Y la Bernarda sacó a sus hijas de El Vacie
El reestreno de 'La Casa de Bernarda Alba' se produce con motivo de la conmemoración de los 600 años de la llegada de los gitanos a España. A ellos les dedicó Rocío Montero, 'la matriarca de El Vacie', su aplauso. La entrada Y la Bernarda sacó a sus hijas de El Vacie se publicó primero en lamarea.com.

“Yo soy el marido de la Bernarda, ¿sabe usted?”, dice Manuel, con un inseparable sombrero sobre la cabeza y un orgullo que asoma por encima de su camisa cuando se le pregunta por ella. Se desabrocha un botón y muestra el tatuaje de una mujer grabado en su pecho, a la altura del corazón: “Mira, esta es de joven. Es que llevamos juntos 48 años, ¿sabe usted? La misma mujer, no he tenido otra, aunque uno entiende que los tiempos han cambiado. Fíjese que tengo hijas que se han casado con payos”, prosigue el hombre mientras espera que ella, la Bernarda, que acaba de recibir un aplauso infinito, termine de despedirse de la gente tras el éxito de la función.
La Bernarda es Rocío Montero, una mujer gitana que no sabe leer ni escribir y que hoy, en el día de su cumpleaños –64, dice su marido–, ha vuelto a subirse al escenario con sus hijas a representar la obra de Lorca con la que comenzó a transformar su vida, la de su familia y las de los cientos de personas que han permanecido encerradas durante décadas en esa particular casa de Bernarda Alba que era El Vacie, el asentamiento chabolista más viejo de Europa, en la zona norte de Sevilla.
“Muchísimas gracias a esas heroínas que han hecho en El Vacie lo que no han podido hacer diferentes ayuntamientos y alcaldes de diferente signo político. Han logrado que El Vacie consiguiera una subvención millonaria para ser erradicado. Solo queda una de ellas ahí. Hoy no está aquí el alcalde pero le decimos que, por favor, no quede ya ninguna viviendo en esas chabolas”, dijo antes del inicio de la función el dramaturgo Ricardo Iniesta, el artífice de Atalaya-TNT, Premio Nacional de Teatro, que muestra no solo que otro teatro es posible, como dice su lema, sino que el teatro sirve y mucho para cambiar el mundo, para que otro mundo sea posible. En eso estaba también, antes de que lo mataran, el mismo Lorca.
El reestreno de La casa de Bernarda Alba, con seis de las siete protagonistas originales, tres generaciones en escena y dirigidas de nuevo por Pepa Gamboa, se produce con motivo de la conmemoración de los 600 años de la llegada del pueblo gitano a España, en un acto programado por el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS) de la mano del Colectivo de Mujeres de El Vacie (TNT), en el Espacio Escénico de Artillería.
A ellos les dedicó el aplauso la Bernarda, que sin papeles por delante ni teleprompter, y con una arrebatadora inteligencia humana, lanzó un discurso claro y directo: “Se lo vamos a dedicar a todos los gitanos, que hace 600 años vinieron del otro lado del mundo. Y llegaron aquí a España. Y eso es por la valentía, por la fuerza y por la voluntad que han tenido porque llevan la sangre hirviendo”, dijo ante el auditorio, repleto de diversidad, después de poner firme a su Adela, a su Angustias, a todas sobre el escenario, con su bastón en la mano y su rictus implacable. Ay, ese Pepe el Romano.
Por algo decía Nuria Espert, como recordó Iniesta, que ella, grande también donde las haya, representaba a Bernarda, pero es que Rocío Montero es la misma Bernarda. “¿Será posible retomar este espectáculo después de tantos años? Nos preguntamos Pepa y yo”, cuenta el dramaturgo. “Pepa hizo una improvisación con ella, con Rocío. Y dijo: ya está montado, si es que esta mujer…”.
Con las entradas agotadas para las tres funciones previstas, las mujeres gitanas volvieron a gritar lo mala que es la opresión, que no las deja salir a la calle; volvieron a cantar lo perverso que es vivir no como una quiere, sino como le imponen; a bailar, volvieron a bailar el infierno que es creer que se está loca por no aguantar en una casa, en un mundo, donde vencen las convenciones, los prejuicios, el machismo, el racismo, el odio al pobre. Volvieron a representar de nuevo una obra escrita en 1936, poco antes del inicio de la guerra civil, y que sigue estando vigente hoy, casi un siglo después.
Las mujeres gitanas contaron todo eso con el gracejo de Lorca, a quien una puede imaginar sonriendo, sentado en una butaca, entre el público, disfrutando de aquel espectáculo alejado de los corsés, de la academia. Pero hubo algo en las miradas, en la manera de actuar, en la forma de moverse sobre las tablas de la Real Fábrica de Artillería, que hoy, tres lustros después, se veía distinto. Las hijas de la Bernarda, la Bernarda misma, a pesar del tiempo transcurrido desde aquel primer estreno –en el que sí estuvo presente la sobrina de García Lorca–, parecen ahora más jóvenes que ayer, más radiantes, más seguras, aunque todavía alguna de las actrices permanezca en aquella otra casa enlutada llamada Vacie, destinada a desaparecer.
“Es que no vea usted el cambio, de vivir en una chabola, a pesar de lo limpia que nosotros la teníamos, eh, a vivir en una casa. Es que no se puede comparar y eso que hemos pasado achaques, con enfermedades y todo…”, dice Manuel, aferrado a su sombrero, que sigue esperando a que bajen las estrellas, y temiendo que vuelvan los aviones y las giras.
La Casa de Bernarda Alba será representada en noviembre en el Teatro TNT, en Sevilla.
La entrada Y la Bernarda sacó a sus hijas de El Vacie se publicó primero en lamarea.com.