Braganza, la desconocida ciudad del norte de Portugal donde se respira paz, historia y naturaleza
Las magníficas playas del Algarve, la cultura de Lisboa, la belleza de Oporto y hasta el carácter del Alentejo dejan poco espacio, para la mayoría de los viajeros, para descubrir otras zonas de Portugal cargadas de tesoros. Es el caso de Trás-os-Montes , la región interior del norte de ese país , limítrofe con España y donde se preservan tradiciones, historia y naturaleza aún sin masificar. En el corazón de esta parte del mapa portugués se ubica Braganza , ciudad milenaria y apacible que alberga vestigios históricos, una poderosa naturaleza, una gastronomía genuina y una cultura rica en tradiciones asomadas a los trajes multicolor de sus personajes más llamativos y conocidos, los 'caretos', unos enmascarados que bajan del monte en el carnaval y las festividades de invierno blandiendo sus bastones. Caminando sus calles de piedra es posible aún hoy vislumbrar aquella pujante villa del siglo X , marcada más tarde por el tratamiento de la seda como principal actividad económica, así como las huellas de su lejano origen en la Edad de Bronce y el posterior paso por estas tierras frías y accidentadas de suevos, visigodos y romanos . Ese legado histórico, cultural y arquitectónico se preserva en sus museos y especialmente en su castillo de estilo gótico, cuya construcción inició Sancho I y que en la actualidad es uno de los mejor conservados de Portugal. Este Monumento Nacional de martes a domingos, igual que el Museo Militar de la ciudad, que funciona en sus instalaciones. Desde la terraza almenada y sus torres -la de la Princesa habla de una leyenda de amor y pena en torno a una joven que allí vivió-, ya se puede vislumbrar otra de las riquezas de este destino, el Parque Natural de Montesinho , reserva de la biosfera protegida por la Unesco, donde hay un buen número de senderos bien marcados y vías para recorrer -cargados de miradores al agreste paisaje- y varios lagos , junto con una nutrida flora y fauna que dan cobijo a los amantes de los planes activos y de exterior. De vuelta a la ciudad, lo recomendable es perderse por sus calles, cargadas de antiguas iglesias -su catedral, en cambio, es moderna, de 2001- y los solares , como se conocen allí a las casas señoriales o palacetes de la antigua nobleza. Una artesanía típica de la zona son las máscaras y otras piezas de barro , principalmente la 'cantarinha', que evocan a las de mayor tamaño que se usaban para llevar agua a los trabajadores del campo. Otra actividad que caracteriza a Tràs-os-Montes es la cuchillería , que se sigue fabricando aún hoy con los métodos manuales tradicionales, que dan lugar a una hoja de hierro única con variedad de cabos, que pueden ser de hueso, madera o caña de ciervo, entre otros materiales. Un aspecto fundamental de Braganza y sus pueblos, y también de todo Portugal sin duda, es su gastronomía , hecha a base de materia prima de gran calidad y un recetario que atesora costumbres ancestrales a la vez que está ofreciendo ches que la reinterpretan a la luz de las actuales tendencias . En esta región hay platos como sopa de castaña , grandes panes de masa madre -de trigo y centeno y cocidos al horno de leña-, una patata característica de suave sabor dulce y terroso, un buen surtido de setas y amplia variedad de caldos , junto con sus propios embutidos, quesos y aceite. De sus ríos salen las truchas , que se comen de todas las maneras, incluso envueltas en finas tiras de jamón, y otros peces de su dieta habitual como el congrio . Por supuesto también hay bacalao, omnipresente en el país, pero además aquí se encuentran buenas y abundantes carnes -cerdo, cabrito, cordero, perdiz, liebre, jabalí-; dulces igualmente de castañas, arroz, membrillo o miel, y recetas tan típicas como un cus cus de harina muy laborioso de preparar o el botillo con 'casulas' (vainas secas de alubias), que llega a tener su festival justo antes del carnaval. Si a partir de Braganza se quiere recorrer los pueblos cercanos, hay varios para perderse, con paisajes cuajados de restos de fortalezas y muros medievales , así como de puentes y acequias romanas pues por allí pasaba una de sus míticas Vías y sitios con balnearios de termas naturales (uno, en Chaves). Una buena idea es acercarse a disfrutar del maravilloso Parque Natural de Montesinho que, con una superficie de más de 74 mil hectáreas de prados, robledales y castañares entre riachos y cascadas, ofrece un auténtico paraíso ornitológico (hay también jabalíes y lobos ibéricos) y, en otoño, el concierto de los ciervos en berrea. De paso se puede visitar el pueblo con el mismo nombre, Montesinho, ubicado en la frontera con España. Considerado uno de los más carismáticos, en las afueras tiene un complejo minero en desuso y una presa, pero además -para días de buena temperatura- ofrece playas y espacios fluviales con áreas habilitadas para un picnic y pasar el día. Un lugar para escaparse a vivir lo auténtico.
