Daria Galateria: «La palabra de los escritores continúa siendo peligrosa en nuestro mundo»

Daria Galateria nos trae una gavilla de gentes extrañas, capaces reconciliar lo mejor y lo peor. Condenados a escribir (Impedimenta) es toda una alegación contra los biempensantes. Una demostración de que las bellas artes no siempre recaen en bellas personas o en aquellas que, por su alma sin tacha, se lo merecen. La entrada Daria Galateria: «La palabra de los escritores continúa siendo peligrosa en nuestro mundo» aparece primero en Zenda.

Mar 22, 2025 - 00:13
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Daria Galateria: «La palabra de los escritores continúa siendo peligrosa en nuestro mundo»

Daria Galateria nos trae una gavilla de gentes extrañas, capaces de reconciliar lo mejor y lo peor. Condenados a escribir (Impedimenta) es toda una alegación contra los biempensantes. Una demostración de que las bellas artes no siempre recaen en bellas personas o en aquellas que, por su alma sin tacha, se lo merecen. La fortuna no reconoce ninguna categoría moral y reparte a su antojo la excelencia de la escritura. Esto explica que no siempre recaiga el talento de la literatura en quien nos gustaría. A veces este es un privilegio de individuos antojadizos y de muy malas trazas éticas. Estas páginas dan cuenta de algunos de estos individuos y también dan cuenta de cómo otros, de comportamiento honesto, también acabaron en calabozos por una equivocación, la mala fe de guardianes del orden o los prejuicios de la época.

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—Que los escritores hayan pasado por la cárcel derriba el halo romántico de los escritores.

—(Risas) El escritor y la celda, en este caso, son la misma cosa. La cárcel se convierte para ellos en un escritorio. Es un espacio con el tiempo ilimitado y el entretenimiento limitado. Chester Himes era famoso por dirimir el juego de las apuestas en la cárcel entre la gente de color. Mantenía a raya a los tramposos, porque aunque él no era corpulento sí era violento. Todo cambió para él cuando se enteró de que un compañero suyo, un asesino llamado Metz, había montado un curso de escritura y él se apuntó. En una entrevista posterior reconoció que se hizo escritor porque había tanto tiempo en la cárcel que la imaginación se hacía tan grande como una secuoya.

—La cárcel es una liberación.

"Hay algunos autores que son ricos y que tienen suficiente tiempo libre y que no van a cárcel, como sucedió con Marcel Proust"

—Sí y no. Hay algunos autores que son ricos y que tienen suficiente tiempo libre y que no van a cárcel, como sucedió con Marcel Proust, al que encuentran en un prostíbulo y lo liberan por el mero hecho de pertenecer a una familia acaudalada. Pero hay otros casos, y esto es lo interesante, que es justo lo contrario. Es lo que ocurre con muchas mujeres. Fuera de la cárcel tienen que afrontar muchos trabajos, la mayoría relacionados con las tareas domésticas, y para ellas el periodo que pasan en una celda es el único momento realmente de libertad, en que pueden pensar en ellas mismas y dedicarse a la escritura, como le sucedió a Louise Michel.

—¿Cómo se toman la prisión los autores?

—Los que he elegido para esta obra son escritores que han publicado memorias de su paso por una penitenciaría y han dejado testimonio de esa experiencia. Me ha sorprendido que a menudo estos textos son de carácter cómico o romántico. Es el caso de Wodehouse. No se sabe por qué permaneció en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Como era de esperar, los alemanes lo arrestaron y lo condujeron a un campo de prisioneros. Después, el reconocería que nunca se había divertido tanto como en ese periodo en el que estuvo encerrado allí, rodeado de gente, algunos procedentes de Oxford. Aprendía costumbres, cómo caminaban las personas y su comportamiento. Un amigo suyo al que le dolía la rodilla reconoció que durante el tiempo que estuvo encerrado allí no se resintió de ella. El propio autor admitió también que su índice, que nunca se le doblaba, se le corrigió y lo doblaba. Él explicó que es porque se pasaba el tiempo pelando patatas. Allí alquilaría una máquina de escribir al comandante del campo, que aceptó su proposición debido ya a su fama de novelista. Es cuando escribe Jeeves. La cárcel, se ve, no le cambia el mundo de la imaginación.

