El moderno Hospital Provincial. Entre la Dictadura y la República (1927-1933)

En 1925 la Diputación de Toledo había adquirido el llamado Cigarral del Alcázar donde se asentaría el moderno Hospital Provincial, o de la Misericordia. Atrás quedaban las discusiones entre remozar el viejo caserón de la plaza de Padilla que, desde el siglo XVII, acogía la función sanitaria, y quienes defendían construir otro nuevo fuera de las murallas. En un anterior artículo (19-01-2025) abordamos un fallido intento, en 1911, para alzarlo junto a la carretera de Madrid antes de hallar un lugar idóneo en un paraje próximo al castillo de San Servando. Comprado el terreno, se aceleró el proceso administrativo para edificar el ansiado establecimiento, cuyas obras discurrirían entre 1927 y 1931, inaugurándose en 1933. Y es que, en aquel período, a los limitados recursos de la Diputación Provincial se agregaron los cambios políticos del país que transitaba del gobierno de un Directorio Militar a la Constitución republicana. Así pues, repasemos como fue el proceso vivido en este contexto. En marzo de 1925, dos meses antes de comprar el terreno, la Corporación designó un grupo de trabajo para presentar las bases del futuro Hospital que cubriesen todas las necesidades «médico-administrativas». Lo prepararon el arquitecto provincial Ezequiel Martín y tres médicos: Ángel Moreno, Marcelo García y Ramón Delgado . Así, el 5 de diciembre siguiente, el Pleno aprobó un concurso de proyectos y las cuestiones básicas. Con un techo de dos millones de pesetas, el futuro complejo debería tener 220 camas repartidas en cinco pabellones: cirugía, quirófano, de infecciosos, medicina general y tuberculosos, más los destinados a la Administración y a las Hermanas de la Caridad con la capilla. Se incluían el abastecimiento de agua, la evacuación de aguas al Tajo y el depósito de cadáveres entre otros obligados servicios. En marzo de 1926 se registraron siete propuestas que estudió un jurado formado por el presidente de la Diputación, Leopoldo Díaz, dos diputados, el médico de la Beneficencia, el inspector provincial de Sanidad y tres arquitectos: el citado Ezequiel Martín, que se jubilaría a finales de 1926, con Amós Salvador Carreras, de la Sociedad Central de Arquitectos de Madrid, y Luis Bellido González de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Hubo tres propuestas firmadas individualmente y cuatro por equipos con dos o tres miembros. Entre todos los nombres hallamos técnicos asociados a Toledo: Felipe Heredero Igarza, un estudioso de la arquitectura local (1920), Jesús Carrasco Muñoz que ideó el Edifico de Talleres de la Escuela Artes (1924) y Ángel de Granda Villar, que trazó varias torres eléctricas neomudéjares (1928). Otro equipo estaba compuesto por Sixto Cámara Niño y Jose María de la Vega Samper, este último había nacido en Toledo y fue arquitecto auxiliar municipal en 1924. Los arquitectos Manuel Soler Agustín y Augusto Sanz Marcos contaron con el apoyo del ingeniero de la Diputación, el torrijeño José Gallarza Cebeira. El proyecto finalista con un accésit de 2.000 pesetas lo firmaron los hermanos Javier y Luis Ferrero Llusiá y Álvaro González Saz que había realizado el Hotel París en la cuesta del Alcázar (1916). En mayo de 1926, la idea ganadora, elegida por unanimidad y «con notable diferencia de los demás», fue la de Manuel Sánchez-Arcas, Luis Lacasa y Francisco Solana que recibirían 4.000 pesetas más los honorarios del proyecto. El primero fue nombrado arquitecto provincial en mayo de 1927, pero dimitió en 1931 al ser elegido arquitecto-director de la Ciudad Universitaria de Madrid. La subasta de las obras, fijadas en dos años y presupuestadas en 1.884.688,77 pesetas, se adjudicaron al contratista toledano Manuel Gutiérrez en 1.674.922,91. El 31 de marzo de 1927 el deán Polo Benito bendijo la primera piedra con la presencia de Martínez Anido, ministro de la Gobernación. Aquellas obras podrían mitigar la falta de trabajo que vivían los obreros en la ciudad ante la reducción de 