El estigma de las drogas también afecta a las mascotas y retrasa la atención veterinaria
Quienes se sentían más discriminados eran también los más propensos a desconfiar del veterinario.

Un estudio exponía recientemente el preocupante aumento de animales de familia intoxicados por cocaína en el entorno doméstico, un fenómeno que crece de la mano de un mayor acceso y consumo en espacios compartidos con animales. Ahora, un nuevo estudio va un paso más allá y pone el foco en una realidad incómoda y silenciada: la de quienes, ante una situación de emergencia, no acuden al veterinario por miedo al juicio social o a las consecuencias legales.
El grupo de investigadoras de Vancouver (Columbia Británica) han estudiado el impacto del estigma asociado al consumo de drogas en el acceso a la atención veterinaria en casos de intoxicación accidental de animales de compañía. Sus conclusiones, publicadas en Frontiers in Veterinary Science, muestran que el temor a ser denunciados, perder la custodia del animal o enfrentarse a la discriminación condiciona la decisión de muchos cuidadores, especialmente en poblaciones vulnerables.
Dos muestras, un mismo miedo
El equipo encuestó a dos grupos de personas con animales: por un lado, una muestra general reclutada por internet con 82 participantes; por otro, una muestra presencial de 32 personas procedentes de programas de servicios sociales que reciben ayuda por sus bajos ingresos y residentes de uno de los barrios más marginados de Vancouver. A quienes no habían vivido una intoxicación real se les planteó un escenario hipotético.
En el grupo de personas que respondieron a un escenario hipotético, un 78% manifestó una preocupación muy concreta: el temor a que el veterinario pudiera tomar medidas como llamar a la policía y retirarles la custodia del animal. Este miedo no surgía de forma aislada, sino que estaba estrechamente ligado a experiencias previas de discriminación. Los encuestados que se sentían más discriminados en su vida cotidiana eran también los más propensos a desconfiar de acudir al centro veterinario. Como consecuencia directa de esa percepción, muchos anticipaban que, en una situación real de la intoxicación de su mascota, optarían por ocultar información crucial durante la consulta, como el tipo de droga ingerida por el animal o las circunstancias exactas en las que ocurrió la intoxicación.
Por su parte, entre quienes habían vivido una situación real de intoxicación accidental con su animal de familia, poco más de la mitad (50%) acudió al veterinario en busca de ayuda profesional. Sin embargo, entre quienes no lo hicieron, las razones iban más allá de la autogestión y algunos confiaban en poder resolverlo por su cuenta con tratamientos caseros, pero otros admitieron que fue el miedo a ser juzgados, discriminados o incluso castigados durante la visita a la clínica veterinaria lo que los disuadió de acudir.
Un temor que pone vidas en peligro
Aunque pueda parecer anecdótico, las autoras del estudio insisten en que esta reticencia tiene graves consecuencias. El veterinario es el único profesional capacitado para evaluar y tratar una intoxicación, y cualquier demora puede agravar el pronóstico del animal.
Por ende, las investigadoras señalan que la clave está en reducir las barreras de acceso a la atención veterinaria y formar a los profesionales para generar espacios seguros y libres de prejuicios. La confianza es esencial en estos contextos, tanto para salvaguardar el bienestar animal como para construir una relación de ayuda con el responsable.
El estigma, concluyen, no solo daña a las personas. Puede también costar vidas que, en este caso, no tienen voz para explicar lo ocurrido ni pedir ayuda.
Referencia:
- Drug use stigma, accidental pet poisonings, and veterinary care: Results from a survey of pet owners in Vancouver, British Columbia. Chloe Chambers, Lexis H. Ly y Alexandra Protopopova. Frontiers in Veterinary Science (2025)