La gran lección de un árbitro de tan solo trece años: "Lo peor son los padres, pero yo regulo aunque sea un chavalín"
El colegiado andaluz Yoel Delgado Carrio cuenta su experiencia con el silbato.

El problema del fútbol base y la violencia sigue, por desgracia, muy vivo en España. Eso no ha importado, sin embargo, a un joven que lleva la pasión por el arbitraje en la sangre, el colegiado andaluz Yoel Delgado Carrio, que a sus trece años da una verdadera lección de deportividad a los padres de los niños.
"Empecé jugando al fútbol desde los ocho añitos, pero veía que no me gustaba porque había mucha agresividad. Entonces decidí ser portero, pero era más de lo mismo, me daban balonazos y tenía miedo de que me hicieran mucho daño, por eso vi que mi sitio era ser árbitro", explica en una entrevista un joven de trece años que ya lleva un año dirigiendo partidos.
"Mis primeros partidos fueron muy nerviosos porque nunca había pitado. Tenía el gusanillo de ver como saldría, pero salió bien. Yo soy árbitro de niños desde los cinco años a los diez, de prebenjamin hasta alevines", añade antes de dar la gran lección que deben aprender muchos.
"Cuando son más chiquitines, lo peor son los padres, pero yo más o menos regulo como lo tienen que hacer, aunque sea un chavalín ellos me tienen que tratar como si fuera de 20 años porque sigo siendo un árbitro. Si esos padres no hacen lo que yo digo dentro de unos términos normales, les digo que no voy a seguir en el partido y los equipos lo que quieren es jugar. Si el padre se tiene que ir del campo o pasa cualquier cosa, el delegado de campo tiene que seguir mis instrucciones. Sin un árbitro no hay fútbol", reflexiona.
"Me gustaría llegar a primera división, la verdad, yo veo que en mí hay árbitro para rato", culmina.