'Aída' vuelve al cine… pero no como la recuerdas: chistes prohibidos, nostalgia y una confesión inesperada
En el mismo plató donde hace veinte años se cocinaba el barrio más deslenguado y querido de la televisión española, los focos se han vuelto a encender. Pero esta vez no para grabar un capítulo más, sino para rodar algo que se siente como un punto y aparte. Aída, la serie que nos enseñó a reírnos del fracaso, del barrio y de nosotros mismos, se transforma en película. Y no, no es un regreso cualquiera. Es un acto de amor, de duelo y de comedia. Durante la rueda de prensa celebrada en The Mediapro Studio —decorado reconstruido al milímetro—, las palabras no se medían, se sentían. Las emociones flotaban en el ambiente como si cada uno de los presentes llevase años ensayando ese abrazo pendiente. "Esto no es un capítulo de la serie", advertía Laura Fernández Espeso, CEO de The Mediapro Studio. "Tiene una narrativa cinematográfica que la pone en otro lugar". Y ese lugar, según Paco León —director, actor, alma en carne viva del proyecto—, es el de "un polvo de ex que apetece pero no conviene". Pero que se hace igual. La chispa surgió entre copas en una entrega de premios. Carmen Machi, como si fuera Aída resucitada, propuso una locura: "¿Y si lo hacemos?". Y como en las mejores bandas que se rompen para volver más fuertes, todos dijeron que sí. No por nostalgia. No por rentabilidad. Por amor. Porque Aída, más que una serie, fue un vínculo. Carmen Machi en la grabación de la película 'Aída y vuelta'. Jorge Fuenbuena. Pero esta no es una continuación. Ni una reunión de instituto. Ni un intento de repetir los chistes que ya no caben en los tiempos que corren. La película es, según su creador, "una reflexión sobre los límites del humor, la fama, el paso del tiempo y el oficio del cómico". Y se cuenta desde dentro: la película narra el rodaje ficticio de un capítulo de la serie, mezclando las tramas de Luisma, Fidel, Soraya y compañía, con las de los propios actores. Es un juego de espejos, de identidades que se cruzan y se confunden. "No es Carmina, no es Aída, pero es un poco las dos", dice Paco, que no esconde su emoción ni sus dudas. "Hay una presión, la de no decepcionar. Pero más que al público, no quiero fallarle a mi familia, a mis compañeros". El elenco no solo regresa como profesionales; vuelven como supervivientes de un fenómeno que los definió y, en parte, los devoró. "Todos lloramos al entrar de nuevo en el plató", confiesa Machi. "Pero no es volver por volver. Es reencontrarnos de verdad, reencontrarnos con lo que fuimos y con lo que somos ahora". Porque, aunque se vean a menudo en la vida real, volver a ponerse el uniforme de sus personajes es otro tipo de viaje: uno emocional, lleno de vértigo, memoria y reconciliación. El rodaje ha sido, en palabras de Paco León, "agotador, pero profundamente honesto". Y la película no esquiva los temas incómodos: el humor...
En el mismo plató donde hace veinte años se cocinaba el barrio más deslenguado y querido de la televisión española, los focos se han vuelto a encender. Pero esta vez no para grabar un capítulo más, sino para rodar algo que se siente como un punto y aparte. Aída, la serie que nos enseñó a reírnos del fracaso, del barrio y de nosotros mismos, se transforma en película. Y no, no es un regreso cualquiera. Es un acto de amor, de duelo y de comedia. Durante la rueda de prensa celebrada en The Mediapro Studio —decorado reconstruido al milímetro—, las palabras no se medían, se sentían. Las emociones flotaban en el ambiente como si cada uno de los presentes llevase años ensayando ese abrazo pendiente. "Esto no es un capítulo de la serie", advertía Laura Fernández Espeso, CEO de The Mediapro Studio. "Tiene una narrativa cinematográfica que la pone en otro lugar". Y ese lugar, según Paco León —director, actor, alma en carne viva del proyecto—, es el de "un polvo de ex que apetece pero no conviene". Pero que se hace igual. La chispa surgió entre copas en una entrega de premios. Carmen Machi, como si fuera Aída resucitada, propuso una locura: "¿Y si lo hacemos?". Y como en las mejores bandas que se rompen para volver más fuertes, todos dijeron que sí. No por nostalgia. No por rentabilidad. Por amor. Porque Aída, más que una serie, fue un vínculo. Carmen Machi en la grabación de la película 'Aída y vuelta'. Jorge Fuenbuena. Pero esta no es una continuación. Ni una reunión de instituto. Ni un intento de repetir los chistes que ya no caben en los tiempos que corren. La película es, según su creador, "una reflexión sobre los límites del humor, la fama, el paso del tiempo y el oficio del cómico". Y se cuenta desde dentro: la película narra el rodaje ficticio de un capítulo de la serie, mezclando las tramas de Luisma, Fidel, Soraya y compañía, con las de los propios actores. Es un juego de espejos, de identidades que se cruzan y se confunden. "No es Carmina, no es Aída, pero es un poco las dos", dice Paco, que no esconde su emoción ni sus dudas. "Hay una presión, la de no decepcionar. Pero más que al público, no quiero fallarle a mi familia, a mis compañeros". El elenco no solo regresa como profesionales; vuelven como supervivientes de un fenómeno que los definió y, en parte, los devoró. "Todos lloramos al entrar de nuevo en el plató", confiesa Machi. "Pero no es volver por volver. Es reencontrarnos de verdad, reencontrarnos con lo que fuimos y con lo que somos ahora". Porque, aunque se vean a menudo en la vida real, volver a ponerse el uniforme de sus personajes es otro tipo de viaje: uno emocional, lleno de vértigo, memoria y reconciliación. El rodaje ha sido, en palabras de Paco León, "agotador, pero profundamente honesto". Y la película no esquiva los temas incómodos: el humor...
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