600 empleos en la Fábrica de Armas, el paralizado proyecto del nuevo puente de Alcántara, las lentas obras del ferrocarril a Bargas y las exiguas inversiones del Estado para levantar, entre otras demandas, una Audiencia, Correos, el cuartel de la Guardia Civil, un grupo escolar y la carretera de circunvalación. Las obras del hospital, según la prensa obrera, no empleó tantos jornaleros como se habían prometido. A pesar de ser un encargo de la propia Diputación, los sindicatos denunciaban a la contrata por no abonar las pagas estipuladas, abusar en las condiciones laborales, despidos y algunos accidentes. En enero de 1930, la dimisión del general Primo de Rivera al frente del Directorio implicó revisar todos los planes en curso. En este contexto, Alfredo van den-Brule, el último alcalde monárquico de Toledo, con energía y a pesar de amenazar con dejar el cargo, no lograría que el Gobierno ejecutase los proyectos pendientes. En marzo corrió un rumor, la Diputación, vistas sus arcas, podría vender el hospital ante el gasto de su inmediato f

Feb 18, 2025 - 12:10
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El moderno Hospital Provincial. Entre la Dictadura y la República (1927-1933)
En 1925 la Diputación de Toledo había adquirido el llamado Cigarral del Alcázar donde se asentaría el moderno Hospital Provincial, o de la Misericordia. Atrás quedaban las discusiones entre remozar el viejo caserón de la plaza de Padilla que, desde el siglo XVII, acogía la función sanitaria, y quienes defendían construir otro nuevo fuera de las murallas. En un anterior artículo (19-01-2025) abordamos un fallido intento, en 1911, para alzarlo junto a la carretera de Madrid antes de hallar un lugar idóneo en un paraje próximo al castillo de San Servando. Comprado el terreno, se aceleró el proceso administrativo para edificar el ansiado establecimiento, cuyas obras discurrirían entre 1927 y 1931, inaugurándose en 1933. Y es que, en aquel período, a los limitados recursos de la Diputación Provincial se agregaron los cambios políticos del país que transitaba del gobierno de un Directorio Militar a la Constitución republicana. Así pues, repasemos como fue el proceso vivido en este contexto. En marzo de 1925, dos meses antes de comprar el terreno, la Corporación designó un grupo de trabajo para presentar las bases del futuro Hospital que cubriesen todas las necesidades «médico-administrativas». Lo prepararon el arquitecto provincial Ezequiel Martín y tres médicos: Ángel Moreno, Marcelo García y Ramón Delgado . Así, el 5 de diciembre siguiente, el Pleno aprobó un concurso de proyectos y las cuestiones básicas. Con un techo de dos millones de pesetas, el futuro complejo debería tener 220 camas repartidas en cinco pabellones: cirugía, quirófano, de infecciosos, medicina general y tuberculosos, más los destinados a la Administración y a las Hermanas de la Caridad con la capilla. Se incluían el abastecimiento de agua, la evacuación de aguas al Tajo y el depósito de cadáveres entre otros obligados servicios. En marzo de 1926 se registraron siete propuestas que estudió un jurado formado por el presidente de la Diputación, Leopoldo Díaz, dos diputados, el médico de la Beneficencia, el inspector provincial de Sanidad y tres arquitectos: el citado Ezequiel Martín, que se jubilaría a finales de 1926, con Amós Salvador Carreras, de la Sociedad Central de Arquitectos de Madrid, y Luis Bellido González de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Hubo tres propuestas firmadas individualmente y cuatro por equipos con dos o tres miembros. Entre todos los nombres hallamos técnicos asociados a Toledo: Felipe Heredero Igarza, un estudioso de la arquitectura local (1920), Jesús Carrasco Muñoz que ideó el Edifico de Talleres de la Escuela Artes (1924) y Ángel de Granda Villar, que trazó varias torres eléctricas neomudéjares (1928). Otro equipo estaba compuesto por Sixto Cámara Niño y Jose María de la Vega Samper, este último había nacido en Toledo y fue arquitecto auxiliar municipal en 1924. Los