Los romanos ya lo predijeron y así construyeron el puente de Córdoba para evitar que se derrumbase con las riadas
Córdoba es una ciudad que respira historia en cada paso que se da y en su corazón se encuentra el Puente Romano, una masa endurecida de piedra que ha desafiado a los siglos al ser testigo de imperios, batallas para la historia y civilizaciones ya extintas. Construido en el siglo I antes de Cristo sobre el río Guadalquivir, el puente cuenta hoy con 16 arcos y una longitud de 288 metros que conectan las dos partes de la ciudad, siempre al acecho por la Torre de Calahorra y enfrente por su arco del triunfo (Puerta del Puente). Esta estructura que actualmente liga a la Judería y la Mezquita-Catedral con el Campo de la Verdad fue en su día un punto intermedio que garantizó las comunicaciones entre dos terrenos hasta entonces incomunicados. Tras las cuatro borrascas consecutivas sufridas estas últimas semanas en Córdoba de las cuales muchos ni siquiera habían tenido recuerdo, el nivel tan elevado del río y su crecida hasta 4,30 metros de lámina no deja de ser una más de las que han visto los ojos de esta sublime obra de ingeniería romana. Sublime, pero al estar en el nivel más bajo de la ciudad, acarrea una conservación compleja. La estructura original se ha conservado a pesar de las reformas que ha sufrido a lo largo de la historia. Es más, solamente dos de los arcos originales se mantienen a día de hoy, pues inevitablemente el puente ha atravesado modificaciones tras las etapas de conquista musulmana, reconquista cristiana y las intervenciones más recientes de los últimos siglos. Todas adaptándose a las necesidades de cada periodo. «Si algo fueron los romanos, es que eran grandes maestros», afirma Desiderio Vaquerizo Gil, catedrático de Arqueología de la UCO. Las últimas imágenes del río crecido a escasos metros de alcanzar el paso peatonal buscan respuestas que expliquen cómo una construcción así —sin las tecnologías pertinentes de época presente— resiste embestidas y ha perdurado hasta la actualidad. El catedrático de la Universidad de Córdoba asegura que «los romanos eran muy conscientes, lo construyeron en piedra, con todas las garantías y probablemente aguantó durante toda la etapa romana; pero el puente que vemos hoy tiene muy poco ya del puente romano». Se juntan dos conceptos que parecen colisionar pero verdaderamente son independientes. Por una parte «que el puente romano está muy bien diseñado, bastante bien hecho» y al mismo tiempo que «el puente original se ha caído en varias ocasiones» por desastres naturales. Aún se conservan elementos del momento primigenio de su construcción. Posiblemente el más importante: sus soportes, llamados técnicamente tajamares . Según Vaquerizo Gil, «cuando el agua viene tan fuerte como estos días, estos tajamares son los que dividen el agua. Los que cortan su fuerza y la distribuyen por los distintos arcos del puente. El diseño de ingeniería del puente continúa siendo el mismo». Otro tema fundamental, y ya no solo en cuanto a su estructura, es la ubicación . «Se ha buscado uno de los vados en el río, precisamente para conseguir que las aguas bajen con menos fuerza» , apuntala el catedrático, quien afirma rotundamente su absoluta validez: «Tiene ya fábricas de otras épocas, claro está porque ha caído en diversos momentos. Pero el puente, la esencia, el alma del monumento y el objetivo de la obra sigue siendo absolutamente válido y de época romana». Para explicar la importante construcción del puente, Vaquerizo cuenta la anécdota personal cuando pregunta a sus alumnos: «¿Si de Córdoba pudiera sobrevivir un solo monumento, cuál sería?» . Sus alumnos tienden a responder la Mezquita-Catedral pero para él, sin duda, «si tuviera que sobrevivir un solo monumento de Córdoba sería el puente» . El puente y su utilidad ha sido objeto de centenares de análisis y miradas históricas, literarias y de leyenda. Una de ellas consta en una revista de Obras Públicas de finales del siglo XIX con un artículo escrito por el inspector general del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, Luis Sainz y Gutiérrez y al que ha tenido acceso ABC. Corresponde con la década de 1870 , cuando fue destinado a Córdoba, y se adentra en la historia del Puente Romano, así como en principales teorías que cuestionan si el puente actual es el original. En el tomo, que comienza mientras Sainz y Gutiérrez se encontraba a la espera del descenso de las aguas para realizar un reconocimiento de la obra, este ingeniero se refiere al puente como «viejo y mudo testigo de tantas generaciones», y no puede evitar cuestionarse cómo es posible que continuaran de pie los arcos después de que «las cascadas de agua que chocaban una y otra vez contra el paramento». Después de las inundaciones sufridas en 1876 , el ingeniero tiene como objetivo la reparación del zampeado. Sus estudios de la futura obra le hicieron ver que con su reforma se expondría a la destrucción de un trabajo arquitectónico que realmente merecía ser conservado. Por este motivo decidió indagar y realizar un trabajo de investigación acerca del hist
