El apagón tiene un culpable: Teresa Ribera
A falta de saber exactamente cuál fue la causa inmediata de las dos caídas de la producción de electricidad que Red Eléctrica no pudo levantar ni contener, y que provocaron el mayor apagón de nuestra historia, sí ha quedado una cosa meridianamente clara: el sistema presentaba una enorme debilidad por el exceso de energía fotovoltaica en … Continuar leyendo "El apagón tiene un culpable: Teresa Ribera"

A falta de saber exactamente cuál fue la causa inmediata de las dos caídas de la producción de electricidad que Red Eléctrica no pudo levantar ni contener, y que provocaron el mayor apagón de nuestra historia, sí ha quedado una cosa meridianamente clara: el sistema presentaba una enorme debilidad por el exceso de energía fotovoltaica en el mix. Y de eso hay un claro culpable: Teresa Ribera.
Ribera ha sido probablemente la ministra más dañina que ha tenido Sánchez, y mira que el listón está alto con casos como Yolanda Díaz o Nadia Calviño (María Jesús Montero es insufrible, pero es un cero a la izquierda). Lo ha sido porque ha impuesto una política energética basada exclusivamente en la ideología, en este caso el talibanismo ecologista, sin tener en cuenta las necesidades reales y las posibilidades técnicas.
Eso se ha traducido en unas oscilaciones brutales del precio de la luz, en la quiebra de múltiples pequeñas empresas que se apuntaron a la burbuja renovable provocada por ella y, a la postre, en un apagón que tarde o temprano iba a ser inevitable, según la propia sucesora de Ribera, la también polémica Sara Aagesen (parece que para ser ministra de Transición Ecológica es requisito necesario tener un marido trincón).
El diabólico PNIEC
Este talibanismo se deriva de la ideología woke o nuevo orden mundial (llámenlo como quieran), emanada desde los demócratas estadounidenses y ahora cortada de raíz por Donald Trump. Ribera se puso al frente de la manifestación verde y elaboró el documento más diabólico que ha salido de este Gobierno: el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima).
Un plan que establecía unos objetivos de generación renovable calculados exclusivamente porque yo lo valgo. Que nadie está en contra de las renovables, pero no se pueden implantar a lo loco sin ninguna base técnica (las renovables no pueden generar toda la energía porque se cae la red, que necesita hidroeléctrica, nuclear o gas para su estabilidad) y sin tener en cuenta las necesidades de la economía, ni la capacidad de las redes, ni el precio de la luz, ni las consecuencias en las centrales existentes.
De hecho, su integrismo se cebó con las nucleares, a las que impuso un calendario de cierre porque sí y subió los impuestos a la estratosfera. Una cosa fascinante esto del odio de la izquierda a las nucleares, cuando están libres de emisiones y generan energía barata (antes de impuestos). Por supuesto, Ribera no tuvo en cuenta que, entonces, el sistema dependería totalmente del gas… con las consecuencias que vimos al estallar la guerra de Ucrania.
La burbuja renovable
Con los objetivos de ese plan, multitud de pequeños inversores se lanzaron a crear instalaciones renovables, sobre la base de una rentabilidad garantizada por Ribera, actualmente del 7,1%. Además, cuando el megawatio estaba a 200 euros, era un gran negocio renunciar a subvenciones anteriores al PNIEC para vender la luz a mercado o montar negocios basados en la instalación de paneles solares en las viviendas y el autoconsumo.
Tal fue la oleada, que hay mucha más capacidad renovable de la que puede absorber la demanda y la red actuales, que se ha quedado obsoleta. Que esa es otra: Ribera se negó a retribuir la inversión para mejorar las redes, que no dan más de sí y no podrían soportar una futura popularización del coche eléctrico, por ejemplo.
Así, hemos llegado a lo que se llama «punto de saturación» de la fotovoltaica (la renovable que más se ha instalado porque requiere menos inversión) y eso hace que el mercado no funcione. La propia Ribera lo vio venir en 2021 cuando subió el precio de la luz en las horas diurnas y lo bajó en las nocturnas y nos mandó a planchar a las 2 de la mañana, ¿se acuerdan? A pesar de eso, el exceso de producción solar más la hidráulica han llevado los precios del pool a cero o a entrar en negativo en muchos días.
Eso ha creado un círculo vicioso: las fotovoltaicas se arruinan con esos precios pero, aun así, tienen que colocar su electricidad para cobrar las subvenciones (tienen que lograr una producción mínima), con lo que a su vez pujan a la baja en el precio. Un suicidio en toda regla que tiene al borde de la quiebra a numerosas empresas como EiDF, Solartec u Holaluz.
El apagón
Pero lo más grave son las consecuencias para el sistema. Al tener esta avalancha de producción fotovoltaica que tira los precios de la luz, el Gobierno a través de su brazo armado, Red Eléctrica, mete toda la que puede en el famoso mix de generación. Y esa orden de Ribera provoca una enorme vulnerabilidad que ha desembocado en el apagón de esta semana.
Seguro que estos días han oído o leído a multitud de «expertos» hablando de sincronía, frecuencia, inercia y otros conceptos físicos relacionados con la red eléctrica. Quédense con lo importante: la estabilidad de la red necesita centrales con peso y con turbinas que giren, es decir, nucleares, de gas (ciclo combinado), hidroeléctricas o de carbón. Estas centrales se ajustan automáticamente para generar más electricidad cuando sube la demanda y producir menos cuando baja, pero las renovables no. De hecho, las renovables se desconectan automáticamente cuando hay una perturbación, como ocurrió el lunes.
Por eso, no se puede generar el 100% de la energía con renovables (en el futuro tal vez, si se desarrolla y abarata el almacenamiento).
De este modo, en cuanto ha habido una perturbación importante en la red – cuyas causas están lejos de aclararse- no había suficientes centrales de las que dieran estabilidad y el sistema entero se fue a hacer gárgaras: apagón. ¿Se puede volver a repetir? Pues claro, si Red Eléctrica sigue haciendo lo mismo. Esperemos que no: ya al día siguiente del apagón el mix registró mucha más presencia de gas e hidráulica y mucha menos solar. En todo caso, los portugueses no se fían de nosotros, con razón, y se han desconectado de nuestra red por si acaso.
Ribera se convierte a la fe nuclear
El exceso de renovables y el castigo a la nuclear de Ribera -con la subida de impuestos, muchos días no les renta verter a la red, de ahí que estuviera parado la mitad del parque el lunes- también explica que España siga importando gas a espuertas. Y, como el Gobierno ha cabreado a Argelia con el Sáhara y nos ha cerrado el gasoducto que viene por Marruecos, hemos disparado la compra de este combustible a la Rusia de Putin. Otro exitazo de Ribera. Y menos mal que este año ha sido muy lluvioso; cuando venga la sequía, la luz se disparará por los precios del gas.
Para terminar, recuerden que la ex ministra también tiene un ansia de poder nada disimulada: decidió desgajar la energía de la CNMC con la creación de la CNE (Comisión Nacional de la Energía) para mangonear en ella junto a su marido, el inefable Mariano Bacigalupo. Un proyecto que, de momento, duerme el sueño de los justos tras su marcha a la Comisión Europea.
Finalmente, desde su puesto de comisaria, ahora Ribera se ha vuelto pro nuclear: le han hecho ver cuál la realidad de las cosas que en España Ribera prefería ignorar con el daño que nos ha hecho y que ha desembocado en el apagón. Bruselas bien vale un átomo.