Una española que vive en China explica qué es lo más raro que ha encontrado por las calles de Shanghái: «A mí no me gustaría...»
Adaptarse a un nuevo país nunca es tarea fácil, pero hay destinos donde la transición es especialmente compleja. China es un claro ejemplo: tras siglos de relativo aislamiento, ha desarrollado costumbres y formas de vida que, para un occidental, pueden resultar completamente ajenas. Sobre este tema ha hablado Melisa, una española que actualmente trabaja como becaria en la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Shanghái. A través de sus redes sociales, ha compartido su experiencia en China y enumerado algunas de las diferencias más llamativas con las que se ha encontrado. Uno de los aspectos que más le ha llamado la atención es la manera en que los habitantes de Shanghái tienden la ropa. En muchas calles, es común ver prendas colgadas en el exterior de los edificios o incluso a la altura de los viandantes, obligándolos a esquivar camisas, sábanas o pantalones. Esta costumbre, asegura, responde a la falta de espacio en los apartamentos. Otro detalle curioso es la cantidad de motos eléctricas que circulan por la ciudad sin necesidad de un carné de conducir. Aunque la normativa prohíbe ir sin casco o llevar a más de un pasajero, pudiendo acarrear multas de entre seis y diez euros, muchos conductores ignoran estas restricciones. Más adelante, en el vídeo, la joven se centra en las diferencias que ve con España en el ámbito de la restauración. En la mayoría de establecimientos, por ejemplo, no hay interacción con los camareros: los clientes escanean un código QR para acceder a la carta, realizan el pedido desde el móvil y esperan a que la comida llegue a su mesa sin necesidad de hablar con nadie. Pero eso no es todo. También le sorprende la ausencia de baños dentro de los locales. Si un cliente necesita ir al aseo, tendrá que salir y buscar un baño público cercano. Además, el agua que se ofrece gratuitamente en los establecimientos es caliente. En cuanto a los precios, eso sí, destaca algo positivo: un menú con varios platos cuesta menos de siete euros, y la práctica de dejar propina simplemente no existe, ya que todo se paga por adelantado a través de aplicaciones móviles.
Adaptarse a un nuevo país nunca es tarea fácil, pero hay destinos donde la transición es especialmente compleja. China es un claro ejemplo: tras siglos de relativo aislamiento, ha desarrollado costumbres y formas de vida que, para un occidental, pueden resultar completamente ajenas. Sobre este tema ha hablado Melisa, una española que actualmente trabaja como becaria en la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Shanghái. A través de sus redes sociales, ha compartido su experiencia en China y enumerado algunas de las diferencias más llamativas con las que se ha encontrado. Uno de los aspectos que más le ha llamado la atención es la manera en que los habitantes de Shanghái tienden la ropa. En muchas calles, es común ver prendas colgadas en el exterior de los edificios o incluso a la altura de los viandantes, obligándolos a esquivar camisas, sábanas o pantalones. Esta costumbre, asegura, responde a la falta de espacio en los apartamentos. Otro detalle curioso es la cantidad de motos eléctricas que circulan por la ciudad sin necesidad de un carné de conducir. Aunque la normativa prohíbe ir sin casco o llevar a más de un pasajero, pudiendo acarrear multas de entre seis y diez euros, muchos conductores ignoran estas restricciones. Más adelante, en el vídeo, la joven se centra en las diferencias que ve con España en el ámbito de la restauración. En la mayoría de establecimientos, por ejemplo, no hay interacción con los camareros: los clientes escanean un código QR para acceder a la carta, realizan el pedido desde el móvil y esperan a que la comida llegue a su mesa sin necesidad de hablar con nadie. Pero eso no es todo. También le sorprende la ausencia de baños dentro de los locales. Si un cliente necesita ir al aseo, tendrá que salir y buscar un baño público cercano. Además, el agua que se ofrece gratuitamente en los establecimientos es caliente. En cuanto a los precios, eso sí, destaca algo positivo: un menú con varios platos cuesta menos de siete euros, y la práctica de dejar propina simplemente no existe, ya que todo se paga por adelantado a través de aplicaciones móviles.
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