Zuzu Coudeu: hija de Sol Acuña y en pareja con el polista Santiago Llavallol, marca tendencia en las redes
Influencer en ascenso, asegura que la moda está en su adn y que su fuerte es “mostrarse real”

Sus amigas del colegio le dicen que un año suyo son cinco de cualquier persona normal. Y ella simplemente se ríe y les da la razón. A los 21, Zuzu Coudeu, la influencer en ascenso que lleva la moda en su adn (@zuzucoudeu), tuvo que dejar su carrera por una vida a pura adrenalina que la lleva de Punta del Este a los Hamptons; de los diferentes Fashion Week al Roland Garros, y así, sin escalas, otra vez a su Buenos Aires querido donde disfruta, sobre todo, de sus roles de hija y de novia. “Son dos cosas súper importantes para mí. Con Santiago [su pareja, el polista Santiago Llavallol] tenemos un presente muy lindo porque compartimos mucho y nos complementamos. Y mis viejos... qué decirte. Yo estaría todos los días con ellos. Son mis mejores amigos”, asegura.
Zuzu, en realidad Azucena, es la hija mayor de la exmodelo y empresaria Sol Acuña, cofundadora de la marca Rapsodia, y Hernán Coudeu. Y si bien gran parte de su movida en redes tiene que ver con la moda (incluso está haciendo una cápsula para la marca familiar), asegura que su camino siempre puede transformarse.
–Sos muy histriónica y contaste que te preparaste para algunos castings. ¿Querés ser actriz?
–Siempre me gustó. En el colegio actuaba un montón, hasta hicimos una obra en la calle Corrientes. Por eso me animé al casting de Margarita. En su momento me llamó Cris Morena y no puedo explicar la ilusión. Dije: “Chau, acá despego con lo que me gusta”. Actriz, hermoso, lo que siempre fantaseé y lo que la gente muchas veces me decía que tenía que hacer.
–¿Y qué pasó?
–Nada, no quedé. Y no intenté más porque de golpe me salió un montón de trabajo como influencer, empezaron a aparecer las marcas. Estaba muy entretenida. Pero no descarto formarme, estudiar con algunos de esos monstruos sagrados que uno admira, adquirir herramientas y después sí, ver qué pasa. Me encantan el cine y el teatro, todo lo que tenga que ver con el arte y la comunicación.
–En la universidad habías empezado Comunicación, ¿no?
-Sí, arranqué Comunicación de Moda. Pero era lo mismo que yo ya estaba haciendo, porque empecé de chica, medio jugando, sin pensar que podía transformarse en un trabajo. Así que estaba estudiando lo mismo que hacía a diario. No digo que no haya que estudiar; todo lo contrario. Pero mi caso fue medio especial e intuitivo.
–A los 14 ya lo intentabas...
–Sí, arranqué muy chica. En ese entonces estaba muy de moda el tema YouTube en Estados Unidos, pero acá no se veía tanto. Yo quería empezar y subí mi primer video, que ahora lo veo y me muero. Se llamaba “50 cosas sobre mí”. Era una enana atrevida, porque en ese entonces nadie subía videos en redes mostrándose y no me conocían. ¡A quién le importaba! Lo único que yo no quería era que me vieran como “hija de”, así que a mamá nunca la nombraba.
–¿Y Sol que decía?
–Al principio se reía porque no entendía el tema de las redes. Hasta que un día viajó al sur y en un restaurante se le acercaron un par de chicas preguntándole si era mi mamá. Quedó descolocada. La cosa es que me llamó por teléfono en llamas y yo sentí que listo, lo había logrado. Y sin ayuda.
–¿Cómo es hoy la relación entre ustedes?
–A mamá la amo, es la número uno. La admiro porque impuso un estilo, porque siempre trabajó como loca, porque es alegre, original, inteligente. Y funciona como mi mejor amiga, le cuento todo. Lo mismo mi papá. Tengo unos padres que son lo máximo, con quienes estaría todos los días de la vida. Siguen juntos y yo amo hacer planes con ellos. Creo que la clave es que me criaron con mucha libertad. Jamás me cortaron las alas, reinó el buen modo, la comunicación. Y eso que ellos no la tuvieron fácil: cuando yo tenía cinco años se murió mi hermanita en el parto. Iba a nacer perfecta, pero pasó algo horrible.
–Una tragedia...
–Mamá estaba destrozada, obviamente, y su miedo era yo. Pero parece que siempre me lo tomé con mucha naturalidad. Asumí muy bien la historia de la hermanita que me cuidaba desde el cielo, lo sentía con certeza. Y así fui creciendo hasta que bastantes años después nació mi hermano Lucio. Mamá me ha dicho que pudo salir adelante por mí. Ella, además de ese dolor inmenso, temía por mi salud mental. Pero se la hice fácil: mi actitud fue tan positiva que de a poco todos pudieron sanar.
–Fuiste la campanita que ayudó en el proceso.
–Algo así. Hace un tiempo me hice una biodecodificación y me salió eso. Que tal vez soy tan positiva y alegre de una manera un poco autoimpuesta, para generar felicidad. Pero es más fuerte todavía: me dijeron que vine a este mundo para alegrar, sanar y un poco guiar a la gente. Me gusta creerlo.
–En las redes hay mucho hate, ¿cómo lo manejás?
–La verdad es que es muy loco lo que me pasa porque, gracias a Dios, no tengo haters. Que los hay, los hay, veo cosas que les pasan a algunas compañeras, pero el que bardea es quien tiene el problema. Una persona que tira comentarios horribles tiene mil problemas para resolver. A mí me pone feliz que los seguidores se alegren con mis logros. Porque muestro parte de mi vida, de mis viajes, todo bastante arriba, pero lejos de generar resentimiento, recibo ponderaciones.
–Envidia cero.
–Te lo juro. Para mí tengo amigos virtuales más que seguidores. Nunca un mensaje de bronca. Me ponen: “Quiero ser vos, me divierte verte”. Creo que suma ser real. En el mundo del polo, al que pertenece mi novio, existen un perfil y una estructura que parecen inaccesibles. ¿Y qué hago yo? Todo lo contrario. No muestro el taquito, la cartera, el sombrero, el cliché que resulta un embole. A mí me encanta llegar y contar que estoy explotada de calor, o que no entiendo nada, o qué plomo esta parte. Y si un día tengo fiebre me muestro así. Y si estoy en pijama con dolor de cabeza, o simplemente de mal humor, también lo cuento.
–¿Cómo te manejás con los tiempos del polo? ¿No sos demasiado libre para ese ambiente?
–Lo han logrado mujeres súper libres, profesionales, regias, así que no creo que yo tenga problemas. Este año fue mi segunda vez en Palm Beach, acompañando a mi novio. También fui a verlo a los Hamptons, así que voy adaptándome. Al principio se me hizo difícil porque no entendía la dinámica del deporte, que es muy sacrificado. En algún momento me pasó de querer expresarle que necesitaba más atención. No lo quería molestar y me costaba bastante el tema de la comunicación. Fue algo nuevo que tuve que aprender y ahora estoy bárbara.
–Pero hacés vida de chica más grande, ¿no?
–Parecemos un matrimonio de 50 años, sí [risas]. Para nada llevamos una vida de chicos de 21 y 23. Lo bueno es que mi trabajo se puede hacer desde cualquier lugar del mundo.
–¿Te gustaría formar una familia, hijos?
–Sí, todo, pero a los 30.