Luis Linares Zapata: Desaire y angustia

Pareció como simple desaire entre políticos de primer nivel. Al notarlo, los afectados sintieron el abandono y les angustió la soledad. El osado autor del drama en curso se regodeó con punzante satisfacción. La sensación le penetró hasta inundarlo con abarcante sensación de poder imperial. Al citado a comparecer en esa junta, hasta el momento proscrito por el llamado Occidente, le repuso la estelaridad que, para muchas causas, tampoco había perdido del todo. Le habían decretado innumerables sentencias terminales. Se inauguró así un nuevo arreglo geopolítico que alteró lo que, hasta ese momento, fue usanza mundial. Sentados a la mesa en Arabia Saudita, los nuevos adalides se turnaron querellas: quisieron fincar la paz en Ucrania sobre bases por ellos, y sólo ellos, decididas. Fuera de ese recinto, quedaron, pasmados y dolidos, tanto ucranios como atildados europeos. Personajes hasta ese momento agraciados merecedores de una silla especial de participantes. Dentro del cuarto sólo permanecieron mirándose a los ojos con cierta desconfianza rusos y estadunidenses. Todos, funcionarios de primer nivel jerárquico en sus naciones.

Abr 9, 2025 - 15:57
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Luis Linares Zapata: Desaire y angustia
Pareció como simple desaire entre políticos de primer nivel. Al notarlo, los afectados sintieron el abandono y les angustió la soledad. El osado autor del drama en curso se regodeó con punzante satisfacción. La sensación le penetró hasta inundarlo con abarcante sensación de poder imperial. Al citado a comparecer en esa junta, hasta el momento proscrito por el llamado Occidente, le repuso la estelaridad que, para muchas causas, tampoco había perdido del todo. Le habían decretado innumerables sentencias terminales. Se inauguró así un nuevo arreglo geopolítico que alteró lo que, hasta ese momento, fue usanza mundial. Sentados a la mesa en Arabia Saudita, los nuevos adalides se turnaron querellas: quisieron fincar la paz en Ucrania sobre bases por ellos, y sólo ellos, decididas. Fuera de ese recinto, quedaron, pasmados y dolidos, tanto ucranios como atildados europeos. Personajes hasta ese momento agraciados merecedores de una silla especial de participantes. Dentro del cuarto sólo permanecieron mirándose a los ojos con cierta desconfianza rusos y estadunidenses. Todos, funcionarios de primer nivel jerárquico en sus naciones.