Antifrágiles: más que robustos

En Antifrágil, el ensayista, investigador y matemático libanés Nassim Nicholas Taleb afirma que los sistemas políticos, las empresas y los seres humanos necesitamos pasar por situaciones estresantes o “estresores” para ser antifrágiles, es decir, más que robustos. “Del mismo modo que pasarse un mes en la cama provoca atrofia muscular, los sistemas complejos se debilitan y hasta ‘mueren’ si se ven privados de estresores”, reflexiona Taleb, experto en probabilidades y profesor de Ciencias de la Incertidumbre en la Universidad de Massachusetts y en la London Business School.Taleb critica enfáticamente a médicos, políticos, economistas y periodistas que, por querer hacer el bien, terminan perjudicando a sus pacientes y sociedades. En cambio, defiende con vehemencia la “acción negativa”: para el autor de Cisne negro y otros best sellers, es preferible no hacer nada antes que intervenir sin tener la certeza de que los resultados serán positivos.En el plano de las políticas estatales, menciona obviamente los subsidios y aranceles que terminan enmarañando y perjudicando la economía de un país. Y en cuanto a la medicina, le dedica muchas páginas a la “iatrogenia” o mala praxis, que ocurre, según él, mayormente por hacer una cirugía o dar un medicamento sin tener en cuenta los posibles inconvenientes futuros. “Retirar una medicación u otro estresor no natural mediante ensayo y error es más robusto que añadir una medicación con efectos secundarios que nos son desconocidos, por mucho que se nos diga que ha superado ‘pruebas clínicas’ y otras mandangas”, provoca el también exoperador de Bolsa.El día del último temporal en la Ciudad, entraba con el auto en el estacionamiento de LA NACION cuando vi salir caminando a un querido compañero, Guillermo. Tenía un paraguas gigante, casi una sombrilla, y un sobretodo. “Qué genio –pensé–; es de ascendencia japonesa, tiene todo calculado”. Estuve tentado de pedirle que me esperara a que estacionara, porque yo me había olvidado el paraguas y me iba a empapar en los 400 metros de distancia que hay desde el playón hasta la puerta del edificio. Pero enseguida me dije: “Pobre, para qué lo voy a demorar”, y solo lo saludé y seguí.La tormenta era tremenda y efectivamente me mojé todo. En el camino divisé a otro compañero, Lucas, que corría para escapar de la lluvia y le grité: “No corras, te vas a mojar igual”. Me pareció que quizás podía tropezarse y caerse en el asfalto mojado. Más tarde, ya en el trabajo, me acerqué y le comenté a Lucas mi admiración por la previsión de Guillermo. Para mi sorpresa, me reveló un cuadro que no había imaginado como posible final de la secuencia de apuros que nos había reunido a los tres, con segundos de distancia, en medio del temporal: Guillermo se había tropezado y había quedado completamente embarrado. Hablé luego con el damnificado, que se tomó el episodio con su humor y calma habituales.Sería bueno saber qué opina Taleb sobre esta anécdota de la vida cotidiana. ¿Coincidiría en que muchas veces buscando protegernos de algo obtenemos el resultado inverso’? ¿Vería la lluvia en este caso sería un leve “estresor” y el paraguas como un artilugio que podría generar más inconvenientes que beneficios? “Con la condición de tener la clase correcta de rigor, necesitamos azar, desorden, aventura, autodescubrimiento, incertidumbre, episodios cuasitraumáticos, en lugar de llevar una existencia estructurada”, escribió el ensayista en otro pasaje de su libro.La aleatoriedad y las probabilidades son temas fascinantes. Quizás, si Guillermo no hubiera llevado un paraguas gigante, para en caso de lluvia prevenir mojarse, no se hubiera tropezado ni habría terminado peor que aquello que buscaba evitar. Tal vez, si yo le hubiese pedido que me esperara y me compartiera el reparo bajo su paraguas, hubiésemos rodado los dos, abrazados por el suelo, en un paso de comedia increíble. O por ahí no, quizás yo le hubiese avisado que el barro cubría la calzada, producto de una obra en construcción, y hubiésemos llegado los dos secos hasta la puerta del diario. En fin, la realidad es que por más que uno sea extremadamente cuidadoso, la aleatoriedad siempre existe y un cisne negro puede estar esperándonos a la vuelta de la esquina.

