Cueva de la Verana, el púlpito de piedra donde Félix Rodríguez de la Fuente empezó a enamorarnos
En esta inaccesible cueva paleolítica colgada de un risco sobre Poza de la Sal (Burgos) el naturalista contaba de niño historias a sus amigos

El 14 de marzo de 1980, hace ahora 45 años, fallecía en Alaska, en un desafortunado accidente aéreo, el naturalista y comunicador Félix Rodríguez de la Fuente. Ese mismo día cumplía 52 años. En 2028 se conmemorará el centenario de su nacimiento.
Apasionado por la figura de Félix, como la mayor parte de los niños y niñas de mi generación, me he acercado este verano a su pueblo para visitar un lugar muy especial, la Cueva de la Verana. Aquí comenzó todo. Te lo cuento, muy emocionado, en este vídeo grabado en su interior.
Aquí empezó todo
No es fácil llegar a esta cueva. Es muy pequeña, apenas un mínimo refugio de pastores colgado de un risco, desde donde se divisa, a vista de pájaro, más bien de águila, la villa de Poza de la Sal, uno de los pueblos más bonitos de España.
En este pueblo nació Félix Rodríguez de la Fuente un 14 de marzo de 1928. Y a esta cueva subía emocionado siendo niño junto con sus dos amigos más inseparables, Policarpo de la Fuente (Poli) y Antonio Sanjuanes. Entre los tres formaban una banda inquieta, una cuadrilla invencible a la que Félix dio el pomposo nombre la pandilla de "Dios me Libre". Fue en este inaccesible cubículo donde el famoso divulgador empezó a hilar esas historias fantásticas que escuchaba a los pastores, que les escuchó probablemente aquí, y que contaba a sus amigos mientras se comían unas humildes patatas asadas allí mismo.
Es muy probable que esta cueva lleve miles de años utilizándose como refugio para pastores. Aquí Félix Rodríguez de la Fuente sintió esa fuerza de la tierra, esa fuerza de la naturaleza, pero también esa fuerza del Paleolítico que le hacía pensar en esa época feliz en la que éramos cazadores-recolectores, donde el lobo era más nuestro amigo que nuestro enemigo. Todas esas historias nacieron en este nido de águilas, en la Cueva de la Verana.
Un púlpito de piedra
El nombre de la verana es muy probable que proceda de la palabra "vera", la magnífica vega que se contempla desde aquí arriba, el valle salado de Poza de la Sal, pero también podría venir de la raíz de origen celta vigoroso.
Desde luego hay que estar fuerte para llegar aquí arriba, pero merece la pena, porque te imaginas cómo era este paisaje hace 80 años con Félix Rodríguez de la Fuente y con sus amigos, hace 800 años con los pastores, hace ocho milenios cuando llegaron las primeras culturas neolíticas y comenzaron a domesticarlo. Seguramente desde antes, desde épocas Paleolíticas.
Sorprende descubrir lo pulida que está la roca a la entrada, casi como que fuera mármol, debido a los miles y miles de pastores que a lo largo de miles y miles de años han subido a esta Cueva de la Verana buscando refugio. La tocas y te pone la piel de gallina.
Qué lugar tan espectacular. También resulta impresionante descubrir cómo todo el techo de esta pequeña cueva está ennegrecido por lo que es la carbonilla de miles de hogueras a lo largo de los tiempos y que se ha convertido en una costra del tiempo. Justo en el techo aquí hay una chimenea que no sé si será natural o la habrán hecho los propios pastores para poder dar salida a los humos de esas hogueras que les quitaban el frío, el miedo y la destemplanza.
Seguramente antes de que existiera todavía Poza de la Sal, antes incluso de que llegara a estas tierras el neolítico y la agricultura, en esa época de cazadores-recolectores, aquí se refugiarían los homínidos buscando el calor. De hecho, al fondo hay una pequeña oquedad donde seguro que se meterían a dormir una o dos personas. Hechas un ovillo, pues el sitio es mínimo. Al menos así me lo imagino yo.
¡Qué emoción más grande! ¡Qué ilusión! ¡Qué potencia tiene esta cueva, este refugio! ¡Fabuloso, de verdad!
Aquí se siente muy cerca el espíritu del gran Félix Rodríguez de la Fuente. En Poza de la Sal, en la Cueva de la Verana.