La desconocida historia de las españolas del campo nazi de Mauthausen

Al menos trescientas españolas fueron deportadas a campos de concentración nazis en los que sufrieron tanto o más que sus compañeros varones. Carlota García, Angelines Martínez, Feliciana Pintos, Herminia Martorell, Carmen Zapater, Rosita de Silva y Alfonsina Bueno resistieron en Mauthausen El auge del fascismo planea sobre el 80º aniversario de la liberación del campo nazi de Mauthausen Campo de concentración de Mauthausen (Austria), 7 de marzo de 1945. Josep Ester y Joaquín Olaso son dos de los apenas 2.500 republicanos que continúan con vida entre las alambradas del siniestro recinto. Por el camino se han quedado cerca de 5.000 españoles antifascistas que han perecido hambrientos, exhaustos, enfermos, fusilados, ahorcados, apaleados, devorados por los perros, gaseados… Josep lleva once meses encerrado en Mauthausen y Joaquín algo más de año y medio. Ambos fueron capturados por la Gestapo y deportados por ser miembros de la Resistencia. Para ellos ha sido algo más fácil sobrevivir porque, cuando llegaron al campo, recibieron la ayuda de los prisioneros veteranos: los republicanos que ingresaron en 1940 o 1941 y que habían logrado formar una pequeña, pero eficaz organización clandestina. Ellos fueron los que peor lo pasaron y los que sufrieron la práctica totalidad de las bajas. Ahora la situación es algo mejor y hay optimismo porque, incluso entre los desnutridos inquilinos de los pijamas a rayas, circulan noticias que apuntan a la inminente derrota de Hitler. Aunque el final de la guerra parece muy próximo, no pueden confiarse. La sed de sangre de las SS no se ha aplacado y la muerte sigue acechándoles. Súbitamente, un rumor empieza a correr de boca en boca. En el convoy que acaba de llegar, formado por 2.000 mujeres y niños, hay un pequeño grupo de prisioneras españolas; las primeras en la historia de Mauthausen. El largo camino hacia Mauthausen Cinco días antes, el 2 de marzo de 1945, ocho asustadas mujeres intentan permanecer juntas en el nuevo viaje que están a punto de emprender. Las guardianas de las SS las golpean, amenazan y empujan hacia un tren de ganado que permanece parado. Están abandonando el infierno en el que han pasado los últimos meses: el campo de concentración de Ravensbrück 1. Mujeres supervivientes de Mauthausen fotografiadas tras la liberación por el deportado español Francesc Boix. En él han compartido cautiverio con otros dos centenares de españolas que, como ellas, fueron apresadas y deportadas por haber sido miembros muy activos de la Resistencia. Su experiencia previa en la Guerra de España, en la que la mayoría había participado en la lucha contra los ejércitos de Franco, Hitler y Mussolini, les resultó muy útil en el nuevo conflicto bélico en el que se vieron inmersas cuando el Reich invadió Europa Occidental. Ni siquiera su detención, las torturas y la posterior deportación les hizo doblar la rodilla. En Ravensbrück realizaron sabotajes en la fábrica de munición en la que eran obligadas a trabajar. Esa determinación le costó la vida a no pocas compañeras, pero al resto las unió todavía más. Las ocho mujeres consiguen subirse al mismo vagón. Está atestado de compañeras de otras nacionalidades, algunas de las cuales están acompañadas por hijos de corta edad. Los nazis las evacúan porque las tropas soviéticas se encuentran muy cerca y tienen la certeza de que en unos días liberarán Ravensbrück. Una vez dentro del vagón se miran atentamente las unas a las otras, como si fuera la primera vez que se vieran. Allí están siete luchadoras españolas: Carlota García, Angelines Martínez, Feliciana Pintos, Herminia Martorell, Carmen Zapater, Rosita de Silva y Alfonsina Bueno. Junto a ellas, otra compatriota de acción y de corazón, Estucha Zilberberg. En 1936, esta polaca dejó su cómoda vida en Bruselas para viajar a España como brigadista internacional. Hoy, sus ya hermanas la llaman Juanita.

May 6, 2025 - 05:44
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La desconocida historia de las españolas del campo nazi de Mauthausen

La desconocida historia de las españolas del campo nazi de Mauthausen

Al menos trescientas españolas fueron deportadas a campos de concentración nazis en los que sufrieron tanto o más que sus compañeros varones. Carlota García, Angelines Martínez, Feliciana Pintos, Herminia Martorell, Carmen Zapater, Rosita de Silva y Alfonsina Bueno resistieron en Mauthausen

El auge del fascismo planea sobre el 80º aniversario de la liberación del campo nazi de Mauthausen

Campo de concentración de Mauthausen (Austria), 7 de marzo de 1945. Josep Ester y Joaquín Olaso son dos de los apenas 2.500 republicanos que continúan con vida entre las alambradas del siniestro recinto. Por el camino se han quedado cerca de 5.000 españoles antifascistas que han perecido hambrientos, exhaustos, enfermos, fusilados, ahorcados, apaleados, devorados por los perros, gaseados…

Josep lleva once meses encerrado en Mauthausen y Joaquín algo más de año y medio. Ambos fueron capturados por la Gestapo y deportados por ser miembros de la Resistencia. Para ellos ha sido algo más fácil sobrevivir porque, cuando llegaron al campo, recibieron la ayuda de los prisioneros veteranos: los republicanos que ingresaron en 1940 o 1941 y que habían logrado formar una pequeña, pero eficaz organización clandestina.

