“La policía no quiso entrar”: uno de los deliveries justicieros contó detalles de lo que pasó dentro de la villa
En diálogo con LA NACION, uno de los repartidores explicó por qué decidieron arriesgarse y entrar a un asentamiento para recuperar la moto, su herramienta de trabajo
En las últimas horas se viralizó un hecho que grafica la situación que se vive en algunos sectores de La Matanza en particular y en el conurbano en general, donde comenzó a regir la “ley del más fuerte”. Fue luego de que se conociera que un grupo de repartidores ingresó en un asentamiento y recuperó la moto que, minutos antes, le habían robado a uno de los trabajadores en San Justo.
En diálogo con LA NACION, uno de los 15 jóvenes que ingresó en el asentamiento conocido como Santos Vega detalló el minuto a minuto de lo que fue una noche de la que no se olvidarán jamás.
“El sábado, pasadas las nueve y media de la noche, uno de los pibes contó en el grupo de WhatsApp que le habían robado la moto. Le preguntamos en qué andaban los ladrones y nos dijo que venían caminando, que estaban escondidos y salieron con un arma de fuego. Le robaron la moto, pero gracias a Dios el chico llegó a salvar la riñonera con el celular. Se llevaron la moto, pero les pidió que no le llevaran la riñonera porque ‘lo arruinaban’ y se la dejaron”, comenzó a explicar la secuencia que vivió en primera persona.
Este repartidor, que fue uno de los que arrancó con la movida, sumó: “Como no le llevaron el celular pudo mandar un mensaje. Lo leí mientras esperaba un pedido y le pregunté si necesitaba ayuda, si necesitaba que lo alcanzara a la comisaría, y dijo que no. Dijo que los ‘’guachos' habían ido para el lado de la [villa] Santos Vega y que necesitaba que nos juntáramos, si podíamos ser pares, y ahí lo primero que hice fue ponerle que estaba. Cancelé el pedido que tenía y salí volando al punto que quedamos todos, en Formosa y Nazca”.
“Todos empezaron a poner ‘¿dónde nos juntamos, dónde voy?’, y ahí nos juntamos todos. Yo, en el transcurso desde la Plaza de San Justo hasta Nazca y Formosa me puse el celular en la oreja y comencé a llamar a la policía y les di la información. Les dije dónde nos estábamos juntando y que la moto estaba ahí, y que la estábamos yendo a buscar”, agregó.
Detalló: “Llegué y ya había un delivery. Llegó otro más... Éramos tres y vimos pasar a los delincuentes. Venían desde Ruta 3 por Formosa y se metieron a mitad de cuadra por adentro de un pasillo. ‘¡Ahí está, ahí está!’, les dije. Dimos la vuelta, fuimos por donde se metieron y los ladrones, que no se habían dado cuenta de que los habíamos visto, se metieron para adentro y ya no los vimos más. No nos pudimos meter porque éramos tres nomás. No nos íbamos a meter a un barrio ajeno, nos iban a cagar a tiros. Apenas se metieron así los guachos vi a la izquierda que venía un patrullero. Miré hacia la derecha y venían dos patrulleros a las chapas. Eso te lo puedo asegurar. La policía [bonaerense], yo llamé y respondieron. Vinieron rápido, eso no te lo voy a negar. Vinieron rápido. En un abrir y cerrar de ojos había como cinco patrulleros y como tres del grupo motorizado”.
Aunque parecía que la policía iba a cumplir su misión, lo que siguió descolocó a los repartidores. “Revisaron hasta ahí nomás. Se metieron dos pasos por el pasillo, salieron y nos dijeron que ahí no estaba la moto, que supuestamente ya habían revisado. Mentira, no revisaron todo. Nosotros sabíamos que estaba ahí, tenía que estar ahí”, detalló el delivery.
“Entonces nos pusimos de acuerdo y dijimos ‘Vamos a dar vueltas, vamos a dar vueltas’. Empezamos a dar un par de vueltas ahí alrededor del asentamiento y no veíamos la moto. Y decidimos entrar. Cuando la policía dijo que no estaba la moto ya había un par de compañeros más. Como ya éramos unos cuantos, lo que se ve en el video, decidimos entrar”, explicó el repartidor y sumó: “Todos los pibes empezamos a cebarnos. Se metió uno, se metió otro, me metí yo. Entramos todos y bueno, empezamos a dar vueltas y vueltas, haciendo bardo por todos lados, revisando cada pasillo. No aparecía nada, revisamos todo, todo. Como los ladrones habrán pensado que la moto tenía GPS o que íbamos a estar ahí hasta que apareciera, porque sabíamos que estaba ahí, habrán decidido que tenían que soltarla”.
Según explicó el joven, que pidió preservar su nombre por temor a represalias, el desenlace se dio a los pocos minutos: “No aparecía la moto, pero hicimos un requilombo en medio de la villa; nuestros pedidos de que apareciera la moto retumbaron toda la villa. Llegó un punto en que los guachos la tenían guardada en una casa y la terminaron dejando tirada para que podamos levantarla por todo el bolonqui que hicimos. Encontramos la moto, la levantamos y salimos”.
Ante la consulta sobre la reacción de los vecinos del asentamiento, el repartidor respondió: “Dentro del barrio no nos amenazó nadie. Estaban todos los vecinos en la calle, ahí entre los pasillos. Algunos decían que ahí no estaba la moto y otros nos decían que estaban cansados y que ojalá los encontráramos. ‘Ojalá que los agarren y los maten. Ojalá que lo agarren y los mate’, nos repetían unos. Pero muchos también se pusieron de nuestra parte”.
El repartidor contó que no es la primera vez que hicieron esto. “Varias veces tuvimos que juntarnos para reclamar o para buscar motos. Incluso a mí me robaron una el año pasado. La pude recuperar y a los dos días casi me la vuelven a robar”.
“¿Por qué lo hicimos? Lo hicimos porque si no, ¿Quién lo iba a hacer? ¿La policía? Cuando me robaron el año pasado la estaba yendo a buscar con dos compañeros porque tenía GPS, cruzábamos patrulleros, les pedíamos que nos acompañaran, pero nos seguían dos cuadras y atrás nuestro doblaban y se iban. Esa noche tres patrulleros nos hicieron eso. Ya no esperamos nada de la policía. Admito que llegaron rápido cuando los llamé el sábado, pero no pudieron hacer nada. Entonces, no nos quedó otra. Era o intentar nosotros o que el pibe se quede sin su moto. Un pibe que labura todos los días. Yo tengo 22 años, un hijo en camino. Mi señora vive conmigo, no trabaja porque del trabajo la despidieron, justamente, por estar embarazada. Yo solo mantengo la casa. Si a mí me roban, me arruinan. ¿Quién va a poner la comida en mi casa? Lo mismo le pasa al pibe este, también tiene que llevar el peso a su casa“.
El joven sumó: “Si a mí me pasa. Mejor dicho, cuando me pase, porque acá es así, sí o sí te toca, yo quiero que los pibes respondan por mí como yo por ellos. Creo que ese fue el pensamiento de todos, ayudarnos a defender lo nuestro. Miedo teníamos, yo tenía un re miedo y aun así fui de los primeros en entrar. Cualquiera podía disparar y salir corriendo por los pasillos y nadie iba a saber quién fue. Pero si no hacemos algo, esto no cambia nunca”.
“Yo todos los días, cuando salgo a trabajar, le pido a Dios que me cuide. Es la única protección que creo yo que tengo. Pero cada día que salgo de mi casa salgo sin saber si voy a volver. Parece exagerado, pero el tema es que ahora te matan por una moto, por un celular. No es que te roben, te matan”.