Descubren un nuevo pez dragón antártico que tiene a los científicos en shock
Un equipo de científicos estaba recolectando zooplancton en la Antártida occidental cuando, de pronto, apareció algo inesperado: un pez dragón diferente a todo lo que conocían. Lo llamaron Akarotaxis gouldae, y no solo es una especie nueva, sino que su historia evolutiva tiene a los expertos alucinando. Este pequeño de 13 centímetros, escondido en el […]

Un equipo de científicos estaba recolectando zooplancton en la Antártida occidental cuando, de pronto, apareció algo inesperado: un pez dragón diferente a todo lo que conocían. Lo llamaron Akarotaxis gouldae, y no solo es una especie nueva, sino que su historia evolutiva tiene a los expertos alucinando. Este pequeño de 13 centímetros, escondido en el océano más frío del mundo, está demostrando que aún hay secretos bajo el hielo y que la biodiversidad antártica es más increíble (y frágil) de lo que pensábamos.
Akarotaxis gouldae: El pez dragón que nadie vio venir
Todo empezó cuando unos investigadores del Instituto de Ciencias Marinas de Virginia (VIMS) estaban recolectando zooplancton en la península Antártica occidental. Entre las redes, aparecieron larvas que parecían del Akarotaxis nudiceps, un pez dragón ya conocido. Pero algo no cuadraba. Tras meter mano a su ADN y compararlo con muestras guardadas en la Universidad de Yale y el Museo Nacional de Historia Natural de París, el veredicto fue claro: no era un nudiceps, era una especie nueva. Publicado en Zootaxa el pasado agosto, este hallazgo dejó a todos rascándose la cabeza. Andrew Corso, el cerebro detrás del descubrimiento, lo explicó así: “Hay dos bandas oscuras en los adultos de Akarotaxis gouldae que no están en nudiceps. Nos sorprendió que ya estuviera en colecciones y nadie lo hubiera notado”.
Un origen épico bajo el hielo
¿De dónde salió este pez? Agárrate, porque su historia es un drama evolutivo. Los científicos creen que hace unos 780.000 años, cuando el Océano Austral estaba cubierto de glaciares, una población de peces dragón quedó atrapada en fosas profundas. Sobrevivieron comiendo lo que el hielo les empujaba, como si fueran náufragos en una película de supervivencia. Con el tiempo, los glaciares retrocedieron, y estos peces ya eran tan distintos que no podían cruzarse con sus primos nudiceps. Así nació Akarotaxis gouldae, un rebelde que lleva su propia marca: esas dos bandas oscuras en los costados que lo hacen inconfundible. Gracias a un método llamado filogenia calibrada en el tiempo, los expertos calcularon esa fecha exacta, analizando cómo muta su ADN.
¿Por qué este pez es tan vulnerable?
No todo es emoción con este descubrimiento. El Akarotaxis gouldae tiene un lado frágil que preocupa. Su capacidad reproductiva es baja, lo que significa que no tiene muchos bebés para mantener su población. Además, solo vive alrededor de la península Antártica occidental, un área pequeña si lo comparamos con el vasto océano. Sus crías nadan cerca de la superficie, mientras los adultos bajan a aguas profundas, pero eso los pone en riesgo. ¿Por qué? Porque en esa zona se pesca krill como si no hubiera mañana, y las redes de arrastre pueden llevarse larvas sin que nadie se dé cuenta. Sumémosle el calentamiento del océano y la pérdida de hielo marino, y tenemos un cóctel de problemas para este nuevo amigo.
El ecosistema antártico en la cuerda floja
Los peces dragón son comida clave para pingüinos y otras especies, y si ellos desaparecen, todo el ecosistema siente el golpe. Andrew Corso lo tiene claro: “Sabemos tan poco de esta biodiversidad que deberíamos pensarlo dos veces antes de explotar más recursos ahí”. La pesca de krill, regulada por la CCRVMA, podría estar afectando sin querer a especies como esta, que ni siquiera conocíamos hasta hace unos meses.
¿Qué podemos hacer desde nuestro rincón?
Ok, no todos vamos a ir a la Antártida a salvar peces, pero hay cosas que sí están en nuestras manos. Reducir el consumo de plásticos y apoyar la conservación marina cuenta más de lo que crees.
El Akarotaxis gouldae es más que un pez con un nombre raro; es una señal de que la Antártida necesita que le echemos un ojo. Un pequeño dragón de 13 centímetros nos está gritando que el hielo no es eterno, y su mundo tampoco. Hagamos algo antes de que esta maravilla evolutiva se convierta en otra historia del pasado.