¿De verdad necesitamos una rutina para cada momento del día?

Los vídeos con detalles al minuto de cómo despertarse, hacer ejercicio, meditar, ducharse y desayunar antes de trabajar han inundado todas las redes sociales y en todos los géneros posibles, desde trucos de maquillaje antes de una cita hasta cómo organizarse para producir más ¿Qué es una talla “mediana”? La tendencia en redes que ha desatado un debate sobre la diversidad corporal A veces Internet tiene esa forma de explicar lo que nos pasa. Sabemos que las tendencias sobre costumbres y hábitos son tan viejas como nosotros, pero aquí estamos, delante de un nuevo fenómeno viral relacionado con las rutinas mañaneras. Conquistar el día nada más amanecer o antes, si es posible, tiene tantos años como las Meditaciones de Marco Aurelio pero ahora que las ideas de la Antigua Roma triunfan en TikTok, el primer gran meme del año es el de este tipo que asegura haberlo logrado. No sabemos si ha sido gracias a que duerme con la boca sellada con esparadrapo, a su rutina de gimnasio, piscina y meditación, a sumergir a diario la cara en un bol con hielo o a que tiene el desayuno preparado cuando se sienta a la mesa.  El elemento de la polémica, imprescindible en cualquier contenido aspirante a meme, es la ración de plátano en el cutis que prodiga el influencer Ashton Hall. Y no porque sea un “bótox natural”. El vídeo está grabado con un halo de perfección, plagado de productos de lujo y una banda sonora saturada de sonidos ambientales que absorben al espectador. El tapón de la pasta de dientes, el agua en el vaso, la puerta corredera, el motor del coche. Antes de que puedas darte cuenta, llevas varios minutos viendo repeticiones de la misma rutina. Hoy nos deja ver el coche de lujo, mañana la piscina, pasado los calcetines colocados en hileras simétricas en el cajón.  Es el mismo efecto hipnótico de aquellos decoradores y coleccionistas de bullet journals. Después de unos cuantos vídeos te preguntabas si entre tanta organización y tantos dibujitos y pegatinas para embellecer cada esquina del diario, les quedaba tiempo para cumplir con el ideal de productividad que prometían. Aquello era a finales de la pasada década pero hay quien sigue produciendo contenido sobre el arte de organizar para producir más. Ahora las seis horas de entrenamiento y cuidados antes de trabajar hacen dudar qué energía le queda a Hall para el resto de la jornada. Nuestra obsesión por las rutinas tiene muchas más versiones. Para dormir mejor, descansar más o conciliar el sueño más rápido. Para despertarte antes, con o sin alarmas. Conquistar hábitos de ejercicio que van desde correr una maratón sin haber hecho ejercicio antes hasta ponerse en forma con 15, 10 o siete minutos al día. Menos de lo que se tarda en calentar las articulaciones. También puedes mejorar tu aspecto físico (y cambiar tu vida) en otros 75. Todo se puede medir. Incluso encontrar el sentido a la vida en 28 días, como promete Oliver Burkeman en su libro Meditaciones para mortales —el autor admite en el epílogo que ese viaje “no se acaba nunca”. Normalizando al yuppie de American Psycho No sabemos ni podemos demostrar que nada de esto sea posible. Pero sí hemos comprobado que consumir este contenido, por mucha inspiración que pueda generar en pequeñas dosis, también contamina nuestra percepción con un puñado de visualizaciones. “Hemos normalizado hasta un punto terrorífico el mundo de American Psycho”, decían Noelia Ramírez y Begoña Gómez en uno de los episodios recientes del podcast Amiga Date Cuenta (RPS), sobre el personaje de Patrick Bateman, interpretado por Christian Bale. “Las redes han hecho que una película que se estrenó hace 25 años y que se escribió el libro en 1990, que todo el mundo leyó en su día como una cosa que daba muchísimo miedo, ahora es una cosa aspiracional, ahora es la norma”, afirman. Como el protagonista de American Psycho, el autor del meme viral y “entrenador de entrenadores” Ashton Hall, también presume de una serie de hábitos que buscan equiparar su forma física y su aspecto con el éxito. La fórmula es la misma que emula la manosfera para equiparar ese rigor al éxito económico y profesional. Levantarse a las 3:50 de la mañana, hacer flexiones a las 4:00, escribir en el diario personal a las 4:40, ver vídeo motivacional a las 4:55, sumergir la cara en hielo casi una hora después, gimnasio de 6:30 a 7:30, piscina hasta las 8:00, plátano a las 8:45, más hielo a las 9:00 y reunión a las 9:15. El desayuno viene después, preparado por una mujer a la que nunca se le ve el rostro (no es el único).  Hay cantidad de gente intentando reinventar las cosas, pero la estrategia ya está ahí. Haz lo mismo que ellos pero mejor, eso es todo “Este es un modelo de contenido para llegar al éxito. Hay gente que ya está triunfando con ello, no hay que reinventar nada, tienes que ver lo que están haciendo, usarlo como inspiración y

May 5, 2025 - 06:31
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¿De verdad necesitamos una rutina para cada momento del día?

