La emoción de Àngel Llàcer en su regreso a 'Tu cara me suena': "Tenía mucho miedo"
Claves del éxito del talent show de Antena 3.

"Va a ser la primera valoración que voy a hacer después de haber estado enfermo. Hoy, tenía mucho miedo de volver. Tenía mucho miedo porque yo en el hospital, que lo pasé tan mal, siempre les decía a los doctores y las enfermeras 'yo tengo que volver a Tu cara me suena, yo tengo que ir a Tu cara me suena'. Y me miraban con una cara como diciendo 'tú no vas a volver a Tu cara me suena'. Porque para mí volver a Tu cara me suena significaba estar curado del todo". Àngel Llàcer se emociona en su retorno al programa de Antena 3 y la productora Gestmusic, programa que siempre ha remitido a ese aire de fiesta que da tregua a todos los problemas. Aunque sea solo un ratito.
Llàcer estaba a punto de evaluar al magnífico cómico Goyo Jiménez, irreconocible al imitar al Príncipe Gitano. Pero antes, como presidente del jurado, siente la necesidad de recordar los momentos en los que una bacteria casi acaba con su vida. “En la operación que me hicieron casi muero. Pues no, sobreviví y volví a nacer el 6 de mayo, que es el cumpleaños de Lolita. Hemos nacido el mismo día, pero no el mismo año”. Y ahí empiezan las bromas entre amigos. Y ahí brota la sabia risa, la que relativiza. Incluso la que sirve de parachoques ante lo más crudo de nuestra existencia.
Es el otro trasfondo de Tu cara me suena, mientras la mayoría de los talent shows se quedan atrapados en dinámicas artificiales. Con su lágrima fácil. Con su tensión impostada. En Tu cara me suena poco o nada se ve forzado. El centro está en el lado artístico de cada actuación y, como consecuencia, los participantes terminan compartiendo sus avatares de la vida sin filtros, gracias a que no cuentan con la presión de otros programas que necesitan azuzar titulares morbosos para perpetuarse. Aquí se sinceran porque se sienten entre cómplices, entre aliados, entre buen rollo. El jurado, también. Con Lolita al frente, las anécdotas fluyen. Y el público se siente implicado en un programa porque transmite verdad. Toda la verdad.
Da igual que la audiencia ya esté inmune al momento en el que el participante sale del 'clonador' y aparece caracterizado. No interesa tanto como antes el parecido razonable que se logra con el icono de la música a imitar. Lo relevante es la compañía que se despierta en el espectador con una coreografía bien planteada de estímulos que remiten a la tele clásica: luz, baile, música y espectáculo. No es baladí. Aquí no se recorta en escenografía, atrezo y color. De hecho, todo acontece desde un gran plató que transmite una amplitud acogedora que no olvida que la tele entra por los ojos.
Así Tu cara me suena fusiona dos bazas clásicas de la tele: la fantasía que despierta la ingenuidad del espectador gracias a la parafernalia de cada actuación musical y, a la vez, la cercanía que tiene los pies en el suelo de la realidad a través de las confidencias de los participantes entre juego y juego, entre sonrisa y sonrisa. Una mezcla todopoderosa que no envejece del todo, a pesar del paso de los años. Porque, además, el programa no sólo replica éxitos del catálogo de canciones que se presupone que funcionan en prime time, sobre todo busca que haya una audiencia que descubre hits. Ya sean los jóvenes 'flipando' con temas de antaño o los mayores con temas del trepidante hoy. Así los programas que son viejos se terminan sintiendo nuevos. Porque ejercen la función de la tele de siempre, que es estar atento a dónde está la sensibilidad de su sociedad y sacarle punta desde la transgresión de la alegría. Por eso Llàcer necesitaba en el hospital volver a Tu cara me suena. Porque sabía que, entonces, la fiesta habría vuelto a su vida.