Córdoba es una ciudad que respira historia en cada paso que se da y en su corazón se encuentra el Puente Romano, una masa endurecida de piedra que ha desafiado a los siglos al ser testigo de imperios, batallas para la historia y civilizaciones ya extintas. Construido en el siglo I antes de Cristo sobre el río Guadalquivir, el puente cuenta hoy con 16 arcos y una longitud de 288 metros que conectan las dos partes de la ciudad, siempre al acecho por la Torre de Calahorra y enfrente por su arco del triunfo (Puerta del Puente). Esta estructura que actualmente liga a la Judería y la Mezquita-Catedral con el Campo de la Verdad fue en su día un punto intermedio que garantizó las comunicaciones entre dos terrenos hasta entonces incomunicados. Tras las cuatro borrascas consecutivas sufridas estas últimas semanas en Córdoba de las cuales muchos ni siquiera habían tenido recuerdo, el nivel tan elevado del río y su crecida hasta 4,30 metros de lámina no deja de ser una más de las que han visto los ojos de esta sublime obra de ingeniería romana. Sublime, pero al estar en el nivel más bajo de la ciudad, acarrea una conservación compleja. La estructura original se ha conservado a pesar de las reformas que ha sufrido a lo largo de la historia. Es más, solamente dos de los arcos originales se mantienen a día de hoy, pues inevitablemente el puente ha atravesado modificaciones tras las etapas de conquista musulmana, reconquista cristiana y las intervenciones más recientes de los últimos siglos. Todas adaptándose a las necesidades de cada periodo. «Si algo fueron los romanos, es que eran grandes maestros», afirma Desiderio Vaquerizo Gil, catedrático de Arqueología de la UCO. Las últimas imágenes del río crecido a escasos metros de alcanzar el paso peatonal buscan respuestas que expliquen cómo una construcción así —sin las tecnologías pertinentes de época presente— resiste embestidas y ha perdurado hasta la actualidad. El catedrático de la Universidad de Córdoba asegura que «los romanos eran muy conscientes, lo construyeron en piedra, con todas las garantías y probablemente aguantó durante toda la etapa romana; pero el puente que vemos hoy tiene muy poco ya del puente romano». Se juntan dos conceptos que parecen colisionar pero verdaderamente son independientes. Por una parte «que el puente romano está muy bien diseñado, bastante bien hecho» y al mismo tiempo que «el puente original se ha caído en varias ocasiones» por desastres naturales. Aún se conservan elementos del momento primigenio de su construcción. Posiblemente el más importante: sus soportes, llamados técnicamente tajamares . Según Vaquerizo Gil, «cuando el agua viene tan fuerte como estos días, estos tajamares son los que dividen el agua. Los que cortan su fuerza y la distribuyen por los distintos arcos del puente. El diseño de ingeniería del puente continúa siendo el mismo». Otro tema fundamental, y ya no solo en cuanto a su estructura, es la ubicación . «Se ha buscado uno de los vados en el río, precisamente para conseguir que las aguas bajen con menos fuerza» , apuntala el catedrático, quien afirma rotundamente su absoluta validez: «Tiene ya fábricas de otras épocas, claro está porque ha caído en diversos momentos. Pero el puente, la esencia, el alma del monumento y el objetivo de la obra sigue siendo absolutamente válido y de época romana». Para explicar la importante construcción del puente, Vaquerizo cuenta la anécdota personal cuando pregunta a sus alumnos: «¿Si de Córdoba pudiera sobrevivir un solo monumento, cuál sería?» . Sus alumnos tienden a responder la Mezquita-Catedral pero para él, sin duda, «si tuviera que sobrevivir un solo monumento de Córdoba sería el puente» . El puente y su utilidad ha sido objeto de centenares de análisis y miradas históricas, literarias y de leyenda. Una de ellas consta en una revista de Obras Públicas de finales del siglo XIX con un artículo escrito por el inspector general del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, Luis Sainz y Gutiérrez y al que ha tenido acceso ABC. Corresponde con la década de 1870 , cuando fue destinado a Córdoba, y se adentra en la historia del Puente Romano, así como en principales teorías que cuestionan si el puente actual es el original. En el tomo, que comienza mientras Sainz y Gutiérrez se encontraba a la espera del descenso de las aguas para realizar un reconocimiento de la obra, este ingeniero se refiere al puente como «viejo y mudo testigo de tantas generaciones», y no puede evitar cuestionarse cómo es posible que continuaran de pie los arcos después de que «las cascadas de agua que chocaban una y otra vez contra el paramento». Después de las inundaciones sufridas en 1876 , el ingeniero tiene como objetivo la reparación del zampeado. Sus estudios de la futura obra le hicieron ver que con su reforma se expondría a la destrucción de un trabajo arquitectónico que realmente merecía ser conservado. Por este motivo decidió indagar y realizar un trabajo de investigación acerca del historial de las obras ejecutadas en el puente desde finales del siglo XIV , fecha de la que tiene constancia sobre los primeros documentos. Uno de los debates que abre Luis Sainz es que todos los historiadores «concuerdan en que su origen es romano, pero no en situar el existente hoy en el mismo punto donde estaba antiguo», basándose para ello en las descripciones que constaban tras los combates de Julio César en sus visitas a Córdoba a causa de la lucha contra los Pompeyos. Muchos han mantenido diferentes teorías como que, en búsqueda de fortificaciones, pudo tener lugar un puente previo al que conocemos, e incluso que los árabes construyeron sobre los cimientos del romano debido a que habría otro puente más bajo. Dejando atrás las controversias sobre la existencia de un puente previo, el inspector llegó a la conclusión de que a pesar de las renovaciones, la estructura de sus emparrillados continuaba siendo la misma. Gracias al diseño de los arcos, la calidad de los materiales y la capacidad de adaptación a lo largo de los siglos, su estructura básica romana seguía siendo la clave de su resistencia. En definitiva, la historia de la Córdoba no se puede entender sin la Córdoba romana, siendo el principal baluarte el puente, inamovible a pesar de las inclemencias meteorológicas. Son muchos historiadores quienes han estudiado la ingeniería de los puentes y acueductos romanos en Hispania . Un ejemplo es el paso elevado sobre el río de la que fue capital de la Bética. Hoy en día no es solo una muestra de durabilidad, sino también uno de los mejores lugares de la ciudad para pasear y un foco turístico clave. A la hora de la puesta de sol ofrece vistas espectaculares y por la noche se crea un ambiente mágico con su iluminación, permitiendo un paseo ideal bajo las estrellas.
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