¿De verdad necesitamos una rutina para cada momento del día?

Los vídeos con detalles al minuto de cómo despertarse, hacer ejercicio, meditar, ducharse y desayunar antes de trabajar han inundado todas las redes sociales y en todos los géneros posibles, desde trucos de maquillaje antes de una cita hasta cómo organizarse para producir más

¿Qué es una talla “mediana”? La tendencia en redes que ha desatado un debate sobre la diversidad corporal

A veces Internet tiene esa forma de explicar lo que nos pasa. Sabemos que las tendencias sobre costumbres y hábitos son tan viejas como nosotros, pero aquí estamos, delante de un nuevo fenómeno viral relacionado con las rutinas mañaneras. Conquistar el día nada más amanecer o antes, si es posible, tiene tantos años como las Meditaciones de Marco Aurelio pero ahora que las ideas de la Antigua Roma triunfan en TikTok, el primer gran meme del año es el de este tipo que asegura haberlo logrado. No sabemos si ha sido gracias a que duerme con la boca sellada con esparadrapo, a su rutina de gimnasio, piscina y meditación, a sumergir a diario la cara en un bol con hielo o a que tiene el desayuno preparado cuando se sienta a la mesa. 

El elemento de la polémica, imprescindible en cualquier contenido aspirante a meme, es la ración de plátano en el cutis que prodiga el influencer Ashton Hall. Y no porque sea un “bótox natural. El vídeo está grabado con un halo de perfección, plagado de productos de lujo y una banda sonora saturada de sonidos ambientales que absorben al espectador. El tapón de la pasta de dientes, el agua en el vaso, la puerta corredera, el motor del coche. Antes de que puedas darte cuenta, llevas varios minutos viendo repeticiones de la misma rutina. Hoy nos deja ver el coche de lujo, mañana la piscina, pasado los calcetines colocados en hileras simétricas en el cajón. 

Es el mismo efecto hipnótico de aquellos decoradores y coleccionistas de bullet journals. Después de unos cuantos vídeos te preguntabas si entre tanta organización y tantos dibujitos y pegatinas para embellecer cada esquina del diario, les quedaba tiempo para cumplir con el ideal de productividad que prometían. Aquello era a finales de la pasada década pero hay quien sigue produciendo contenido sobre el arte de organizar para producir más. Ahora las seis horas de entrenamiento y cuidados antes de trabajar hacen dudar qué energía le queda a Hall para el resto de la jornada.

Nuestra obsesión por las rutinas tiene muchas más versiones. Para dormir mejor, descansar más o conciliar el sueño más rápido. Para despertarte antes, con o sin alarmas. Conquistar hábitos de ejercicio que van desde correr una maratón sin haber hecho ejercicio antes hasta ponerse en forma con 15, 10 o siete minutos al día. Menos de lo que se tarda en calentar las articulaciones. También puedes mejorar tu aspecto físico (y cambiar tu vida) en otros 75. Todo se puede medir. Incluso encontrar el sentido a la vida en 28 días, como promete Oliver Burkeman en su libro Meditaciones para mortalesel autor admite en el epílogo que ese viaje “no se acaba nunca”.

Normalizando al yuppie de American Psycho

No sabemos ni podemos demostrar que nada de esto sea posible. Pero sí hemos comprobado que consumir este contenido, por mucha inspiración que pueda generar en pequeñas dosis, también contamina nuestra percepción con un puñado de visualizaciones. “Hemos normalizado hasta un punto terrorífico el mundo de American Psycho”, decían Noelia Ramírez y Begoña Gómez en uno de los episodios recientes del podcast Amiga Date Cuenta (RPS), sobre el personaje de Patrick Bateman, interpretado por Christian Bale. “Las redes han hecho que una película que se estrenó hace 25 años y que se escribió el libro en 1990, que todo el mundo leyó en su día como una cosa que daba muchísimo miedo, ahora es una cosa aspiracional, ahora es la norma”, afirman.

