuerno de África, donde la pobreza extrema o los conflictos armados abocan a la hambruna a sus pobladores, no debe ocultarnos los tremendos riesgos que por contra la sobrealimentación conlleva.
Es obvio que las recetas para abordar problemas tan opuestos han de ser necesariamente muy diferentes, pero la paradoja es que donde más se evidencia el fenómeno del sobrepeso es también en los sectores de la población con menores recursos. La explicación hay que buscarla en el tipo de alimentación. Los sectores más pobres se enfrentan a distintos factores que limitan sobremanera su acceso a los alimentos más frescos, nutritivos y recomendables para su salud. El elevado coste de estos productos y la falta de tiempo o de conocimiento para preparar comidas saludables les conduce a optar por los alimentos ultraprocesados más económicos, cómodos y rápidos de consumir.
A simple vista puede parecer que para el organismo es casi lo mismo comer de una forma u otra, pero lo cierto es que ingerir ultraprocesados como base de la dieta tiene a largo plazo consecuencias muy negativas para el organismo. Esos tentadores empaquetados que exhiben los lineales de los supermercados suelen caracterizarse por su bajo contenido nutricional y por ingredientes altamente industrializados como azúcares añadidos, grasas saturadas y aditivos que no aparecen en la cocina tradicional. Claros ejemplos de este tipo de productos son los bollos empaquetados, los refrescos, los azucarados y una amplia oferta de comida rápida que el único esfuerzo que al consumidor le exige es introducirla en el microondas. Productos especialmente atractivos para los niños cuya presentación les entra por los ojos como si fueran chuches. Este factor contribuye de forma determinante al disparado incremento de la obesidad infantil que señalan los últimos registros.
Los críos con sobrepeso son bastante más propensos a desarrollar a futuro enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión o a adelantar procesos cancerígenos. A tales riesgos hay que sumar la repercusión en su desarrollo emocional al enfrentarse a la estigmatización, al bullying o a la merma en la autoestima que puede acarrear el que sus compañeros le cuelguen la etiqueta de "gordo".
Los críos con sobrepeso son bastante más propensos a desarrollar a futuro enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión o a adelantar procesos cancerígenos
El estudio de The Lancet señala que de no tomar medidas contundentes en 2050 el 77% de los españoles mayores de 25 años, o sea los críos de ahora, estarán muy sobrados de kilos, y más gordos los niños que las niñas. Aunque algunos trabajos recientes apuntan a una leve y esperanzadora mejora en el segmento entre los 6 y los 9 años, sí dejan claro que esa evolución positiva no afecta a los chavales de las familias más pobres. La progresión sigue siendo mala en los niños que tienen menos atención, peor acceso a los servicios de salud y a la educación nutricional. Todo ello exige tomarse muy en serio el desafío con un enfoque multidimensional. Además de mejorar la alimentación en los colegios, ha de haber planes integrales de formación nutricional a las familias y promover el acceso a los alimentos frescos. Romper en definitiva la relación entre pobreza y obesidad en los niños para garantizar su futuro.