Ellos fueron los que peor lo pasaron y los que sufrieron la práctica totalidad de las bajas. Ahora la situación es algo mejor y hay optimismo porque, incluso entre los desnutridos inquilinos de los pijamas a rayas, circulan noticias que apuntan a la inminente derrota de Hitler. Aunque el final de la guerra parece muy próximo, no pueden confiarse. La sed de sangre de las SS no se ha aplacado y la muerte sigue acechándoles. Súbitamente, un rumor empieza a correr de boca en boca. En el convoy que acaba de llegar, formado por 2.000 mujeres y niños, hay un pequeño grupo de prisioneras españolas; las primeras en la historia de Mauthausen.

El largo camino hacia Mauthausen

Cinco días antes, el 2 de marzo de 1945, ocho asustadas mujeres intentan permanecer juntas en el nuevo viaje que están a punto de emprender. Las guardianas de las SS las golpean, amenazan y empujan hacia un tren de ganado que permanece parado. Están abandonando el infierno en el que han pasado los últimos meses: el campo de concentración de Ravensbrück 1.

Mujeres supervivientes de Mauthausen fotografiadas tras la liberación por el
deportado español Francesc Boix.

En él han compartido cautiverio con otros dos centenares de españolas que, como ellas, fueron apresadas y deportadas por haber sido miembros muy activos de la Resistencia. Su experiencia previa en la Guerra de España, en la que la mayoría había participado en la lucha contra los ejércitos de Franco, Hitler y Mussolini, les resultó muy útil en el nuevo conflicto bélico en el que se vieron inmersas cuando el Reich invadió Europa Occidental. Ni siquiera su detención, las torturas y la posterior deportación les hizo doblar la rodilla.

En Ravensbrück realizaron sabotajes en la fábrica de munición en la que eran obligadas a trabajar. Esa determinación le costó la vida a no pocas compañeras, pero al resto las unió todavía más. Las ocho mujeres consiguen subirse al mismo vagón. Está atestado de compañeras de otras nacionalidades, algunas de las cuales están acompañadas por hijos de corta edad. Los nazis las evacúan porque las tropas soviéticas se encuentran muy cerca y tienen la certeza de que en unos días liberarán Ravensbrück. Una vez dentro del vagón se miran atentamente las unas a las otras, como si fuera la primera vez que se vieran.

Allí están siete luchadoras españolas: Carlota García, Angelines Martínez, Feliciana Pintos, Herminia Martorell, Carmen Zapater, Rosita de Silva y Alfonsina Bueno. Junto a ellas, otra compatriota de acción y de corazón, Estucha Zilberberg. En 1936, esta polaca dejó su cómoda vida en Bruselas para viajar a España como brigadista internacional. Hoy, sus ya hermanas la llaman Juanita.

Todas llevan diez años burlando a la muerte. Quizás la que más cerca la tuvo fue Feliciana, que logró sobrevivir al año y medio que pasó en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Hoy, sin embargo, la que peores papeletas tiene es Angelines. Enferma de tuberculosis, su extrema debilidad preocupa a sus compañeras. Carlota, a la que todas conocen como Charlie, no está dispuesta a dejarla morir. Por eso actúa con rapidez, la tumba en un rincón y se centra en cuidarla.

“Charlie estuvo a mi lado en todo momento. Aquel viaje espantoso duraría cinco días y en el trayecto murieron muchas de nuestras amigas. Una vez más Charlie fue mi ángel de la guarda, dándome calor con su cuerpo, abrigándome con sus ropas y dándome algo de alimento que me ponía en la boca, como se hace cuando se da de comer a un pajarillo, ya que yo estaba completamente extenuada”, recordaría Angelines muchos años después.

Un increíble reencuentro entre las alambradas nazis

A las forzadas pasajeras aquellos cinco días dentro del tren les parecieron cinco años: “Llegamos a Mauthausen medio muertas casi todas, en medio de los cadáveres de nuestras compañeras fallecidas en el viaje”, rememoraría Angelines. La pesadilla no terminó cuando las SS abrieron las puertas de los vagones: “Todavía nos quedaban por recorrer los cinco kilómetros de cuesta que conducían al campo. Para mí aquello representó un verdadero vía crucis y de no haber tenido a Charlie a mi lado jamás hubiese llegado a la cima de la colina. Los SS me hubieran liquidado de un balazo en la nuca, como hicieron con otras”.

