La agresión a un menor con parálisis cerebral y cómo las víctimas siguen siendo doblemente castigadas

El sometimiento y la deshumanización se disfraza de divertimento en redes sociales como TikTok.

Mar 27, 2025 - 13:16
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La agresión a un menor con parálisis cerebral y cómo las víctimas siguen siendo doblemente castigadas

Algo estamos haciendo mal cuando tiene que llegar a la televisión un grave caso de bullying para que salten las alarmas de las instituciones. Lo hemos visto en El Programa de Ana Rosa. Cuatro alumnos del IES Leonardo Torres de Quevedo de Santander han agredido a un compañero con una discapacidad motora. La propia agresión está grabada, por ellos mismos.

A pesar de la gravedad, la víctima continúa conviviendo con sus agresores en clase. Hasta que se han visto las imágenes en las mañanas de Telecinco y la Consejería de Educación cántabra ha activado un protocolo que ha terminado, de momento, con la expulsión de cinco días a los menores implicados, el plazo máximo que permite la ley.

Una situación que debería despertar una reflexión más profunda. Vivimos en una sociedad que resta importancia al verdugo. Incluso el daño que produce se reduce a "es un juego de niños". Como consecuencia, se termina por victimizar más a la víctima. Es ella la que debe aguantar a sus atacantes o, en su defecto, cambiar sus hábitos y terminar huyendo. El mundo al revés. Es la víctima la que debe hacerse la fuerte, debe ser valiente. Incluso es la que debe aguantar la mofa que la convierte en diana. Porque solo son "unas risas".

Cumplir los derechos humanos significa también no tener que hacernos más duros que el resto, no tener que disimular sufrimientos, no tener que ser más valientes que los demás. Pero aún nos queda mucha concienciación. Aún se pide a la víctima que haga el esfuerzo de no ser "floja" ante casos de bullying y maltrato de diferente índole en escuelas e institutos. Y, al final, ¿quién se termina marchando del centro? Suele ser la persona acosada. La víctima lo es por partida doble. Por las personas que te han llevado a ser víctima y, después, por los entornos que terminan justificando a los verdugos y despertando un sentimiento de soledad en los agredidos. Habitualmente, tratados por la condescendencia que te envía al diminutivo que nos reduce como personas. Personas que solo quieren poder ser como son en igualdad de condiciones.

Así es el bullying, que todavía hoy se tapa en tantas escuelas considerándose "travesuras entre chavales". Y, por supuesto, en la edad de oro de las redes sociales la agresión se filma. Como un reto de TikTok, aplicación desde donde sus usuarios proponen juegos basados en la burla a las personas con discapacidad y la diversidad sin ningún miramiento, sin ápice de reflexión y empatía. El sometimiento y la deshumanización se naturaliza como divertimento. Se normaliza como mero gag. La validación viral está desvirtuado los barómetros de la vergüenza.

Ante este panorama, no basta con una sanción temporal: hay que acudir a la raíz del problema. ¿Qué pasa en nuestra convivencia para que cuatro estudiantes traten de tal agresiva forma a una persona que va en silla de ruedas? ¿Qué socavón de valores les lleva a creerse héroes siendo ruines? ¿Qué falla en nuestra convivencia para que la víctima, y no el verdugo, suele ser quien se ve obligado a irse? Quizá estas cuestiones ni las intuimos, pues es más sencillo mirar para otro lado que autodelatarnos. Porque habitamos en una sociedad que, a veces, muchas veces, hasta duda más de los vulnerables que de sus tiranos.