Independiente venció a Instituto con un golazo de Álvaro Angulo y da pelea en lo alto de la zona B del torneo Apertura
El Rojo sigue hilvanando triunfos en Avellaneda; a la Gloria pudo ganarle por más diferencia
Otro triunfo, y van ocho seguidos en el Bochini. Otro partido que tuvo varios destellos de buen fútbol. Otro jugador, el colombiano Álvaro Angulo, que se suma a la lista de los que convocan el aplauso de los propios y enciende la atención de los ajenos. Independiente quiere tomarse en serio el papel de protagonista del torneo Apertura. Esta vez la víctima fue Instituto, de Córdoba, que cayó por 2-0 en la 7ª fecha en una tarde tórrida que necesitó de la caída del sol para agilizar el ritmo y pasar de las intenciones a los hechos.
Según los estudios estadísticos, el fútbol argentino se caracteriza por ser uno de los que ofrecen menor cantidad de minutos netos de juego si se lo compara con las grandes ligas del mundo e incluso con las menos promocionadas del resto de Sudamérica. Se trata de una falencia de base, de una tara que no necesita de factores externos para afear los espectáculos desde antes de que la pelota comience a rodar. Pero si se suman una temperatura desmesurada y un sol implacable, la cuestión tiende a empeorar.
La Liga Profesional retrasó 60 minutos el inicio de la jornada debido al pronóstico de ola de calor, pero la dictadura de las televisiones sigue imponiendo horarios impropios para el verano. Así, futbolistas y espectadores deben someterse al achicharramiento y el buen juego pasa a ser una quimera.
El partido en Avellaneda mostró dos etapas bien diferentes, y difícilmente eso haya sido casualidad: mientras el ambiente era insoportable, todo fue trabado y pegajoso. Cuando en la segunda mitad la sombra ocupó el campo empezó lo realmente bueno.
Cuarenta segundos después del descanso, Santiago Montiel sacó un remate de zurda que había buscado con escaso éxito durante los 45 minutos iniciales y la pelota se escapó apenas ancha. A los 6 minutos el conjunto cordobés, que hasta entonces no se había acercado al área de Rodrigo Rey, armó una muy buena maniobra por la izquierda que Alex Luna desperdició con todo en favor para cumplir con la ley del ex.
El primero, un golazo
En el ataque siguiente, Felipe Loyola, el jugador de más peso en el desarrollo, por despliegue y lucidez, limpió con claridad hacia la izquierda una acción que venía por el otro lado. Tomó la pelota Angulo y buscó a Diego Tarzia, que prolongó en corto hacia Luciano Cabral, y el 10, que no vivió una jornada favorable, hizo una asistencia sin tocar la pelota: abrió las piernas y dejó correr la pelota para la Pantera Negra colombiana, que con un zurdazo violento la mandó a la red.
El golazo le dio al Rojo la ventaja por la que había hecho méritos suficientes desde el inicio, confirmó que las neuronas funcionan mejor sin un calentador aplastando las cabezas y elevó al colombiano al nivel de Loyola, de Kevin Lomónaco y del rejuvenecido Iván Marcone en la consideración del hincha. El hombre llegado de Medellín disfrutó de su primera titularidad marcando su tercer gol en el campeonato, una cifra llamativa para alguien que no es delantero (contra Talleres, además, le quitaron otro en la línea), y le dio al equipo una vía de llegada con peligro cierto por su banda.
El segundo, de penal
Angulo es uno de los que en la primera mitad cumplieron la premisa de estirar bien la cancha hacia los costados; también, la de probar con disparos de media distancia para quebrar la resistencia defensiva de Instituto... y con la de no acertarle nunca al arco, tal como les ocurrió a Tarzia un par de veces, a Montiel, a Loyola...
En ese lapso, Yael Falcón Pérez gozó del protagonismo que suele pretender. Se trata de un árbitro que tiende a desfigurar su imagen tratando de atraer la atención sobre sí, ya sea con desafinados recitales de silbato, con celo exagerado en acciones menores o con gestos no siempre bien controlados. Esta vez, la agresividad que quiso imponer la Gloria –y que encontró rápida respuesta en el local– lo ayudó a cortar permanentemente el juego, a enseñar cuatro tarjetas amarillas en un cuarto de hora y a aumentar el malestar general.
Compacto de Independiente 2 vs. Instituto 0
Más tarde, en los 45 minutos finales, Falcón Pérez volvió a tener su tiempo. VAR mediante, anuló dos goles. El del posible 1-1 de Gastón Lodico, por fuera de juego de Nicolás Cordero en el toque previo, a los 11, y el muy festejado del 3-0 conseguido por Santiago Hidalgo, por otro off-side de difícil apreciación, a los 36. En medio, a los 23 minutos, vio falta en un empujón con el brazo en el cuello de Francis Mac Allister a Loyola, penal que Federico Mancuello transformó en el 2-0. Y sobre la hora se abstuvo de sancionar a algunos de los jugadores visitantes que increparon de manera insólita a Hidalgo por haber intentado marcar un tanto picando el balón sobre la salida del arquero (se fue alto).
Entre una cosa y otra, Independiente se dio el gusto de gestar otra actuación convincente ante un rival de posibilidades limitadas. Por la vocación ofensiva, por la pretensión de armar sociedades para avanzar con la pelota pegada al piso desde la salida del arco hasta la llegada al área ajena, y por el brillo de algunas figuras que tienen margen para seguir creciendo. Solo necesita, como el resto de los equipos de este país, que no lo obliguen a jugar en condiciones en las que sufren el cuerpo, la mente y el fútbol.