—¿Cambió la imaginación en muchos?

"Un diez por ciento de los escritores han agredido a sus mujeres. Norman Mailer lo hizo en público"

—El tono, en general, no les cambia, ni la manera de escribir, pero sí el tema. Heinrich von Kleist hizo un viaje a Alemania y le pillaron las tropas napoleónicas. Acabó en la cárcel y es donde imagina una historia hoy famosa, La marquesa de O. Pero esta historia le viene a través de su estancia en prisión. Uno al que sí le cambia la escritura fue, sin embargo, a Giuseppe Berto, que pasó mucha hambre. Cuando ingresó seguía el estilo de D’Annunzio, pero allí iría desprendiéndose de esa forma e iría acercándose a otro lenguaje, al de los americanos. Al ser liberado, su prosa había tenido ya esta transformación y se había acercado a los autores más modernos.

—Muchos escritores maltrataron a sus mujeres.

—Es curioso este aspecto. Es verdad. Un diez por ciento de los escritores han agredido a sus mujeres. Norman Mailer lo hizo en público, además, durante la fiesta de la presentación de su campaña para la alcaldía de Nueva York. Estaba borracho y cuando su esposa le hace una broma por sus mejillas, enrojecidas por el alcohol, su respuesta fue acuchillarla. A William Burroughs le gustaban las armas y tenía una pistola. Hizo un juego con su mujer, tipo Guillermo Tell. Lo que hizo fue poner un vaso sobre la cabeza de su pareja y disparó, pero le dio a ella y la mató. Verlaine, que disparó a Rimbaud, estaba desesperado en la cárcel. Allí es donde le dijeron que su esposa se había separado de él y se había quedado con la custodia de su hijo. La causa: él la maltrataba. La tiraba contra la pared, prendía fuego a su pelo… La reacción de Verlaine fue convertirse a la fe religiosa.

—Saber por qué se encierra a un autor también aporta una fotografía adecuada de la época en que nos encontramos. A Oscar Wilde, por ejemplo, lo encierran por homosexual.

—Eso es cierto. Sí. A Oscar Wilde le conminaron a que tomara un tren y se marchara cuanto antes a París. Si lo hubiera hecho se habría salvado. En aquel momento, en Gran Bretaña existían unas leyes muy puritanas y por eso todos le insistieron en que tomara el ferrocarril de la tarde, pero él decidió no cogerlo. Es interesante leer el proceso de Oscar Wilde porque es muy simpático durante el juicio. Todos se reían con él, pero eso no le libró de la condena, sin embargo.

—Muy distinto es Louis Ferdinand Céline. El autor más incómodo para los franceses.

"En la historia de la literatura encontramos a autores que son malas personas, pero que son grandes escritores"

—Céline… Hablaba bien de los judíos hasta que escribió su segunda novela. La primera había ido muy bien, pero la segunda no, fue mal. Ahí es cuando se convierte en un antisemita declarado. A veces creo que debió de buscar una cabeza de turco para su fracaso. Era un gran escritor, pero hizo cosas atroces. Denunció a una doctora en un centro sanitario al que iba a trabajar a diario. Por judía. Entonces advirtieron que el nombre de esa doctora era francés en realidad, no judío, y lo que sucedía es que era extraño, muy raro. Otro, en la misma sintonía, fue Robert Brasillach, que denunciaba constantemente a personas. En la historia de la literatura encontramos a autores que son malas personas, pero que son grandes escritores, y lo que nos ocurre a todos es que nos interesa leer lo que es sublime, aunque sea por puro egoísmo. En el caso de Céline es difícil saber por qué eligió el antisemitismo, porque luego él llevó a la literatura a los desfavorecidos, la lengua de los pobres, de los niños, de las prostitutas. Era muy bueno en lo que hacía. Como Dante, trajo lo vulgar a la literatura, y el francés hablado a la lengua escrita.

