Laura Chivite: “Me parece muy importante saber vivir en el misterio”
El pasado 18 de febrero, los bomberos del Ayuntamiento de Madrid rescataron a una cabra que se hallaba encaramada en el alféizar de una ventana de un quinto piso en Villaverde. El portavoz municipal de Madrid Salud precisó que se trataba de “una cabra enana macho de edad adulta”. Una vecina llegó a declarar en la televisión autonómica que el animal “venía del cielo”. Quién sabe, en fin. A Laura Chivite (Pamplona, 1995) le atrae esa rareza, esa imprevisibilidad loca de la Capra aegagrus hircus. La entrada Laura Chivite: “Me parece muy importante saber vivir en el misterio” aparece primero en Zenda.

El pasado 18 de febrero, los bomberos del Ayuntamiento de Madrid rescataron a una cabra que se hallaba encaramada en el alféizar de una ventana de un quinto piso en Villaverde. El portavoz municipal de Madrid Salud precisó que se trataba de “una cabra enana macho de edad adulta”. Una vecina llegó a declarar en la televisión autonómica que el animal “venía del cielo”. Quién sabe, en fin. A Laura Chivite (Pamplona, 1995) le atrae esa rareza, esa imprevisibilidad loca de la Capra aegagrus hircus. Premio Ojo Crítico de Narrativa y Premio a la Promoción del Talento Artístico de Navarra por su anterior libro de relatos, Gente que ríe (Caballo de Troya, 2022), debuta en la novela con El ataque de las cabras (Random House, 2025), una historia de crecimiento, incertidumbres, familia, amistad, lesbianismo y gente rara. Sobre ella conversamos:
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—¿Sabe que, hace cosa de un par de meses, rescataron a una cabra de la ventana de un quinto piso en Villaverde?
—Lo sé, lo sé. Además, fue el día exacto que se publicó la novela: el 20 de febrero (en realidad fue el martes 18). ¡Y justo rescataron a la cabra! Fue maravilloso.
—¿Cómo imagina el futuro inmediato de ese animal?
—La imagino yendo a la televisión para contar su historia.
—“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria”, según el Evangelio de san Mateo, quienes son como ovejas irán al Cielo; por su parte, los humanos del género caprino tendrán por destino el “fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. ¿Con qué rumiante se identifica más?
—¡Guau! Me identifico mucho más con la cabra. Si no, hubiera llamado a la novela El ataque de las ovejas. Me parece que las cabras son mucho más divertidas. Tanto en su forma como en su manera de actuar. Las ovejas están mucho más tranquilas, como chill, no hacen nada que te sorprenda. Las cabras se suben a los riscos, o se tiran boca arriba, o hacen sonidos extraños…, son mucho más aleatorias.
—Precede a su novela una cita de Pessoa —“Me ha sacudido el alma, con una violencia súbita y perturbadora, la extrañísima presencia de la organización de las cosas”— y, al final, escribe: “Intento abrir los ojos, limitarme a mirar. Mirarlo todo. (…) Todo me ha sido dado. Todo está ahora ahí. Puesto ahí”. En primer lugar, ¿cuánto juego literario le da la cotidianidad?
—Todo. A pesar de que la novela tiene muchos elementos fantásticos y surrealistas, me parece que es muy cotidiana en muchos aspectos. Es ahí donde me fijo, donde pongo la mirada: en escenas en el supermercado, en los paseos o en lo que ocurre cuando estás sentada en un banco. De ahí saco todo el material literario y luego, de algún modo, lo adorno.
—“Era tan esperpéntico y absurdo / que se parecía a la vida”, escribió el maestro Luis Alberto de Cuenca. ¿La vida es esperpéntica y absurda?
—¡Qué buena frase! Sí, la vida es esperpéntica y absurda.
—¿Y cómo describiría su mirada?
—Mi mirada literaria la describiría más poética de lo que puede parecer a simple vista. Es intimista. Y divertida.
—El humor: ¿especia, guarnición o plato principal?
—Mmm…, diría que especia: le da el sabor a todo, pero no es el plato principal.
—¿Todas las familias se parecen?
—No. Eso es un truco literario. Son de estas frases sentenciosas que se dicen mucho en las novelas, que quedan muy bien y se te quedan en la cabeza, pero que no son reales.
—¿Todas las familias legan algún tipo de herencia?
—Creo que sí, aunque podamos escapar un poco de ella. Inevitablemente, tenemos herencia familiar, sí.
—¿Cómo es su herencia? ¿La ha abrazado, la ha rechazado…?
—Afortunadamente, mi familia es bastante diferente a la de la novela. He tenido la suerte de que el prisma a través del cual mira la vida mi familia es muy ligero. Sigue la máxima de “nada es tan grave”. Tiendo a ver las cosas leves gracias a esto, sí.
—Sin grandilocuencias, hay una reivindicación de la amistad. De la amistad entre mujeres.
—Me parece muy importante. Me parece que, en los últimos años, se está poniendo cada vez más en el centro, afortunadamente, la amistad entre mujeres. Vivo con tres amigas, siempre he visto a mi madre con muchas amigas suyas…, siempre he sido muy consciente de la red de amigas y de lo importante que es. Como es mi primera novela, quería poner esto en el centro.
—Apenas hay hombres.
—Y son buenos tíos. Mi vida también es así: hay pocos tíos, y los que hay son encantadores.
—El libro está lleno de lesbianas. Ha declarado que, para usted, lo queer es importante.
—Al fin y al cabo, es una novela que trata de la adolescencia de la narradora, en parte, y de muchas primeras veces. En ese sentido, las adolescencias queer y no queer son muy diferentes. Quería poner el foco ahí: tanto la tía como la sobrina son lesbianas, y la sobrina mira a la tía como un referente.
—Vamos acabando. En un momento de la novela, la narradora adquiere la costumbre de mirar por la ventana, fijarse en una cigüeña y prever cómo será su día en función de la postura del ave. “Lo que revelaba —la costumbre— era una dificultad absoluta para tolerar la incertidumbre”. ¿Cómo se lleva con la incertidumbre?
—Antes, mal; ahora, creo que cada vez mejor. Me parece muy importante saber vivir en el misterio: todo es misterioso, al fin y al cabo. Hay pocas cosas que podemos controlar de verdad. Me he librado de la manía de intentar controlarlo todo. Si te dedicas a los libros, tienes que aprender a llevarte bien con la incertidumbre. Si no, estás un poco jodida.
—De tener telequinesis melancólica, ¿para qué la utilizaría?
—No me gustaría tenerla. La narradora no la puede controlar mucho. Sencillamente, las cosas se van a la mierda a su alrededor, impactan y se rompen sólo cuando ella no lo puede controlar. Sin embargo, si tuviera sólo telequinesis, creo que robaría un montón (risas). ¡Ya robo muchísimo! Cremas, comida…, de todo robo. Si tuviera telequinesis, sería invencible.
—Y, finalmente, ¿qué proyectos tiene entre manos?
—Llevo seis meses escribiendo una novela que espero tener lista para final de año.
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