Como el protagonista de American Psycho, el autor del meme viral y “entrenador de entrenadores” Ashton Hall, también presume de una serie de hábitos que buscan equiparar su forma física y su aspecto con el éxito. La fórmula es la misma que emula la manosfera para equiparar ese rigor al éxito económico y profesional. Levantarse a las 3:50 de la mañana, hacer flexiones a las 4:00, escribir en el diario personal a las 4:40, ver vídeo motivacional a las 4:55, sumergir la cara en hielo casi una hora después, gimnasio de 6:30 a 7:30, piscina hasta las 8:00, plátano a las 8:45, más hielo a las 9:00 y reunión a las 9:15. El desayuno viene después, preparado por una mujer a la que nunca se le ve el rostro (no es el único). 

Hay cantidad de gente intentando reinventar las cosas, pero la estrategia ya está ahí. Haz lo mismo que ellos pero mejor, eso es todo

“Este es un modelo de contenido para llegar al éxito. Hay gente que ya está triunfando con ello, no hay que reinventar nada, tienes que ver lo que están haciendo, usarlo como inspiración y aplicarlo”, dice Hall en uno de sus vídeos. “Puedes usar la misma estrategia, pero tienes que cambiarla un poco y hacerla tuya. Hay cantidad de gente intentando reinventar las cosas, pero la estrategia ya está ahí. Haz lo mismo que ellos pero mejor, eso es todo”. 

Es el mismo tiktoker el que ha explicado por qué, en cuanto consumes uno de sus vídeos, el algoritmo de la plataforma te enseña horas y horas de grabaciones creadas por distintos usuarios, personas anónimas que han decidido mostrar su rutina mientras se preparaban para vestirse, contaban flexiones en el gimnasio, rotaban por los ejercicios de crossfit o medían los días y los cambios en la báscula por igual. Y como Internet distingue de géneros desde hace bastante tiempo, el algoritmo también varía la oferta entre ellos y ellas. 

La versión femenina de la sección ‘get ready with me’ también incluye ejercicio físico —nadie escapa a la presión de “optimizarse constantemente”— y añade a los cuidados algunas lecciones de maquillaje en las que la pantalla del móvil hace de espejo y tú sientes que escuchas al otro lado del cristal. En esa sesión que es también una ventana abierta a los baños y tocadores de la otra punta del mundo, unas veces se comparte una lista de productos recomendados para mejorar tu aspecto, otras se esconden mensajes tan reivindicativos como inesperados

La periodista británica Hannah Connolly pone en duda que haya algo nuevo en todo esto, salvo que las rutinas “parecen volverse cada vez más extremas” y cualquier aplicación real de todos los productos recomendados “resultaría tan incómoda que todo parece una especie de tortura”, como reflexionaba hace poco en su newsletter. Connolly recopila la apabullante lista de recomendaciones que contiene a veces un solo vídeo: “Toma vitaminas para el cabello, hazte tratamientos capilares, lamina tus cejas, bebe mucha agua pero sin alcohol ni cafeína, también bebe verduras, considera usar relleno de labios y encuentra a la celebrity que más se parezca a ti y cambia tu vestuario por lo que lleva ella. Vaporiza tu cabello y tu piel, abre tus poros, camina 10.000 pasos al día, aplícate una mascarilla capilar dos veces por semana, duerme más y come menos... puede que esto nunca se acabe, ¡pero al menos te verás ‘guapa’!”

El potencial de estos influencers para enganchar a sus audiencias tampoco escapa a las marcas. Jessica DeFino, periodista estadounidense especializada en el mundo de la cosmética, alertó el año pasado, tras la victoria electoral de Donald Trump, de los intereses comerciales escondidos detrás de eslóganes que hablan de “autocuidados” o self-care. DeFino asegura que en ya 2016, cuando millones de mujeres estadounidenses buscaron en sus rutinas personales un refugio a las políticas que recortaban sus derechos, las marcas de cosméticos aprovecharon el tirón y cambiaron el concepto de ‘autocuidado’ por ‘cuidado de la piel’. 

“Los consumidores se lo tragaron porque la gente estaba cansada y ponerse crema es más fácil que participar en actos políticos”, escribió DeFino. “Mientras Trump sentaba las bases para despojar a los ciudadanos de sus derechos humanos, el sector de belleza replanteó la eliminación de nuestros rasgos más básicos —poros, arrugas, grasa, vello facial— como un lujo para levantar la moral. El éxito de esta táctica inspiró otras categorías y, cuando Trump nombró a los jueces del Supremo que posteriormente anularían el caso ‘Roe contra Wade’ [que reguló el derecho al aborto], el relleno de labios fue presentado como un símbolo de autonomía sobre nuestro cuerpo”. 