—Pero hubo escritores que estuvieron en el lado correcto y terminaron en la cárcel.

—Sí, eran inocentes, pero a pesar de eso fueron encarcelados. Ese sería el caso de Apollinaire, que terminó en una mazmorra sin ningún motivo, aunque el editor fue muy feliz porque durante esa temporada sus obras fueron un éxito de ventas. Lo encerraron porque creían que había robado la Mona Lisa del Louvre, lo que era falso. También le ocurrió a Diderot, que sacó a relucir un asunto de faldas con el ministro de Justicia, que era terrible, y terminó entre rejas.

—Dos nombres controvertidos serían el marqués de Sade y Casanova.

"El marqués de Sade fue encarcelado porque la suegra lo quiso, porque él estaba enamorado de otra dama"

—La primera cosa que tienen en común estos dos escritores es que no tienen demasiado claro por qué acabaron en la cárcel. Casanova no lo supo nunca, y el otro tampoco. El marqués de Sade fue encarcelado porque la suegra lo quiso, porque él estaba enamorado de otra dama. Con un documento que servía para denunciar a un pariente sin demasiadas justificaciones, esta mujer lo llevó a la Justicia y entonces lo metieron en una prisión. Sade, cuando muere, en su celda se comenta que se encontró un retrato de esa dama que le gustaba. Parece ser que ella estaba enamorada de él. Las memorias de Casanova son sobre todo de aventuras, no hay eros, pero Sade, en cambio, tenía estas visiones de un erotismo desesperado que escribe como puede, en una ocasión en un trozo de papel pequeño y largo que esconde durante su estancia en prisión. Luego estalla la revolución, pasa el tiempo y alguien lo encontró. Hoy se conoce ese documento como Los 120 días de Sodoma, que es una obra maestra.

—Dostoyevski.

—El caso de Dostoyevski fue terrible, porque resultó una detención horrible y atroz. Le quedaría una marca en el pie por el peso de los grilletes. En sus textos atenúa la historia que vivió. A pesar de eso, le censurarían el libro. Él logró casarse al salir de la cárcel. En este sentido tenemos también a Solzhenitsyn, el encarcelado por excelencia, y quizá el más emocionante de todos. Reúne esta inmensa capacidad de las personas presas para contar lo que ocurre.

—Hoy, en muchos países, los escritores siguen perseguidos y son encarcelados. ¿Continúa siendo peligrosa la palabra de un autor?

—Pues sí, la verdad. La palabra de los escritores continúa siendo peligrosa en nuestro mundo. Por supuesto a nosotros nos llegan solo los intelectuales y periodistas encarcelados, como el último disidente ruso que murió precisamente en Siberia: Alexéi Navalni.

—Y en Italia tenemos a Saviano, que está siendo amenazado. Y otros vuelven a estar amenazados, como Rushdie.

"Hay escritores contra los que se ha lanzado la fatua o, como ocurre en el caso de Saviano, son amenazados"

—Por supuesto, a muchos les molestan los escritores. Estas personas están irritadas por el poder que tiene la palabra, que es muy fuerte. Hay escritores contra los que se ha lanzado la fatua o, como ocurre en el caso de Saviano, son amenazados y se les condena a una vida que es imposible.

—¿Qué dice de un mundo en que se encierran a los escritores?

—Esto no sucede en nuestro paraíso europeo, por el momento. Por supuesto, esto nos tendría que hacer ser más conscientes de lo que tenemos y lo que podemos perder. Deberíamos ser conscientes de defender los derechos de los escritores y de las personas en Italia y en todos los países de la Unión Europea. Estamos perdiendo derechos en Italia y otros lugares. Ahora se está intentando llevar dentro del gobierno la Justicia y la administración de la Justicia. Por eso creo que es el momento de defender el Derecho y los derechos en todos los países.

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