Las magníficas playas del Algarve, la cultura de Lisboa, la belleza de Oporto y hasta el carácter del Alentejo dejan poco espacio, para la mayoría de los viajeros, para descubrir otras zonas de Portugal cargadas de tesoros. Es el caso de Trás-os-Montes , la región interior del norte de ese país , limítrofe con España y donde se preservan tradiciones, historia y naturaleza aún sin masificar. En el corazón de esta parte del mapa portugués se ubica Braganza , ciudad milenaria y apacible que alberga vestigios históricos, una poderosa naturaleza, una gastronomía genuina y una cultura rica en tradiciones asomadas a los trajes multicolor de sus personajes más llamativos y conocidos, los 'caretos', unos enmascarados que bajan del monte en el carnaval y las festividades de invierno blandiendo sus bastones. Caminando sus calles de piedra es posible aún hoy vislumbrar aquella pujante villa del siglo X , marcada más tarde por el tratamiento de la seda como principal actividad económica, así como las huellas de su lejano origen en la Edad de Bronce y el posterior paso por estas tierras frías y accidentadas de suevos, visigodos y romanos . Ese legado histórico, cultural y arquitectónico se preserva en sus museos y especialmente en su castillo de estilo gótico, cuya construcción inició Sancho I y que en la actualidad es uno de los mejor conservados de Portugal. Este Monumento Nacional de martes a domingos, igual que el Museo Militar de la ciudad, que funciona en sus instalaciones. Desde la terraza almenada y sus torres -la de la Princesa habla de una leyenda de amor y pena en torno a una joven que allí vivió-, ya se puede vislumbrar otra de las riquezas de este destino, el Parque Natural de Montesinho , reserva de la biosfera protegida por la Unesco, donde hay un buen número de senderos bien marcados y vías para recorrer -cargados de miradores al agreste paisaje- y varios lagos , junto con una nutrida flora y fauna que dan cobijo a los amantes de los planes activos y de exterior. De vuelta a la ciudad, lo recomendable es perderse por sus calles, cargadas de antiguas iglesias -su catedral, en cambio, es moderna, de 2001- y los solares , como se conocen allí a las casas señoriales o palacetes de la antigua nobleza. Una artesanía típica de la zona son las máscaras y otras piezas de barro , principalmente la 'cantarinha', que evocan a las de mayor tamaño que se usaban para llevar agua a los trabajadores del campo. Otra actividad que caracteriza a Tràs-os-Montes es la cuchillería , que se sigue fabricando aún hoy con los métodos manuales tradicionales, que dan lugar a una hoja de hierro única con variedad de cabos, que pueden ser de hueso, madera o caña de ciervo, entre otros materiales. Un aspecto fundamental de Braganza y sus pueblos, y también de todo Portugal sin duda, es su gastronomía , hecha a base de materia prima de gran calidad y un recetario que atesora costumbres ancestrales a la vez que está ofreciendo ches que la reinterpretan a la luz de las actuales tendencias . En esta región hay platos como sopa de castaña , grandes panes de masa madre -de trigo y centeno y cocidos al horno de leña-, una patata característica de suave sabor dulce y terroso, un buen surtido de setas y amplia variedad de caldos , junto con sus propios embutidos, quesos y aceite. De sus ríos salen las truchas , que se comen de todas las maneras, incluso envueltas en finas tiras de jamón, y otros peces de su dieta habitual como el congrio . Por supuesto también hay bacalao, omnipresente en el país, pero además aquí se encuentran buenas y abundantes carnes -cerdo, cabrito, cordero, perdiz, liebre, jabalí-; dulces igualmente de castañas, arroz, membrillo o miel, y recetas tan típicas como un cus cus de harina muy laborioso de preparar o el botillo con 'casulas' (vainas secas de alubias), que llega a tener su festival justo antes del carnaval. Si a partir de Braganza se quiere recorrer los pueblos cercanos, hay varios para perderse, con paisajes cuajados de restos de fortalezas y muros medievales , así como de puentes y acequias romanas pues por allí pasaba una de sus míticas Vías y sitios con balnearios de termas naturales (uno, en Chaves). Una buena idea es acercarse a disfrutar del maravilloso Parque Natural de Montesinho que, con una superficie de más de 74 mil hectáreas de prados, robledales y castañares entre riachos y cascadas, ofrece un auténtico paraíso ornitológico (hay también jabalíes y lobos ibéricos) y, en otoño, el concierto de los ciervos en berrea. De paso se puede visitar el pueblo con el mismo nombre, Montesinho, ubicado en la frontera con España. Considerado uno de los más carismáticos, en las afueras tiene un complejo minero en desuso y una presa, pero además -para días de buena temperatura- ofrece playas y espacios fluviales con áreas habilitadas para un picnic y pasar el día. Un lugar para escaparse a vivir lo auténtico.
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