El Cónclave 2025: encrucijada ideológica 

Forbes México. El Cónclave 2025: encrucijada ideológica  Durante el pontificado de Francisco, se evidenció un giro pastoral hacia una Iglesia más abierta al diálogo, comprometida con causas sociales y con una fuerte presencia en temas como el cambio climático, la migración y la desigualdad. El Cónclave 2025: encrucijada ideológica  Arlene Ramírez Uresti

Abr 23, 2025 - 17:34
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El Cónclave 2025: encrucijada ideológica 

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El Cónclave 2025: encrucijada ideológica 

Tras la muerte del Papa Francisco, la Iglesia Católica se encamina hacia uno de los procesos más trascendentales de su historia reciente: el Cónclave de 2025. En una era marcada por una creciente polarización ideológica, una secularización progresiva en Occidente y la emergencia del Sur Global como nuevo epicentro del catolicismo, la elección del próximo pontífice representa una coyuntura crítica no solo para la institución eclesial, sino también para su papel en la geopolítica internacional, la diplomacia interreligiosa y los debates morales del siglo XXI.

Durante el pontificado de Francisco, se evidenció un giro pastoral hacia una Iglesia más abierta al diálogo, comprometida con causas sociales y con una fuerte presencia en temas como el cambio climático, la migración y la desigualdad. No obstante, esta apertura también suscitó tensiones internas. El próximo Cónclave se celebrará bajo el signo de esta tensión entre tres grandes corrientes: los moderados, que buscan una continuidad evolutiva del legado franciscano; los liberales, que presionan por reformas estructurales profundas; y los conservadores, que anhelan un retorno a una interpretación más estricta de la doctrina y la liturgia.

La corriente moderada, mayoritaria entre los cardenales nombrados por el Papa Francisco, apuesta por mantener el enfoque pastoral sin fracturar la unidad doctrinal y  mostrando sensibilidad ante los retos sociales sin abandonar la ortodoxia doctrinal. Su propuesta es una Iglesia abierta, pero con fundamentos claros, capaz de dialogar con el mundo sin perder su identidad.

Por otro lado, los liberales representan una minoría con fuerte presencia en sectores eclesiásticos europeos y norteamericanos. Plantean debates como la ordenación de mujeres, el celibato opcional, el reconocimiento de nuevas formas de familia y la ampliación de la participación laical. Ven en el cónclave una oportunidad histórica para actualizar la estructura institucional del Vaticano y responder con mayor audacia a las transformaciones sociales contemporáneas.

En contraposición, los conservadores —con respaldo en regiones como África, Europa del Este y sectores de América Latina— promueven una restauración de la liturgia tradicional, la reafirmación de la moral sexual católica y una visión eclesial más jerárquica. Consideran que el enfoque de Francisco ha debilitado la claridad doctrinal y ha abierto la puerta a interpretaciones ambiguas de la fe.

Más allá de la dimensión interna, el Cónclave de 2025 enfrenta retos estratégicos de gran magnitud. En primer lugar, la necesidad de revitalizar la presencia de la Iglesia en un mundo cada vez más secularizado, particularmente en Europa. En segundo lugar, consolidar su expansión y liderazgo espiritual en África y Asia, donde el catolicismo crece aceleradamente. En tercer lugar, fortalecer su influencia ética y moral en la gobernanza global, especialmente en temas como el cambio climático, la justicia económica y la paz internacional.

Asimismo, la Iglesia debe afrontar crisis de credibilidad institucional y una progresiva desconexión entre el clero y los fieles jóvenes. La figura del nuevo pontífice deberá no solo ser carismática, sino también profundamente consciente del nuevo mapa social y cultural del siglo XXI.

Este Cónclave no será únicamente un proceso de sucesión espiritual, sino una batalla ideológica y geopolítica que definirá el rostro de la Iglesia Católica en las próximas décadas. En un mundo cada vez más fragmentado, el nuevo Papa tendrá la misión de ser puente: entre tradición y modernidad, entre norte y sur, entre fe y razón. El desafío no es menor: restaurar la credibilidad, renovar la misión y reconciliar las diferencias internas para que la Iglesia siga siendo un actor central en la historia de la humanidad.

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