arquitectos Manuel Soler Agustín y Augusto Sanz Marcos contaron con el apoyo del ingeniero de la Diputación, el torrijeño José Gallarza Cebeira. El proyecto finalista con un accésit de 2.000 pesetas lo firmaron los hermanos Javier y Luis Ferrero Llusiá y Álvaro González Saz que había realizado el Hotel París en la cuesta del Alcázar (1916). En mayo de 1926, la idea ganadora, elegida por unanimidad y «con notable diferencia de los demás», fue la de Manuel Sánchez-Arcas, Luis Lacasa y Francisco Solana que recibirían 4.000 pesetas más los honorarios del proyecto. El primero fue nombrado arquitecto provincial en mayo de 1927, pero dimitió en 1931 al ser elegido arquitecto-director de la Ciudad Universitaria de Madrid. La subasta de las obras, fijadas en dos años y presupuestadas en 1.884.688,77 pesetas, se adjudicaron al contratista toledano Manuel Gutiérrez en 1.674.922,91. El 31 de marzo de 1927 el deán Polo Benito bendijo la primera piedra con la presencia de Martínez Anido, ministro de la Gobernación. Aquellas obras podrían mitigar la falta de trabajo que vivían los obreros en la ciudad ante la reducción de 600 empleos en la Fábrica de Armas, el paralizado proyecto del nuevo puente de Alcántara, las lentas obras del ferrocarril a Bargas y las exiguas inversiones del Estado para levantar, entre otras demandas, una Audiencia, Correos, el cuartel de la Guardia Civil, un grupo escolar y la carretera de circunvalación. Las obras del hospital, según la prensa obrera, no empleó tantos jornaleros como se habían prometido. A pesar de ser un encargo de la propia Diputación, los sindicatos denunciaban a la contrata por no abonar las pagas estipuladas, abusar en las condiciones laborales, despidos y algunos accidentes. En enero de 1930, la dimisión del general Primo de Rivera al frente del Directorio implicó revisar todos los planes en curso. En este contexto, Alfredo van den-Brule, el último alcalde monárquico de Toledo, con energía y a pesar de amenazar con dejar el cargo, no lograría que el Gobierno ejecutase los proyectos pendientes. En marzo corrió un rumor, la Diputación, vistas sus arcas, podría vender el hospital ante el gasto de su inmediato funcionamiento. En diciembre acabaron las obras, liquidadas en 2,04 millones de pesetas. El complejo se recibió en enero de 1931. Después se trabajó en el vallado, el colector y los accesos exteriores. A finales de aquel año, para poder inaugurar el hospital, la nueva corporación republicana solicitó 100.000 pesetas al Gobierno. Durante 1932 se procedió a organizar la plantilla necesaria y disponer de todos los equipamientos. En diciembre comenzó al traslado de enfermos desde la antigua sede de la plaza de Padilla. Por fin, la tarde del viernes 20 de enero de 1933 acogió la inauguración oficial con la presencia del presidente de la República, Alcalá Zamora, el jefe de Gobierno, Manuel Azaña, el gobernador civil, José Fiscer , el alcalde Perezagua y demás autoridades. La comitiva, acompañada por el director del hospital, el doctor Ramón Delgado, recorrió las dependencias con el personal de servicio. Hubo discursos en el salón de actos, el Himno de Riego interpretado por la banda de la Academia, un lunch y el reparto de un álbum fotográfico del flamante complejo realizado por Casa Rodríguez . Al día siguiente, a pesar de ciertas quejas de los pacientes, el público pudo visitar el conjunto mientras la banda del Asilo interpretaba «selectas composiciones». El Hospital de Toledo, junto a los de Logroño (1930), Granada (1931), San Sebastián (1933) y el Clínico de San Carlos de la Ciudad Universitaria de Madrid (1934), se consideran los modelos de la arquitectura hospitalaria que surgía en España gracias a una joven generación de arquitectos. Entre ellos, destacaron especialmente, Sánchez-Arcas y Luis Lacasa que, tras viajar por el extranjero, ensayaron aquí un singular modelo. Según Pedro Navascués (1991) el hospital toledano «fue posiblemente el primer hospital moderno entre nosotros», contemporáneo a lo que «se hacía en Europa».