Alicante, garante de los valores de Altamira
Protector de la concordia y defensor a ultranza de la democracia , la justicia, el diálogo y la educación, el legado de nuestro ilustre alicantino Rafael Altamira trasciende el espacio y tiempo. Hijo Predilecto de Alicante y Medalla de Oro, el Maestro ha vuelto a su terreta. Y lo ha hecho, como no podía ser de otra manera, con todos los honores que merece este hombre bueno de leyes cuya vida estuvo al servicio de la sociedad. Convencido de que la educación y el conocimiento son herramientas para construir un mundo más justo, Alicante, la ciudad que lo vio nacer en 1866, tiene la responsabilidad de mantener viva su obra y de propagar sus valores más allá de nuestras fronteras. Unos valores que forman parte del espíritu mediterráneo de los alicantinos. Una tierra tolerante, solidaria y que convive en la diversidad. Jurista, historiador y humanista, los restos mortales de este alicantino internacional, nominado dos veces al Premio Nobel de la Paz, ya reposan en el camposanto de nuestros vecinos de El Campello cumpliendo con sus deseos. Una ceremonia, la de su reciente inhumación, que fue presidida por Su Majestad el Rey Felipe VI y que refuerza el compromiso compartido por ambos municipios: la difusión de su pensamiento como fuente de inspiración para las nuevas generaciones. Hoy, calles, colegios e instituciones ostentan el nombre de Altamira como recordatorio de su fe inquebrantable en la cultura, el conocimiento y la justicia para la construcción de un futuro mejor. Como ejemplos, la calle Rafael Altamira, en el casco histórico Alicante, una de las zonas emblemáticas del patrimonio de la ciudad; el Colegio Público Rafael Altamira, siendo uno de los pilares de su obra la educación, y la nueva Ciudad de la Justicia, que también rinde tributo al que fuera uno de los fundadores del Tribunal Internacional de Justicia. Pero más allá de estos reconocimientos, es necesario que sigamos preservando su mensaje. Que su voz resuene con fuerza. Rescatemos su lucha incansable por la paz social, en un mundo erosionado por conflictos bélicos internacionales que están resquebrajando los cimientos de la convivencia. Recordemos que la confrontación se vence con diálogo, y que en su legado está al alcance vivir en concordia.
Protector de la concordia y defensor a ultranza de la democracia , la justicia, el diálogo y la educación, el legado de nuestro ilustre alicantino Rafael Altamira trasciende el espacio y tiempo. Hijo Predilecto de Alicante y Medalla de Oro, el Maestro ha vuelto a su terreta. Y lo ha hecho, como no podía ser de otra manera, con todos los honores que merece este hombre bueno de leyes cuya vida estuvo al servicio de la sociedad. Convencido de que la educación y el conocimiento son herramientas para construir un mundo más justo, Alicante, la ciudad que lo vio nacer en 1866, tiene la responsabilidad de mantener viva su obra y de propagar sus valores más allá de nuestras fronteras. Unos valores que forman parte del espíritu mediterráneo de los alicantinos. Una tierra tolerante, solidaria y que convive en la diversidad. Jurista, historiador y humanista, los restos mortales de este alicantino internacional, nominado dos veces al Premio Nobel de la Paz, ya reposan en el camposanto de nuestros vecinos de El Campello cumpliendo con sus deseos. Una ceremonia, la de su reciente inhumación, que fue presidida por Su Majestad el Rey Felipe VI y que refuerza el compromiso compartido por ambos municipios: la difusión de su pensamiento como fuente de inspiración para las nuevas generaciones. Hoy, calles, colegios e instituciones ostentan el nombre de Altamira como recordatorio de su fe inquebrantable en la cultura, el conocimiento y la justicia para la construcción de un futuro mejor. Como ejemplos, la calle Rafael Altamira, en el casco histórico Alicante, una de las zonas emblemáticas del patrimonio de la ciudad; el Colegio Público Rafael Altamira, siendo uno de los pilares de su obra la educación, y la nueva Ciudad de la Justicia, que también rinde tributo al que fuera uno de los fundadores del Tribunal Internacional de Justicia. Pero más allá de estos reconocimientos, es necesario que sigamos preservando su mensaje. Que su voz resuene con fuerza. Rescatemos su lucha incansable por la paz social, en un mundo erosionado por conflictos bélicos internacionales que están resquebrajando los cimientos de la convivencia. Recordemos que la confrontación se vence con diálogo, y que en su legado está al alcance vivir en concordia.
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