Flotar sin sobresaltos: el abecé de la batalla cultural

La salida del cepo le devolvió a Milei la iniciativa política que parecía haber empezado a perder; ahora se verá si la Argentina puede ser competitiva sin inflación

Abr 26, 2025 - 05:39
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Flotar sin sobresaltos: el abecé de la batalla cultural

La salida del cepo le devolvió a Milei un manejo de la iniciativa política que parecía haber empezado a perder con el caso $LIBRA. No solo lo tonificó en imagen, que tuvo una recuperación de entre 4 y 5 puntos según sondeos de la Casa Rosada, sino que descolocó en parte el discurso de la oposición y ofició como virtual relanzamiento del Gobierno. Pero el logro adelanta también los tiempos económicos y plantea una incógnita de fondo: ahora se pondrá a prueba si la Argentina sabe realmente vivir con un tipo de cambio flotante y, más aún, si puede ser competitiva sin inflación.

Todo un desafío para un país habituado a disimular sus ineficiencias debajo de precios de difícil registro y estancado en la productividad de 2006. Milei está obligado a recuperarla sin atajos, con reformas estructurales que en minoría parlamentaria parecerían imposibles. ¿Puede el país volver a crear empleo formal, clavado en derredor de los 6 millones desde 2012, con este régimen laboral? Sin tanto margen para subir precios porque la demanda no convalida todo y con esta presión tributaria, ¿cuál será la rentabilidad del sector privado?

Es la discusión que viene. En La Libertad Avanza preocupa más una eventual caída en la actividad que la inflación, algo que dan por superado para el año próximo. No pareció inocente que esta semana, en la entrevista con Cristina Pérez, Milei hiciera referencia al “shock regulatorio más grande de la historia de la Humanidad” que pretende aplicar, un programa que se llama “Burocracia 0” y que Sturzenegger prepara en deliberado silencio, tal vez porque teme no llegar al plazo estipulado, que es el 9 de julio. Desde entonces, cuando vencen las facultades delegadas que la Ley Bases le atribuye al Gobierno, lo que no se consiga deberá pasar por el Congreso.

“Las reformas de Fede”, dicen con sorna y cierta incomodidad en algunas áreas del Gobierno en las que advierten dificultades de aplicación o, peor, resistencias obvias por intereses sectoriales. La lista incluye temas sensibles como la propiedad intelectual, un desvelo de grandes empresas de semillas y laboratorios nacionales y, al mismo tiempo, eterno y taxativo reclamo de la Casa Blanca.

Pero son detalles dentro de un objetivo mucho más abarcador que es transformar a la Argentina en un país viable. Lo que debe estar viendo Kristalina Georgieva, jefa del FMI, obligada ayer a aclarar que su anhelo público de que el país no modifique “el rumbo en octubre” fue en realidad una recomendación al Gobierno, no a los votantes. Es bastante obvio en qué fuerzas pensaba: nunca el FMI había sido tan explícito al respecto. Que el resultado electoral no le sea indiferente muestra que la Argentina no es ni Uruguay ni Chile ni Brasil: la alternancia no parece todavía una opción para el establishment económico. Y menos bajo la condición de acreedor. Lo mismo se deduce del respaldo de Trump, que ve a Milei como su gran aliado en la región y está dispuesto a mantener el vínculo.

Es la era de lo no sutil. Scott Bessent, secretario del Tesoro norteamericano, decidió no serlo esta semana, durante un encuentro organizado por el JP Morgan y en el que, según consignó la agencia Bloomberg, dijo a representantes de bancos y fondos de inversión que su país estaba dispuesto a asistir a la Argentina con un desembolso propio en caso de shock externo. El Gobierno esperaba desde hacía tiempo esa declaración, acordada en realidad en febrero, durante una reunión que tuvieron en Washington Bessent y Luis Caputo durante la CPAC. Lo sabían muy pocos.

El ministro argentino se lo contó en ese momento a Santiago Caputo, asesor presidencial, que volvió a sacar el tema días después, el 25 de marzo, durante una reunión privada que tuvo en la Casa Rosada con Barry Bennett, uno de los asesores más influyentes de Trump. Bennett es un lobista de pocas palabras. Cuando el argentino le reiteró ahí que el gobierno argentino se conformaba solo con que Estados Unidos manifestara la intención de suministrar esos fondos en caso de ser necesario, también fue escueto: “Bueno, eso puedo hacerlo”, dijo. Y actuó en consecuencia.

