De la construcción a las renovables: temor a una guerra comercial por el alza de tasas al aluminio y el acero
El alza de tasas anunciada por Trump afecta a sectores que dependen del precio global de estas materias primas, empleadas en estructuras como las vigas o los revestimientos, pero también en infraestructuras verdes

La decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio asesta otro golpe proteccionista al comercio internacional y complica un poco más la lucha de las grandes economías contra la inflación. España vende a Estados Unidos alrededor de 290.000 toneladas de acero al año, por unos 371 millones de euros, y otras 20.769 toneladas de aluminio con un valor de algo más de 100 millones de euros.
Pese a que puedan padecer cifras modestas en comparación con el total de exportaciones, la letra pequeña de la medida y, sobre todo, la respuesta que den tanto la Unión Europea como otras economías afectadas puede elevar todavía más el coste de estas dos materias primas, básicas para sectores como la automoción, la construcción o las renovables, y afectar de forma negativa a su disponibilidad, generando nuevos problemas de suministro.
El acero y el aluminio se emplean para fabricar las carrocerías, el chasis o la estructura de los automóviles, de los que España es el segundo productor a nivel europeo, tan sólo por detrás de Alemania. En la construcción se usan en las estructuras metálicas, las vigas o los revestimientos, por lo que un alza de su precio encarecería de forma notable los proyectos de infraestructuras tanto públicos como privados.
Estas dos materias primas son esenciales para construir el fuselaje y los componentes estructurales ligeros en el sector de la aeronáutica; se emplean también en la fabricación de electrónica y bienes de equipo (por ejemplo de maquinaria industrial); y en el ámbito de las renovables son imprescindibles en las estructuras de los molinos de viento de la eólica y en las que sirven de apoyo para los paneles solares de la fotovoltaica.
Una escalada de las tensiones comerciales encarece todos estos productos y resta competitividad a las industrias que los fabrican. "Muchos sectores dependen del precio global del acero y del aluminio", recuerda a este diario César Franco. El presidente del Consejo General de los Ingenieros Industriales incide en que, pese a que el volumen de exportaciones de estas dos materias primas a Estados Unidos pueda no ser grande, no deja de ser un "mercado estratégico" y un "cliente clave".
Evitar una escalada arancelaria
César Franco confía en que la Unión Europea mida bien su respuesta a este nuevo órdago de la administración norteamericana. Alemania, la mayor economía del bloque, y España están de hecho entre los diez principales suministradores de acero a Estados Unidos (por detrás de Canadá, Brasil o México) que es, por su parte, el segundo mayor consumidor mundial de este metal tan sólo por detrás de China.
"El riesgo de guerra comercial es bastante elevado", explica. Los Veintisiete deberían estar preparados para aplicar medidas de reciprocidad, si bien esta debería ser, en su opinión, "la última de las opciones". Para las empresas españolas una escalada del acero y del aluminio puede suponer la pérdida de clientes y restar competitividad a sus productos, provocando incluso cambios en la balanza comercial.
Si, finalmente, se ve obligada a fijar aranceles similares a los norteamericanos, el presidente de los ingenieros industriales considera que la UE debería plantearse aprobar al mismo tiempo medidas de apoyo a los sectores afectados para compensarles. "Lo importante es que España y Bruselas actúen con firmeza", apostilla. Para la industria siderúrgica europea los aranceles son un quebradero de cabeza más en plena crisis por los elevados costes energéticos y la competencia feroz de China.
Durante su primer mandato, Donald Trump ya fijó aranceles al acero y el aluminio europeos por valor de 6.400 millones de euros. La Comisión Europea respondió en consecuencia con un incremento de las tasas comerciales a las importaciones norteamericanas próximo a los 3.000 millones de euros. Los impuestos fijados por ambas economías se suspendieron durante la presidencia de Joe Biden, si bien, esa interrupción expiraba el próximo 31 de marzo.
Más difícil que la inflación se modere
La agresividad de la política comercial estadounidense afecta también a la batalla contra la inflación que libran los bancos centrales. Durante su intervención, este lunes, ante el pleno del Parlamento Europeo, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, alertaba de que el inicio de un conflicto arancelario con la Casa Blanca puede "hacer más inciertas las perspectivas de inflación en la zona euro" y entorpecer así su objetivo de rebajarla al 2% en 2025.
Si el coste de la vida no se modera será difícil que la entidad pueda seguir bajando los tipos de interés con el ritmo y la contundencia que necesitaría la economía de la Eurozona que, de momento, es incapaz de dejar atrás la crisis y permanece estancada. El año pasado creció en conjunto un 0,7%, según Eurostat, frente al 2,8% al que lo hizo EEUU.