Cuatro recomendaciones para ver en casa este fin de semana
¿Estás harto de cambiar de plataforma sin saber qué ver? Todas las semanas elegimos cuatro películas o series para ti

Crisis de la post-maternidad
Un lugar común, en Movistar Plus+
El mundo de Pilar (una genial Eva Llorach) acaba patas arriba cuando la prejubilan en el hospital en el que ha sido enfermera toda su vida. Es en ese momento cuando se da cuenta de que ni su marido ni sus hijos la necesitan y de que, básicamente, no tiene vida propia... ni tampoco una identidad.
Cualquiera diría que detrás de un retrato como este, de esta crisis de madurez, habría una directora que ronda la cincuentena. Pero, sorprendentemente, la directora Celia Giraldo no llega a los treinta. Y, sin embargo, cuando se planteó de qué quería hablar en su ópera prima empezó a observarse como hija y llegó a la pregunta sobre la que pivota Un lugar común: ¿quién cuida de las madres?
Una comedia cinco estrellas
Toni Erdmann, en Filmin
Todos somos la fría Ines que, en Toni Erdmann, nunca tiene tiempo para nada, y ni hablar de ser feliz. Siempre pegada al móvil, subida a sus tacones de aguja, camisa blanca, americana sosa y prieto el moño de ejecutiva agresiva, está disponible las 24 horas para hacer el trabajo sucio en la oficina o saciar los caprichos más íntimos de sus colegas de profesión, todos hombres. Su ambición es llegar lejos, llegar a ser, extraño tiempo verbal que nunca es.
Todos deberíamos ser Winfried, el padre que se presenta diciendo que ha contratado a una hija sustituta para que haga todo lo que la titular nunca tiene tiempo de hacer con él. Winfried, el profesor de música en horas bajas que, preocupado por su hija workaholic, viaja por sorpresa a Bucarest, Rumanía, donde la empresa para la que trabaja se encuentra inmersa en importantes negocios. Allí, en el hall de un edificio anodino del que entran y salen otros como ella, mismas chaquetas y ambiciones, la intercepta a la vuelta del almuerzo, disfrazado con unas gafas de sol negras y unos dientes postizos a juego.
El desconcierto es máximo, no sólo el nuestro, también el de Ines, que, rodeada por sus compañeros de buenos modales y semblante serio, aprieta el paso y disimula. Lo que comienza siendo un rifirrafe verbal entre padre e hija, término felicidad arriba, concepto diversión abajo, va convirtiéndose en Toni Erdmann, con la misma aspereza con la que su protagonista vive la vida, en un monumento al absurdo que mucho le debe a la desbordante vis cómica de Peter Simonischek, así como a la entrañable química que genera con la poliédrica Sandra Hüller. Su personaje pasa de perseguirla a las puertas de la oficina a crearse un álter ego con peluca y gustos bizarros que van desde el champán caro hasta los cojines de pedos.
La confusión que la directora Maren Ade (Entre nosotros) logra transmitirnos en esa escalada de bromas de casi tres horas de duración esconde, en el fondo, una profundidad que jamás hubiésemos atribuido a las esposas de juguete o las fiestas en pelotas. Son todas estas estratagemas rijosas una didáctica demostración paternal de lo ridícula que es la vida cuando se toma demasiado en serio, pero, sobre todo, del poco sentido que tiene si no se disfruta. El empeño de este sujeto por que su hija comprenda esto –¿qué mejor legado puede dejarle?– no conoce límites, aunque el asunto le cueste alguna bofetada de spaghetti. Todo compensa y cobra sentido en el sublime clímax peludo en el que ella (y nosotros) lloramos y reímos aplicando lo aprendido. Y, desde alguna parte, Toni Erdmann sonríe satisfecho enseñando sus sucios dientes postizos.
La ópera prima que cambió el cine español
Verano 1993, en Netflix y RTVE Play
“Y tú, ¿por qué no estás llorando?”, le dice un niño a Frida, la protagonista de la preciosa ópera prima de Carla Simón. Su madre acaba de morir de sida, aunque ella no conocerá el diagnóstico hasta que cumpla 12 años. Ahora tiene seis, y arranca el verano de 1993. Bom Bom Chip está en la cúspide de su fama con Toma mucha fruta, la mercromina es roja y Fisher Price ha sacado un radiocasette con micrófono en el que se pueden grabar canciones.
La huérfana Frida (Laia Artigas) abandona Barcelona y se marcha con sus tíos (desarmantes Bruna Cusí y David Verdaguer) a vivir al campo. Allí le espera su hermana pequeña (Paula Robles) que, paradojas de la vida, gana de pronto una hermana mayor. Es Verano 1993 el recuento de aquel estío que le cambió la vida a Carla Simón, una recreación sutil, honesta como ese susurro del niño al comienzo de la película, tan real que parece un recuerdo.
Carla Simón cuenta ese proceso de observación y desafío con un naturalismo preciosista, guerras de almohadas y tiritas en las rodillas, con actores que olvidas que estén actuando y diálogos fulminantes, sean o no reales. Así, hasta ese berrinche perfecto con el que la película se hace simétrica y, ley de vida, se acaba el verano dejándonos enamorados de su desbordante ternura, de su humanidad y honestidad.
Greta Gerwig antes de Barbie
Mujercitas, en Netflix
“He tenido muchos problemas; por eso escribo cuentos alegres”. Como Lady Bird, Mujercitas comienza con una cita, pero en esta ocasión no es de Joan Didion sino de la propia Louisa May Alcott, cuya famosa novela adapta fielmente en su segunda película Greta Gerwig. El entrecomillado en cuestión no es arbitrario. Mujercitas es por encima de todo un cuento alegre. Tanto como los relatos de Alcott. Tanto como su gran novela.
Mujercitas comienza con Jo –espiritosa Saoirse Ronan–, personaje que Greta Gerwig pone en el centro de su adaptación, quizás porque ya en la novela era el más reivindicable desde un punto de vista de género. No solo eso. Empieza con Jo intentando publicar, cumplir sus sueños de convertirse en escritora a pesar del machismo reinante en un panorama literario masculino y en una época en la que las mujeres no podían votar ni ser dueñas de sus tierras o de sus hijos.
Todo en la nueva adaptación de Mujercitas parece medido para celebrar la alegría del texto original. Los vestidos de las hermanas, color algodón de azúcar; esos decorados a lo Accidentally Wes Anderson y, por supuesto, la música de Desplat. Si bien Gerwig aprovecha para lanzar unos cuantos mensajes a las niñas que vean su aproximación a la novela de Alcott (y de paso a la amargada tía March), recordando las vidas de estas hermanas cuya única opción era el matrimonio podemos tomar conciencia de nuestras libertades y derechos adquiridos como mujeres.
No solo eso. La novela de Alcott, escrita en un momento en el que las mujeres prácticamente no escribían ni publicaban, es un referente del coraje y la valía femeninas, como explica Gerwig en ese final tan metacinematográfico. Y como le contestan sus hermanas cuando Jo se refiere a su novela como “un mero relato sobre nuestras pequeñas vidas, nuestras alegrías domésticas”: “Si escribes sobre ellas haces que sean importantes”.
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