Ocho años después, siguen proliferando los videos de influencers y de los usuarios anónimos que emulan sus “transformaciones”, ya sea en el gimnasio o delante del espejo, en una sesión de maquillaje. “Ese camino, independientemente de la parte del cuerpo que estén perfeccionando, siempre termina en el mismo sitio: con un vídeo sobre cómo podemos reproducir los mismos resultados”, asegura la analista Rebecca Jennings en esta crónica de su intento para “brillar más” en 75 días. El reto era cumplir con el estándar “irreal” de este 2025: “Que tu piel parezca hecha de cristal humedecido, que cualquier maquillaje sea irreconocible, porque así lucen las mujeres ricas con gusto”. En cuanto al cuerpo de la mujer, “debe ser tan delgado que parezca tener hambre, pero también fuerte, hábil y ‘recuperado’ de cualquier trauma que esconda tu pasado”. 

De tal rutina, ¿tal éxito?

Este exceso no impide que los vídeos del género acumulen millones de visualizaciones. “Hace un tiempo que tenemos una necesidad absoluta de ver vídeos y formatos que sacien algo muy concreto: el deseo de tener control sobre nuestras vidas”, concluye la analista Janira Planes. “Este afán por las rutinas, por la mejora constante, y por la responsabilidad de conseguirla es una respuesta a esa necesidad de control”, añade. 

“Pese a los extraños beneficios que tan a menudo parecen emanar de nuestra falta de control, vamos por la vida —como individuos, pero también como sociedades— como si tenerlo en cantidades cada vez mayores debiera ser nuestro objetivo supremo”, escribe también Burkeman en Meditaciones para mortales. El libro ejerce de guía precisamente para encontrar el equilibrio entre lo que podemos hacer para mejorar nuestro día a día y cómo deshacernos del resto, por tentador que sea intentar controlarlo. 

La ciencia dice que la manera de empezar el día puede condicionar cómo transcurre el resto de la jornada y cómo nos sentimos mientras pasan las horas

Es posible que Hall tenga razón y todos y todas estén copiando una estrategia que funciona porque todos necesitamos sentir en algún momento que llevamos las riendas de nuestro día a día. Hoy estos vídeos acumulan visualizaciones igual que hemos curioseado siempre en las rutinas de personajes como Jane Austen, Graham Greene, Soren Kierkegaard, Eric Satie o Simone de Beauvoir, cuyos hábitos fueron recopilados en el libro Rituales Cotidianos: cómo trabajan los artista (Turner) de Mason Currey. Porque más allá de la rigidez de algunos de sus planes —como contar las palabras que escribían cada día o las horas dedicadas a leer y escribir cartas— lo que emana es un ideal sin distracciones en el que cualquiera conseguiría dar rienda suelta a su talento.

La ciencia dice que la manera de empezar el día puede condicionar cómo transcurre el resto de la jornada y cómo nos sentimos mientras pasan las horas. Esta investigación de la Universidad de Stanford demostró el año pasado que quienes se acuestan y despiertan más temprano, suelen disfrutar de mejor salud que quienes trasnochan y comienzan más tarde el día siguiente. Dos años antes, Harvard había descubierto que empezar el día con buen humor hace que sea más fácil permanecer así según avanzan las horas.

Pero una cosa es este ideal y otra diferente nuestra realidad. Burkeman reconoce que “cuando no pareces ser capaz de entender lo que te está ocurriendo, o lo que le está pasando al mundo en general, la experiencia puede ser muy inquietante”. En términos prácticos, dice el periodista británico, “es muy difícil relajarte cuando no tienes ni idea de hacia dónde va tu carrera, si tu actual relación de pareja tiene futuro o lo que la aparición de la inteligencia artificial puede suponer para tu sector o para la supervivencia de la especie”.

Y así es como la promesa de la rutina se ha convertido en un lujo. No hablamos de beber agua embotellada de la marca más cara ni vivir en un edificio con piscina, gimnasio y aparcacoches. Hemos normalizado que sea un privilegio poder dictar nuestros propios horarios, un rato para disfrutar de un libro (o un desayuno) sin interrupciones, la oportunidad de hacer cualquier cosa sin mirar al reloj y construir nuestro ritual personal, con todos sus beneficios. Es lo que nos está contando Internet, que nos gustaría ver esto en nuestra realidad, no solo en TikTok.

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