Dos años antes de llegar a Mauthausen, Feliciana Pintos fue deportada al
campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau.

Cuanto más se acercaban al campo, las imágenes que veían incrementaban su miedo, tristeza e inquietud. En marzo de 1945 Mauthausen había sido ampliado para hacinar a miles de prisioneros y prisioneras que habían sido trasladados en las marchas de la muerte desde Auschwitz y desde otros campos. Se calcula que había más de 80.000 deportados en todos sus recintos. De ellos, unos 20.000 se repartían entre la fortaleza central, el Campo Ruso y el llamado Campamento de Tiendas. Cuando por fin llegaron a su destino final, los soldados apartaron a los niños y a algunas de las mujeres; en total fueron cerca de 200 los miembros de ese convoy que ni siquiera fueron registrados porque las SS decidieron asesinarlos.

El sufrimiento y el terror solo empezó a disiparse en el momento en que las mujeres llegaron a la zona de las duchas y la desinfección. Estucha nunca pudo ni quiso olvidar aquel instante: “Se nos acercaron varios españoles que luego supimos que eran peluqueros y empleados en diversos servicios del campo. Ellos fueron los que nos prodigaron las primeras palabras de ánimo, asegurándonos su apoyo y su ayuda en todos los terrenos, así como una protección eficaz”. Los prisioneros españoles y la organización clandestina internacional se pusieron manos a la obra y les hicieron llegar ropa y comida. Las mujeres les facilitaron sus nombres y fue entonces cuando llegó la sorpresa.

Josep Ester y Joaquín Olaso no podían creerlo. Sus esposas, Alfonsina Bueno y Carlota García, estaban entre las recién llegadas. Ambos se las ingeniaron para acercarse hasta su barraca y abrazarlas. La felicidad de constatar que el ser querido seguía con vida se mezclaba con la tristeza y la incertidumbre de verse juntos en aquel terrible destino. Un sentimiento aún más agridulce para Alfonsina, que recibió una terrible noticia. Su padre había pasado por Mauthausen y acabó siendo asesinado en la cámara de gas del Castillo de Hartheim.

47 días en Mauthausen

Los SS destinaron a las españolas a diversos comandos de trabajo. Carmen, Charlie y Estucha fueron enviadas a la estación de Amstetten, a 35 kilómetros de Mauthausen, para retirar los escombros que provocaban los cada vez más frecuentes bombardeos aliados. Cada ataque las sorprendía trabajando y provocaba numerosas muertes entre las deportadas.

“Nuestra desmoralización llegó a tal punto que un día decidimos negarnos a ir a sacar escombros de aquella maldita estación. Decisión que tomamos por unanimidad. Los SS estaban estupefactos, pues era la primera vez que un grupo de prisioneras se les sublevaba (…) Los SS nos encerraron en una barraca y nos privaron de comida y de agua. Y allí hubiésemos muerto de inanición si los españoles no se las hubiesen arreglado para facilitarnos, cada día, varias raciones de sopa”, rememoraba la brigadista polaca. Estucha, Charlie, Carmen y sus compañeras habían protagonizado la primera huelga en los siete años de historia de Mauthausen; algo a lo que nunca se atrevieron sus compañeros.

El 22 de abril, 47 días después de ingresar en el campo, llegó una dulce e inesperada liberación. Dos semanas antes de la rendición final de Alemania, Himmler ordenó a los responsables del campo que permitieran a la Cruz Roja Internacional evacuar a los deportados y deportadas franceses. En ese grupo se incluyó a las españolas. La organización clandestina internacional logró, además, que el marido de Alfonsina, Josep Ester, se hiciera pasar por francés y se colara así en el convoy que les condujo a la libertad.

Así terminó la poco conocida odisea de las republicanas de Mauthausen. Un pequeño grupo que formó parte de la historia de la deportación femenina española. Al menos trescientas compatriotas fueron deportadas a campos de concentración nazis en los que sufrieron tanto o más que sus compañeros varones. Ellas fueron aún más olvidadas que ellos. Si conocemos algo de sus vidas y de su lucha es, en buena medida, gracias a la superviviente de Ravensbrück Neus Català.

Muchas décadas después del final de la guerra buscó a sus compañeras y les pidió que escribieran sus vivencias. Después se encargó de publicarlas en un libro esencial: De la resistencia y la deportación. Neus resumió así todo ese proceso: “No supimos valorar lo que habíamos hecho. Por eso permanecimos en silencio, incluso tras la muerte de Franco. Estábamos cansadas, pero al final hicimos algo. Me costó mucho convencer a las mujeres de que contáramos nuestra historia, pero lo hicimos”. Lo hicieron.

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