Confunden a Castelli con Mariano Moreno en la portada de una novela de Andrés Rivera
El error ocurrió en una reedición de “La revolución es un sueño eterno”, publicada este mes por Seix Barral

El historiador Federico Penelas encendió la mecha con un comentario en redes sociales. “Abandonad toda esperanza”, dijo y pasó a señalar que el sello Seix Barral ilustró la tapa de la gran novela de Andrés Rivera sobre Juan José Castelli con una imagen de otro prócer, Mariano Moreno. Una obra imprescindible sobre el orador de los días de Mayo, La revolución es un sueño eterno, lleva por portada un cuadro clásico del pintor chileno Pedro Subercaseaux.
No es la primera vez que sucede este tipo de enroque. En la serie Narcos, de Netflix, el mismo cuadro de Moreno aparecía en el despacho del presidente de Colombia aparentando ser... ¿Simón Bolívar? ¿Francisco de Paula? “Ha habido malas atribuciones, lo he visto en manuales. Puede ocurrir. Pero como esto, nunca vi nada”, dice el director del Museo Histórico Nacional, Gabriel Di Meglio.
“No es tan raro que en libros se equivoquen. He visto libros de Tolstoi publicados con un retrato de Dostoievski. No hay tantas imágenes fidedignas de los próceres del siglo XIX, y Castelli no tiene ninguna que lo represente”, reconoce Fabio Wasserman, otro de los historiadores que alertó del caso en redes. “Creo que esto tiene que ver con la precarización y falta de control de los procesos de producción de materiales escritos y audiovisuales, con lo cual es muy común que haya errores porque por lo general se recurre a Internet, donde hay muchos problemas. Ahora es peor con el uso de la AI: se suman errores fácticos”, dice.
“Efectivamente fue una confusión de prócer. Incluso en Google aparecen confundidos -señala Mercedes Güiraldes, editora de Planeta-. Se buscó que fuera un prócer en situación de escribir y se dio la involuntaria confusión de personajes. No fue un descuido, fue un error. De todas formas, la ilustración, si bien no es la exacta que queríamos, trae a otro de los héroes de la Revolución y, en ese sentido, no es impropia respecto del contenido de la novela”.
La iconografía de Castelli es poca y como la de casi todos los próceres, algo incierta. “Lo que hay en el catálogo del Museo Histórico Nacional es muy pobre. Hay un óleo sobre tela de 1941 de María J. Rodríguez y un busto en yeso anónimo. Y hay varias fotografías del monumento que se le hizo en la Plaza Constitución. Hay también algún dibujo, pero no es un prócer con una iconografía que haya quedado instalada”, indica Laura Malosetti Costa, experta en retratística histórica, autora del libro Retratos públicos. Pintura y fotografía en la construcción de imágenes heroicas en América Latina desde el siglo XIX.
En cambio, la pintura de Moreno está reproducida en manuales escolares. “Subercaseaux hizo imágenes muy pregnantes, que muchas veces se confundieron con otras cosas. La obra de Moreno circuló por América con cambios de identidades. Lo mismo que con obras de Arturo Michelena y de Manuel Blanes, hay copias hechas por pintores quiteños sin saber quién era el personaje, o cambiándoselo, directamente. Era muy común que cuando una pintura histórica resultaba muy atractiva, le pusieran otro contenido”, explica Malosetti.
La investigadora es autora junto con Carolina Vanegas del libro Pinturas, una selección de escenas de Historia, editado por el Museo Histórico, donde analizan el cuadro de Moreno, un óleo sobre tela de 170 por 159 cm, adquirido por el museo en 1908. Es parte del conjunto de héroes de la Revolución encargado por el primer director de la institución, Adolfo Carranza, como parte de los festejos del Centenario. En la carta al artista, Carranza especifica cómo quería el retrato: “Paréceme que podría representarlo de cuerpo entero, sentado en su mesa de trabajo, de noche, en actitud de escribir algún asunto grave y que le muestre meditando lo que deba expresar su pluma”.
Subercaseaux podría haberse basado para el rostro en un grabado de Edmond Narcisse Desmadryl. “En ninguno de los casos se trata de una referencia tomada del rostro de Moreno en vida”, se lee en la publicación. Ni Moreno es Moreno. El tintero y el escritorio sí son fidedignos, ya que Carranza había conseguido la donación de los originales por el nieto del prócer. “De esos héroes civiles no tenemos retratos de época, de ninguno de la Primera Junta”, aclara Malosetti.
Desde 2020, Mariano Moreno en su mesa de trabajo no está en exposición en el museo. Fue pedido en préstamo por la Casa Rosada para ser colgado en el despacho del Presidente, durante la gestión de Alberto Fernández (2019-2023), ya que Moreno era “uno de sus próceres preferidos”. Estaban también Sarmiento y San Martín con sus retratos más icónicos. No así en la administración actual, que tiene gustos más personalistas, y pobló la Quinta de Olivos con retratos de Javier Milei. “En el transcurso de este mes o el próximo, la obra volverá al museo, ya está en trámite su devolución”, informa Di Meglio (quien aporta el dato de la serie de Netflix). El escritorio está guardado en el depósito, pero el tintero, sí, está en exposición.
“Lamentamos mucho que la atención se enfoque ahí y no en lo que significa la reedición de tres títulos fundamentales de la literatura argentina”, continúa Güiraldes. Además del libro sobre Castelli, se reeditan El farmer y La Sierva, con prólogos especialmente encargados a Felipe Pigna, Pompeyo Audivert y María Teresa Andruetto. “Son ediciones conmemorativas, que publicaremos en meses sucesivos (marzo, abril, mayo) y presentaremos en la Feria del Libro con la presencia de los prologuistas. Sin duda, es lo más importante en esta coyuntura difícil para la industria editorial”, señala.
Tres Rivera para leer y releer
La revolución es un sueño eterno, según Felipe Pigna: “Es una profunda reflexión sobre la naturaleza de la revolución, el poder, la identidad y la condición humana. A través de una narrativa fragmentada y poética, Rivera nos presenta a un personaje que, en sus últimos días, se enfrenta a la desilusión, el sufrimiento y la ambigüedad de su propio legado, y a la vez, encuentra una forma de resistencia en el lenguaje y la memoria”.
El farmer, en palabras de Pompeyo Audivert: “Rivera elige para hablar de Rosas al Rosas final y decrépito que se extingue en el exilio de Inglaterra. Se pone su máscara y escribe un soliloquio abismal, el torvo balbuceo del ser encadenado a los recuerdos. La torva perduración de un ímpetu abolido mascullando maldiciones a quienes lo traicionaron, restallando el látigo del recuerdo, reducido a granjero en ese rancho mugriento de Inglaterra. Todo está en el exilio, el cuerpo, la voz, el alma, la memoria, el cielo, el clima, el idioma”.
La Sierva, desde la mirada de María Teresa Andruetto: “Están aquí las zonas temáticas en las que Rivera cimentó su lectura de la historia, con enfoques que a la luz de estos nuevos tiempos redimensionamos, como la opresión de las mujeres y la potencia de sus reivindicaciones. Esta sierva es una hermana de todas nosotras y, aunque sometida, conserva su potencia para no someterse, no siempre, no toda ella. En esa posibilidad de negarse reside su libertad, modelo de la nuestra”.