¿El MAGA como impulsor del MEGA?
Europa ha cobrado conciencia de la gravedad de la situación y está volcada en responder en la medida requerida

El ya célebre lema de la campaña electoral de Donald Trump, popularizado en todo tipo de articulos de merchandising, gorras, camisetas, banderines, tazas, pulseras y demás, Make America great again, Haz América grande de nuevo, se ha materializado en los primeros cien días del mandato de un presidente norteamericano más turbulentos, oscilantes y volátiles de la historia de Estados Unidos. Cual alazán en cacharrería, el despegue del segundo mandato del magnate neoyorquino se ha caracterizado por hacer trizas el conjunto de supuestos consolidados desde el final de la Segunda Guerra Mundial que han regido las relaciones entre la gran potencia mundial y sus socios del Viejo Continente. Un comercio fluido entre ambas orillas del Atlántico, un moviminto de capitales y servicios en los dos sentidos de notables intensidad y dinamismo, una estrecha cooperación en el campo de la defensa concretado en la OTAN, una constante aportación de cerebros europeos a las grandes universidades y centros de investigación estadounidenses, una acción casi siempre acordada en el terreno diplomático y de las relaciones internacionales y la garantía de seguridad que el ejército más potente del mundo y su formidable arsenal nuclear han venido proporcionando a Europa durante ocho décadas frente a cualquier posible ataque procedente del Este.
Tanto los gobiernos nacionales de los Estados Miembros de la UE como las instituciones comunitarias han reaccionado, salvo contadas excepciones, cerrando filas y emprendiendo un camino de reforzamiento de sus mecanismos de acción común y de búsqueda decidida de su autonomía estratégica, tanto económica como de seguridad
Esta estructura múltiple que creíamos estable se ha venido abajo en tres meses de decisiones erráticas, sobresaltos continuos, amenazas bravuconas y provocaciones abruptas procedentes del Despacho Oval de la Casa Blanca. Guerra comercial, acoso a Ucrania, ambigüedad frente al tirano de Moscú, pretensiones anexionistas delirantes incomodando a aliados tradicionales, soluciones fantasiosas para la guerra de Gaza y una amplia variedad de declaraciones, gestos y mensajes en las redes que mantienen al planeta en vilo, a los gobiernos en el desconcierto y a no pocos de los propios votantes de Trump entre la duda y la zozobra.
Sin embargo, este alud de perturbaciones lanzado desde Washington ha tenido un efecto distinto al que el excéntrico empresario inmobiliario y del show business probablemente esperaba. Tanto los gobiernos nacionales de los Estados Miembros de la UE como las instituciones comunitarias han reaccionado, salvo contadas excepciones, cerrando filas y emprendiendo un camino de reforzamiento de sus mecanismos de acción común y de búsqueda decidida de su autonomía estratégica, tanto económica como de seguridad. En particular, el eje vertebral franco-alemán ha reiterado su total apoyo a la martirizada Ucrania, rechazado cualquier acuerdo de paz con Rusia que recompense su cruel e ilegítima agresión a un estado vecino y soberano y está tomando una serie de medidas que, lejos de plegarse a las presiones de Trump, le permitan por el contrario resistirlas y mantener sus objetivos políticos y comerciales a escala global.
Destaca en este contexto de cambio la voluntad de la UE de incrementar su gasto en defensa aplicando 800.000 millones de euros a este proyecto de ampliación de sus medios de disuasión para no depender de Estados Unidos en un área tan necesaria como sensible. El espectacular giro de Alemania, que ha renunciado a su hasta ahora sagrada contención del déficit y del endeudamiento para emprender resueltamente un rearme masivo, junto con el compromiso francés de poner su capacidad nuclear al servicio del conjunto europeo, son una muestra de que Europa ha cobrado conciencia de la gravedad de la situación y está volcada en responder en la medida requerida. Hasta el Reino Unido, pese al Brexit y a su tan cacareada “relación especial” con Estados Unidos, se ha alineado con la UE y se ha manifestado dispuesto a enviar tropas de mantenimiento de la paz a territorio ucraniano tras un hipotético futuro pacto entre Ucrania y Rusia que acabe con la actual carnicería.
Urgencia del mercado único
Los completos y extraordinarios informes de Mario Draghi y de Enrico Letta sobre las reformas que la UE debe afrontar si quiere solucionar su falta de competitividad y de innovación comparadas con las norteamericanas han aparecido justo en el momento oportuno para sacudir la conciencia de la sociedad europea, despertarla de su letargo complaciente de poder blando y de benéfico ente redistributivo y convencerla de la urgencia de culminar de verdad el mercado único en todos sus aspectos, muy especialmente el de capitales, con la puesta en marcha de la denominada Unión del Ahorro y la Inversión que facilite a las empresas el acceso a recursos financieros de ámbito paneuropeo y mitigue el notable flujo de los excedentes producidos en los Estados Miembros hacia los mercados transatlánticos en busca de rendimientos más rápidos y atractivos.
Estamos asistiendo, pues, a la paradoja de que el grandilocuente MAGA se traduzca, en contra de las previsiones de su agresivo adalid, en el impulsor del MEGA, Make Europe great again. Ojalá sea así, cumpliéndose la arcana sentencia de que los caminos del Altísimo son inescrutables, incluso para Donald Trump.
Alejo Vidal-Quadras