Auge y caída de Karla Sofía Gascón: de sus tuits a un linchamiento público
Repasamos la cronología de cómo la actriz trans pasó de estar en el olimpo de Hollywood a ser relegada al ostracismo en apenas una semana.

Hubo quien se llevaría una sorpresa si no estaba muy al tanto del curso de la temporada de premios cinematográficos. El pasado 23 de enero Karla Sofía Gascón era nominada, en la categoría de mejor actriz protagonista, por Emilia Pérez, por entonces gran favorita a los premios, a un Oscar. Se convertía así en la primera actriz trans que lo conseguía, en la segunda actriz española, después de Penélope Cruz —que lo ha logrado en cuatro ocasiones, una de ellas con su nombre en el sobre— y, de hecho, había casas de apuestas que ya le daban incluso la estatuilla. Algo que pocos imaginaban allá por los años 90, cuando la intérprete, antes de transicionar, aparecía en series como El súper o El pasado es mañana, ya en 2005.
Por aquella época, Karla Sofía Gascón cruzaría el Atlántico y comenzaría una nueva etapa de su vida, más centrada en las telenovelas. Hasta que descubrió su verdadera identidad y dio el paso a ser quien de verdad es. Un paso que, sin embargo, tampoco acaparó excesivos titulares hasta que el director francés Jacques Audiard la eligió como la protagonista de su narco-musical junto a Zoe Saldaña, Selena Gomez y Adriana Paz.
Una cinta que, desde su estreno en el pasado Festival de Cannes, no cesaba de darles alegrías a quienes habían participado en ella —desde reconocimientos por doquier a una presencia constante en medios como parte de su campaña por el premio de la Academia—, con Gascón incluso firmando un importante papel en la futura traslación a la gran pantalla de Las malas, la exitosa novela de la escritora argentina Camila Sosa Villada sobre la vida travesti y la comunidad de ayuda que crearon entre ellas a principios de milenio.
Todo parecía ir sobre ruedas pero el pasado regresó con una virulencia desmedida. Una periodista independiente canadiense, llamada Sarah Hagi, musulmana, reconvirtió a la actriz de la noche a la mañana, pasando de ser toda una inspiración a una marginada, una paria absoluta sin cabida en Hollywood. Hagi rescató viejos tuits, a todas luces inaceptables —y algunos, de hecho, ni siquiera tan viejos, pues van de 2016 a 2021—, con comentarios de Gascón islamófobos, racistas, antivacunas, contra movimientos como el 8-M o el Black Lives Matter o, curiosamente, contra la diversidad en los Oscar.
En ellos hablaba de "expulsar a los moros de España", de que sentía un "asco profundo" hacia la humanidad por, irónicamente, el respeto de la religión islámica dispensaba a las mujeres —"El islam es maravilloso, sin ningún tipo de machismo", decía sarcásticamente en otro—, así como que el islam se estaba convirtiendo "en un foco de infección" para el mundo que se debía "curar" de manera "urgente".
Asimismo, tildaba a George Floyd, cuya muerte a manos de un policía dio origen al susodicho movimiento antirracista, de "drogata estafador", y, en mitad de la pandemia, escribía: "La vacuna china, aparte del chip obligatorio, viene con dos rollitos de primavera, un gato que mueve la mano, dos flores de plástico, un farolillo desplegable, tres líneas de teléfono y un euro para tu primera compra controlada".
Todo ello, como no podía ser de otra forma por la inquina que desprendían sus palabras, acabó con todas sus posibilidades de alzarse con la estatuilla. Pero entonces comenzó una campaña de desprestigio y ataques masivos con Gascón que han puesto en entredicho la moralidad de La Meca del Cine. O, mejor, dicho, han evidenciado el doble rasero con el que actúan en Hollywood.
Porque si bien en un comienzo, nada más conocerse los tuits, llegaron los memes —hubo incluso quienes aseguraron que lo peor que había dicho Gascón era sin duda que es aficionada del Real Madrid— y las preguntas lógicas, como el hecho de que nadie del equipo de comunicación y relaciones públicas de Emilia Pérez hubiese revisado los tuits antiguos de alguien que hace campaña por el Oscar, en Estados Unidos, que como sociedad, para ciertos temas, aún tienden hacia el puritanismo, su nombre pasó a ser poco menos que el de una paria a la que no estaba permitido ni acercarse.
Contrasta, por ejemplo, que el mismo fin de semana en el que Karla Sofía Gascón pasaba a ser una repudiada, Chris Brown, expareja y maltratador de Rihanna, así como poseedor de muchas otras denuncias —por acoso, agresión sexual, violencia...—, ganase su primer Grammy en diez años. Hay dos posibles mensajes en ello, que de hecho no se contrarrestan: solo hace falta tiempo para que la sociedad olvide y que ni siquiera es necesario pedir perdón, algo que Karla sí ha hecho, aunque sus disculpas tampoco hayan gustado, mencionando intereses ocultos o que "la luz conquista la oscuridad", especialmente a las comunidades ofendidas.
Porque miembros de la comunidad LGTBI se han pronunciado a favor de Karla Sofía Gascón. No a favor de sus tuits, que prácticamente todo el mundo le reprende, sino de ella. Porque teniendo la comunidad trans una tasa de intento de suicidio 7,7 veces más alta en comparación con las personas no transgénero y una tasa de mortalidad por suicidio 3,5 veces más alta —según un estudio danés de 2023—, el ostracismo y la rabia con los que se ha producido el acoso y derribo contra ella, señalan que hay un importante sesgo de transfobia en su expulsión de los Oscar, con una campaña, inane, para retirarle la nominación.
Poco ha importado, de hecho, que Karla Sofía Gascón lleve un año saliendo con una mujer musulmana que se dedica al mundo de la moda en París. O que haya dicho que gracias a ella ha aprendido mucho de su cultura y el respeto hacia sus costumbres que no existían en sus tuits. Su director, sus compañeras de reparto, personalidades de toda la industria cinematográfica, Netflix y, por supuesto, el equipo de comunicación de Emilia Pérez, han elegido darle la espalda e intentar salvar algún Oscar de las 13 nominaciones que tiene, dado que también han vivido la polémica del uso de inteligencia artificial en su cinta.
Por ello no extrañaron los discursos, durante los pasados premios Goya, en los que Karla Sofía Gascón estaba nominada —de hecho la película se llevó el premio a mejor película extranjera— y no asistió, en los que reivindicaban que no solo en las redes, sino que también en el mundo real se busque algo más de compasión, que no ha de ser confundido con el perdón. Porque partiendo de la base de que no existen las personas inmaculadas, habría que incentivar y repensar las posibilidades de que alguien cambie a mejor si se muestra proclive a ello.
Y esto también está íntimamente relacionado con otro de los cimientos que desde la comunidad LGTBI se ha intentado hacer ver con el caso de Karla Sofía Gascón: la percepción que tiene todavía el mundo de una persona transgénero. Porque se da por hecho que alguien que ha transicionado debe (de) ser, quizá por lo experimentado, un ser de luz, con la opinión correcta y exacta para cada tema del mundo, sin error, sin pasado.
Y quizá eso sería lo ideal, pero solo si esa exigencia fuese dirigida por igual para todas las personas. Mientras, hay que aceptar y entender que el respeto ha de constituirse de forma horizontal y que hay que estar muy seguro para tirar la primera piedra.