Las escribas olvidadas que llenaron de letras la Edad Media

Investigación - El estudio se diferencia de trabajos anteriores al no centrarse en un convento específico, sino al ofrecer una visión panorámica de la producción manuscrita femenina en Europa En la Edad Media no eran muy feministas. Si alguien pensaba lo contrario, bastaba con echar un vistazo a los libros para confirmarlo. Las manos femeninas que copiaban textos lo hacían en silencio, sin que nadie se molestara en dejar constancia. La historia oficial solo les prestaba atención cuando no quedaba más remedio. Pero bajo esa capa de olvido y anonimato, hubo mujeres que llenaron páginas con la misma destreza, rigor y entrega que cualquier monje. Una investigación conservadora que rescata a quienes no firmaban nada Esas manos aparecen hoy, siglos después, gracias a una investigación de la Universidad de Bergen, que ha sacado a la luz lo que antes se pasaba por alto: al menos el 1,1 % de los manuscritos medievales fueron copiados por mujeres. En cifras absolutas, esto significa más de 110.000 textos entre los años 800 y 1626. La cifra no se repite en el estudio porque se trata de una estimación mínima y prudente. El trabajo no se limita a un convento concreto ni a una época cerrada, como ocurría en investigaciones anteriores, sino que ofrece una visión amplia de la producción manuscrita femenina. Ilustración en un homiliario del siglo XII, que muestra un autorretrato de la escriba e iluminadora Guda El estudio, publicado en Humanities and Social Sciences Communications bajo el título How Many Medieval and Early Modern Manuscripts Were Copied by Female Scribes? A Bibliometric Analysis Based on Colophons, se basa en una técnica concreta: el análisis de colofones. Estos eran breves textos añadidos al final de los manuscritos en los que a veces se colaban datos sobre la persona que lo había copiado, la fecha, el lugar, el encargo o incluso alguna reflexión personal. Los investigadores revisaron 23.774 colofones conservados en colecciones institucionales y fueron uno por uno descartando aquellos que no aportaban certeza absoluta sobre el género de la persona que escribía. El criterio era estricto: solo se contaron aquellos casos en los que se podía identificar con seguridad a una mujer. No se sumaron posibles autoras o nombres ambiguos. Gracias a esa metodología conservadora, se encontraron 254 colofones firmados por mujeres, lo que permitió estimar su participación con más precisión. El número no parece elevado, pero su impacto sí lo es, sobre todo si se tiene en cuenta que muchas de esas autoras operaban en entornos hoy completamente desconocidos. Demasiados manuscritos, muy pocos conventos conocidos Lo interesante no es solo cuánto escribieron, sino cómo cambió su producción con el paso del tiempo. Durante siglos, las copistas mantuvieron una presencia estable, aunque reducida, en los talleres monásticos. Colofón escrito por una escriba del siglo XV

Abr 5, 2025 - 15:28
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Las escribas olvidadas que llenaron de letras la Edad Media

Las escribas olvidadas que llenaron de letras la Edad Media

Investigación - El estudio se diferencia de trabajos anteriores al no centrarse en un convento específico, sino al ofrecer una visión panorámica de la producción manuscrita femenina en Europa

En la Edad Media no eran muy feministas. Si alguien pensaba lo contrario, bastaba con echar un vistazo a los libros para confirmarlo. Las manos femeninas que copiaban textos lo hacían en silencio, sin que nadie se molestara en dejar constancia.

La historia oficial solo les prestaba atención cuando no quedaba más remedio. Pero bajo esa capa de olvido y anonimato, hubo mujeres que llenaron páginas con la misma destreza, rigor y entrega que cualquier monje.

Una investigación conservadora que rescata a quienes no firmaban nada

Esas manos aparecen hoy, siglos después, gracias a una investigación de la Universidad de Bergen, que ha sacado a la luz lo que antes se pasaba por alto: al menos el 1,1 % de los manuscritos medievales fueron copiados por mujeres.

En cifras absolutas, esto significa más de 110.000 textos entre los años 800 y 1626. La cifra no se repite en el estudio porque se trata de una estimación mínima y prudente. El trabajo no se limita a un convento concreto ni a una época cerrada, como ocurría en investigaciones anteriores, sino que ofrece una visión amplia de la producción manuscrita femenina.

Ilustración en un homiliario del siglo XII, que muestra un autorretrato de la escriba e iluminadora Guda

El estudio, publicado en Humanities and Social Sciences Communications bajo el título How Many Medieval and Early Modern Manuscripts Were Copied by Female Scribes? A Bibliometric Analysis Based on Colophons, se basa en una técnica concreta: el análisis de colofones.

Estos eran breves textos añadidos al final de los manuscritos en los que a veces se colaban datos sobre la persona que lo había copiado, la fecha, el lugar, el encargo o incluso alguna reflexión personal. Los investigadores revisaron 23.774 colofones conservados en colecciones institucionales y fueron uno por uno descartando aquellos que no aportaban certeza absoluta sobre el género de la persona que escribía.

El criterio era estricto: solo se contaron aquellos casos en los que se podía identificar con seguridad a una mujer. No se sumaron posibles autoras o nombres ambiguos. Gracias a esa metodología conservadora, se encontraron 254 colofones firmados por mujeres, lo que permitió estimar su participación con más precisión. El número no parece elevado, pero su impacto sí lo es, sobre todo si se tiene en cuenta que muchas de esas autoras operaban en entornos hoy completamente desconocidos.

Demasiados manuscritos, muy pocos conventos conocidos

Lo interesante no es solo cuánto escribieron, sino cómo cambió su producción con el paso del tiempo. Durante siglos, las copistas mantuvieron una presencia estable, aunque reducida, en los talleres monásticos.

Colofón escrito por una escriba del siglo XV

A partir del año 1400, sin embargo, su actividad aumentó de forma considerable, sobre todo en manuscritos redactados en lenguas vernáculas, lejos del latín que dominaba los scriptorium masculinos. Esta evolución apunta a un cambio de contexto cultural en el que las mujeres encontraron nuevos espacios para leer y escribir.

También llama la atención el hecho de que la mayoría de los centros femeninos que se conocen hoy solo explican una parte muy pequeña de todos esos manuscritos. Eso lleva a pensar que existieron muchos más núcleos de producción gestionados por mujeres, completamente ignorados por los registros históricos. La tarea pendiente ahora es ubicar esos focos invisibles, entender qué tipo de textos preferían copiar y en qué condiciones lo hacían.

El hallazgo no cambia la historia de golpe, pero sí la matiza. Enseña que muchas de las ideas escritas en la Edad Media fueron transcritas por mujeres que sabían latín, conocían los márgenes de su sociedad y aun así eligieron escribir. Aunque no dejaron discursos, sus colofones dicen lo suficiente.

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