Adiós a Paco Galmés
Creo que sí, que, excepcionalmente, hay personas imprescindibles. No las encontraremos en los altos cargos, ni el polvo de estrellas de la fama y la popularidad, pero las hay escondidas en el desván de los sentimientos cuya llave se conserva no en la nube de Google, sino en la infranqueable caja fuerte del banco en … Continuar leyendo "Adiós a Paco Galmés"

Creo que sí, que, excepcionalmente, hay personas imprescindibles. No las encontraremos en los altos cargos, ni el polvo de estrellas de la fama y la popularidad, pero las hay escondidas en el desván de los sentimientos cuya llave se conserva no en la nube de Google, sino en la infranqueable caja fuerte del banco en el que tienen cuenta corriente las almas.
Salvando las distancias que impone la exposición mediática de sus labores, citaremos a exponentes que hicieron gala de su desinteresado amor por un escudo y una camiseta, símbolos a los que acaba de hacer referencia Joaquín Caparrós, «¡hay que apretar!», en su impensado e impensable regreso al Sevilla. Hablamos de Nicolau Casaus, estandarte del Barça, José María Calzón, bastión del Espanyol, Lázaro Albarracín, emblema del Atlético……..personajes que ya nos dejaron como lo ha hecho hace unas horas Paco Galmés, quizás el hombre que más desinteresadamente ha servido al Mallorca, sin olvidar a Tomás Jaume o Luciano Espases, mallorquinistas de arraigadas raíces durante pretéritas etapas de valores extinguidos hoy.
Paco ha sido el último mohicano de Son Bibiloni. El hombre que presidía partidos del filial en el palco, lo mismo que buscaba pisos para los canteranos, familias dispuestas a acogerlos, de ser necesario, o ayudar a barrer, recoger o poner su vehículo al servicio de un cadete, juvenil o infantil. No sé cuándo comenzó a ofrecerse al club, pero recuerdo que trabajaba en el departamento comercial de una marca de balanzas, cajas registradoras, etc, al que renunció para acordar un subsidio y vestir de rojo mañana, tarde y noche.
Parece una tontería pero sin tipos como él, la mitad de clubs se irían al garete porque el dinero un día lo ponen unos y otro lo invierten otros, pero todos pasan. Solo permanece el sentimiento.
Supongo que el sábado le honrarán en Son Moix con un minuto de silencio. No se enterará. Tampoco de lo que acabo de redactar. He escrito tantos obituarios que siempre me quedo pensando que, de todas maneras, el fallecido no lo va a leer. O si. Un ejercicio inútil que solo es útil para el consuelo de quien lo escribe. O no.