Amores perros
Lo que caracteriza a Colell, reitero, digamos, su estilema, es su prosa total, no por extensa, ni preñada de palabras, sino por su economía léxica, acertada, la cual se traduce en un estado de ánimo a lo largo de la narración que se traslada al lector. Hay algo de recurrencia en su discurso, formado desde... Leer más La entrada Amores perros aparece primero en Zenda.

Es toda una sorpresa recibir de nuevo una entrega de este escritor, que debutó con la fantástica novela Reino vegetal; en ella ya establecía la profundidad de su prosa, porque hay algo envolvente en su forma de escribir, y eso lo traslada a este nuevo volumen, que además, resultó ganador del segundo Premio Fundación El Libro de la Feria del Libro de Buenos Aires al mejor libro de cuentos inéditos.
Hay algo de recurrencia en su discurso, formado desde la reflexión y la contemplación de la realidad:
“La infancia, ya se sabe, tiene algo de recolectora. A la infancia, ya se sabe, le gusta rastrear, seleccionar, golpear, romper, llevarse algo a la boca.”
Componen este libro diez relatos. Lo original es que en todas las historias hay un leitmotiv, los perros. Perros de todo tipo, los que sufren, los que encuentran, por los que sentimos lástima. Se podrían escuchar, si aguzamos el oído, sus ladridos desde que se abre el libro.
No es la primera historia con perros, le precede una larga estirpe de perros habladores como Cipión y Berganza, que sienta las bases de El coloquio de los perros, o, por ejemplo, ¿os acordáis de aquel pero parlanchín de Kafka, con ese punto repelente y atildado? Investigaciones de un perro, cómo olvidarlo; he llegado a entender más conceptos filosóficos con este perro kafkiano que con cierta filosofía de Schopenhauer.
Sin embargo, los perros de Colell son cercanos, no hablan, con palabras, digo, sino que acompañan y dan la nota de profundidad a la maldad humana, porque también hay mucho de observación de lo humano en su prosa. En su anterior novela se daba voz a una joven que no se había dado cuenta de que una experiencia traumática había cambiado para siempre ese imperio de barro de la adolescencia. Aquí, por su parte, hay un cambio de registro en el autor y se introducen nuevos personajes que abordan la locura, la desaparición, el viaje, el trauma desde diferentes puntos de vista y resoluciones estéticas que Colell adopta en cada intento.
A mí me recuerdan estas historias a lo que cantaban el grupo inglés The Smiths. Sus alegres melodías no se correspondían con unas letras, en ocasiones, tremendas y desgraciadas.
“And if a double decker bus
clashes into us,
to die by your side
is such a heavenly way to die.”
Pues así relata a veces la desgracia:
“Su casa estaba cerca, muy cerca de ahí. Debería acercarse, entrar, reconocer sus cosas, pero no querían que lo vieran. Los vecinos. Nadie. Tenía los atributos del bosque, los sentía en el interior de sus ojos, en la cápsula interna, alojada en su interior.”
Cuya historia empieza con un idílico comienzo de paseo con perro hasta convertirse en una abominable pesadilla.
También se analizan las causas de cariz psicológico por las que, a veces, algunas personas llevan a tratar a los perros como a hijos y, debido a ello, perros que se creen personas, que no saben la diferencia que puede haber, visto desde la óptica de un perro en el relato, claro, entre un humano y un animal; perros que se han convertido en semihumanos por el trato recibido por sus dueños, a los que, cuando les colocan un bozal, no saben cómo actuar ante tal despropósito.
Cuánta soledad es capaz de soportar un hombre, pues miren y cuenten a sus perros y se les desvelará la respuesta.
Los amores adolescentes también se ven aquí reflejados, sus mezquindades y las estupideces que somos capaces de realizar por la persona de nuestra devoción:
“Cuando veía que había aprobado, se llevaba los papeles al pecho y daba gracias a Dios, a un Dios tan obtuso como él, seguramente, un Dios con adaptación curricular y con planes de estudio integradores. A veces, miraba con desdén a los alumnos que sí suspendían […]”
En este caso, se trata de un pequeño ensayo sobre la maldad adolescente provocada por el rechazo amoroso.
Cuentos que son pequeños tratados sobre el alma humana o animal, o sobre la complementación entre el hombre y el animal como testigo silencioso. O bien, esa parte que nadie se ha molestado jamás en contar y que incluye la perspectiva insólita del perro.
Hasta llegar al último de los relatos, tal vez el más extenso, en donde una familia emprende un viaje que cambiará sus vidas. Colell lo cuenta además casi sin que notemos la dificultad intrínseca de ir relatando in crescendo, aumentando la extensión, la tensión y la creación de los personajes, perfectamente definidos conforme nos acercamos el final de este viaje narrativo que coincide, además, con el viaje de una familia a través del desierto.
“Ya no era el mar lo que deseaba —puede que nunca lo hubiera sido—, sino estar ahí, vivir ese viaje. Creo que sigo buscando esa sensación. Treinta años después. La sensación exacta de esa noche.”
De ustedes depende que quieran saber cómo acaba todo esto.
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Autor: Marc Colell. Título: El bozal. Editorial: Ya lo dijo Casimiro Parker. Venta: Todos tus libros.
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