Mar 6, 2025 - 19:48
 0
Antifrágiles: más que robustos

En Antifrágil, el ensayista, investigador y matemático libanés Nassim Nicholas Taleb afirma que los sistemas políticos, las empresas y los seres humanos necesitamos pasar por situaciones estresantes o “estresores” para ser antifrágiles, es decir, más que robustos. “Del mismo modo que pasarse un mes en la cama provoca atrofia muscular, los sistemas complejos se debilitan y hasta ‘mueren’ si se ven privados de estresores”, reflexiona Taleb, experto en probabilidades y profesor de Ciencias de la Incertidumbre en la Universidad de Massachusetts y en la London Business School.

Taleb critica enfáticamente a médicos, políticos, economistas y periodistas que, por querer hacer el bien, terminan perjudicando a sus pacientes y sociedades. En cambio, defiende con vehemencia la “acción negativa”: para el autor de Cisne negro y otros best sellers, es preferible no hacer nada antes que intervenir sin tener la certeza de que los resultados serán positivos.

En el plano de las políticas estatales, menciona obviamente los subsidios y aranceles que terminan enmarañando y perjudicando la economía de un país. Y en cuanto a la medicina, le dedica muchas páginas a la “iatrogenia” o mala praxis, que ocurre, según él, mayormente por hacer una cirugía o dar un medicamento sin tener en cuenta los posibles inconvenientes futuros. “Retirar una medicación u otro estresor no natural mediante ensayo y error es más robusto que añadir una medicación con efectos secundarios que nos son desconocidos, por mucho que se nos diga que ha superado ‘pruebas clínicas’ y otras mandangas”, provoca el también exoperador de Bolsa.

El día del último temporal en la Ciudad, entraba con el auto en el estacionamiento de LA NACION cuando vi salir caminando a un querido compañero, Guillermo. Tenía un paraguas gigante, casi una sombrilla, y un sobretodo. “Qué genio –pensé–; es de ascendencia japonesa, tiene todo calculado”. Estuve tentado de pedirle que me esperara a que estacionara, porque yo me había olvidado el paraguas y me iba a empapar en los 400 metros de distancia que hay desde el playón hasta la puerta del edificio. Pero enseguida me dije: “Pobre, para qué lo voy a demorar”, y solo lo saludé y seguí.

La tormenta era tremenda y efectivamente me mojé todo. En el camino divisé a otro compañero, Lucas, que corría para escapar de la lluvia y le grité: “No corras, te vas a mojar igual”. Me pareció que quizás podía tropezarse y caerse en el asfalto mojado. Más tarde, ya en el trabajo, me acerqué y le comenté a Lucas mi admiración por la previsión de Guillermo. Para mi sorpresa, me reveló un cuadro que no había imaginado como posible final de la secuencia de apuros que nos había reunido a los tres, con segundos de distancia, en medio del temporal: Guillermo se había tropezado y había quedado completamente embarrado. Hablé luego con el damnificado, que se tomó el episodio con su humor y calma habituales.

Sería bueno saber qué opina Taleb sobre esta anécdota de la vida cotidiana. ¿Coincidiría en que muchas veces buscando protegernos de algo obtenemos el resultado inverso’? ¿Vería la lluvia en este caso sería un leve “estresor” y el paraguas como un artilugio que podría generar más inconvenientes que beneficios? “Con la condición de tener la clase correcta de rigor, necesitamos azar, desorden, aventura, autodescubrimiento, incertidumbre, episodios cuasitraumáticos, en lugar de llevar una existencia estructurada”, escribió el ensayista en otro pasaje de su libro.

La aleatoriedad y las probabilidades son temas fascinantes. Quizás, si Guillermo no hubiera llevado un paraguas gigante, para en caso de lluvia prevenir mojarse, no se hubiera tropezado ni habría terminado peor que aquello que buscaba evitar. Tal vez, si yo le hubiese pedido que me esperara y me compartiera el reparo bajo su paraguas, hubiésemos rodado los dos, abrazados por el suelo, en un paso de comedia increíble. O por ahí no, quizás yo le hubiese avisado que el barro cubría la calzada, producto de una obra en construcción, y hubiésemos llegado los dos secos hasta la puerta del diario. En fin, la realidad es que por más que uno sea extremadamente cuidadoso, la aleatoriedad siempre existe y un cisne negro puede estar esperándonos a la vuelta de la esquina.