El momento histórico ubica a ambas administraciones con intereses y necesidades compatibles. A los norteamericanos, por ejemplo, les sirve que Milei repita que la Argentina está dispuesta a un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Independientemente de si después se puede instrumentar.

Por eso no fue difícil conseguir el respaldo. Bessent y el ministro de Economía siguieron en contacto y de una de esas calls salió la posibilidad de que el secretario del Tesoro viniera a la Argentina. Cuando estuvo, hace dos lunes, el norteamericano no dijo nada del desembolso e incluso lo negó en un almuerzo en el Palacio Bosch con empresarios argentinos y de su país. Estaban Francisco de Narváez, Pierpaolo Barbieri, Marcelo Mindlin, Martín Genesio (AES), Javier La Rosa (Chevron) y representantes de Glencore, entre otros. ¿Era demasiado pronto para contarlo? Tal vez. En la Casa Rosada agradecen la cautela. Entienden que semejante declaración le habría restado importancia a la visita, un gesto diplomático en sí mismo que, en rigor, también se había adelantado al cronograma previsto. Porque la intención de ambos gobiernos había sido inicialmente que Bessent viniera al país semanas después y con una delegación más numerosa de inversores. Hay también negocios en el medio. Estados Unidos, por ejemplo, mira con atención el sector de la energía: necesita reemplazar la dependencia de uranio de Rusia, que provee el 20% de su matriz nuclear, y de petróleo de Medio Oriente.

Pero son apuestas a mediano y largo plazo para una Argentina que se juega el futuro en cada rueda cambiaria. Milei dice que no está preocupado. Ya anticipó que solo compraría reservas cuando el dólar tocara los 1000 pesos. ¿No le preocupa acumular reservas? ¿O son solo ganas de mostrarles a quienes pronosticaban una devaluación mayor que estaban equivocados? Respuestas que dará el tiempo. Es cierto que al Presidente le gusta exponer a quienes eventualmente, más adelante, podrían volver a objetarlo. Es una táctica. Pero hay también una cuestión de prioridades: antes que nada necesita que baje el riesgo país para poder pagar deuda renovándola, sin comprometer las reservas. Flujo mata stock. Por eso el ministro Caputo sigue con atención los movimientos de Fitch, la calificadora que anticipó días atrás que estaba dispuesta a mejorarle a la Argentina la nota crediticia.

Son razones que se analizan en un contexto global y local, y donde gravitan desde los aranceles de Trump y la respuesta de China hasta la posibilidad de que en la Argentina vuelva un proyecto político poco amigable con la inversión. El pochoclo de Albistur también cuenta. O, desde ya, la pelea entre La Libertad Avanza y Pro en la provincia de Buenos Aires.

En el Gobierno auguran un acuerdo electoral para ese distrito. Pero agregan que la negociación empezará en todo caso con el resultado puesto de la Capital Federal, donde encuestas propias anticipan una disputa pareja entre Adorni y Leandro Santoro. Según esos sondeos, el candidato oficialista estaba abajo y se recuperó después de la salida del cepo. En La Libertad Avanza agregan que, de todos modos, incluso si perdieran por poco con Santoro, esa derrota porteña sería un incentivo para llegar a un entendimiento con Pro, al que imaginan más relegado en los votos y, por lo tanto, débil. Tampoco pretenden, dicen, la extinción del macrismo: la idea es incorporar figuras al propio espacio respetando la pertenencia de cada uno. “No nos sirve que se parta Pro: lo vamos a necesitar unido para aprobar leyes”, proyectan. ¿Un interbloque que podría presidir Cristian Ritondo? ¿Aceptará Macri? Todo estará sujeto al éxito económico. A la posibilidad de que Milei logre lo que siempre pareció imposible: un tipo de cambio libre sin sobresaltos. La cuadratura del círculo argentino. El abecé de su famosa batalla cultural es aprender a flotar.