Diana Navarro triunfa en el Real: música española hecha experiencia social

Así fue el concierto con el que Diana Navarro ha celebrado su veinte aniversario en los grandes escenarios.

Abr 7, 2025 - 16:30
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Diana Navarro triunfa en el Real: música española hecha experiencia social

Ocho de la tarde de un seis de abril. Chulapas y chulapos bailan sin salirse de su azulejo en las puertas del Teatro Real de Madrid. En su interior, los ojos de la expectación están puestos en un escenario en el que está a punto de aparecer Diana Navarro para celebrar los veinte años en la música. Pero no. Ella directamente brota entre el público, que se la encuentra a su lado. Están las divas que bajan infinitas escaleras doradas y, luego, están las artistas del pueblo, que son como tú. Aunque no se parezcan a ti.

El silencio se rompe por una voz que es expresiva hasta cuando calla. Diana empieza el espectáculo cantando La Gente y En una esquina cualquiera, de Quintero, León y Quiroga, con las que comenzó a destacar en concursos hace treinta años. Un sueño cumplido, dice. Agotar las entradas del Teatro Real no está al alcance de cualquiera. Y Diana no viene solo a actuar, viene sobre todo a disfrutarlo. Se nota que ha aprendido que la vida es invertir en recuerdos. Y mejor si son compartidos.

Objetivo de felicidad cumplido. Da igual que seas fan o no de la copla. Da igual que seas experto o no en flamenco. La buena música es la que pone desprejuiciada banda sonora a nuestra vida y Diana logra cosquillear los sentidos recordando que la mejor tradición es la que se da la vuelta como un calcetín hasta ser perpetua modernidad. Hasta las suspicacias se caen de las miradas cuando la música habla de cómo somos sin miedo a verbalizar los 'te quieros'. Los de verdad, los de mentira, los que se quedaron por el camino.

De versionar a La Piquer con su himno que reivindica el amor entre mujeres homosexuales, Se dice, al Ya no estoy Sola de la propia Diana dando las gracias al público que la ha convertido en quién es. Porque uno solamente es independiente de verdad cuando se percata de que las personas jamás somos autosuficientes. Y ahí se crece la libertad escénica de Diana Navarro que convierte el concierto en una fiesta que no solo se ve, sobre todo se siente. Y qué importante para sentir es la congregación de nuestra cultura. Las lágrimas saltaron a más de uno de los asistentes con la aparición de la banda de cornetas y tambores de la Cofradía de Jesús Cautivo de su ciudad, Málaga, mientras Diana interpretaba una saeta. Todo con sus zapatos brillantes a los pies de un escenario del Real por el que se entremezcló lo mejor de la realidad y lo mejor de la fantasía, esa que nos otorga la esperanza de permitirnos creer. Incluso imposibles.

Otro de los momentos estelares los protagonizó la soprano Mariola Cantero con la que Diana hizo una hipnótica versión de Mira lo que te has perdido. Tampoco se lo perdieron la cantaora Marina Heredia o Juan Valderrana, que coronó la melena de Diana con el último sombrero con el que actuó su padre, Juanito Valderrama. En la esquina del escenario, asomando tras el telón, se veía cómo un brazo se estiraba elásticamente. Un móvil familiar estaba intentando grabar el momento fugaz para acercarlo a la inmortalidad. Y, por último, mención requetespecial para la bailaora La Lupi, que desde que entró en las tablas no se podía parar de mirarla. Maestra en dejar las bocas abiertas con el oficio de convertir el sonido en cuerpo, el alma en movimiento, las mariposas en el estómago en flamenco.

Con tanto remolino literal de danza hecha sentimientos, La Lupi perdió un pendiente. Que la madre de Diana, en primera fila, recogió del suelo para que no se perdiera a lo Lola Flores. Anécdota de una noche en la que una vez más Diana Navarro convirtió la emoción invisible en la alegría de los sentimientos tangibles. Porque Diana transforma la solemnidad de la copla en la naturalidad de ejercer los afectos que nos unen, en un mundo que gastamos tiempo de más en aquello que nos separa. Un concierto de aniversario que, finalmente, fue un concierto experiencia. Todos los que estuvimos allí sentimos que estábamos celebrando algo. Y así era, pues todos estábamos siendo arte y parte de un sueño cumplido. Un sueño que es un despertar compartido.