Hace un año, el barril de petróleo Brent coqueteaba con los 100 dólares. Doce meses después, y con los aranceles de Donald Trump activados –aunque con la promesa de una pausa a ciertos países–, el suelo de los 60 dólares está a punto de romperse. La situación deja vencedores y vencidos. Por un lado, la caída del crudo –y el impacto en los productos derivados para elaborar combustible– provocará un ahorro de estos en los procesos de producción, y, por tanto, amortiguará la potencial subida de la inflación que se prevé. El castigo será para las compañías petroleras, que además deberán reenfocar parte de su negocio si la situación se prolonga. Mientras, el mercado del gas, que también ha caído...
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