Ucrania: el problema no es solo el quién, sino el qué
Se imponía negociar de forma realista, y eso pasaba por ceder el territorio rusófilo a Rusia, a cambio de terminar la guerra y, a partir de ahí, ver si se podía volver a construir una seguridad europea que no excluyera a Rusia, cosa nada fácil, pero necesaria. Lo que estoy diciendo suena a pecado, y sin duda seré muy criticado, pero prefiero la vida de los jóvenes a su martirio absurdo e inútil La situación es realmente insólita, aunque previsible. Los autócratas tienden a entenderse, y Trump y Putin lo son. El desprecio de Trump hacia Europa y Ucrania, dejándolos al margen de unas negociaciones con Rusia, no deberían sorprendernos tanto, pues Trump no es un político guiado por la inteligencia (la poca que tiene está infantilizada), sino por lo que considera sus intereses particulares, que los extrapola convirtiéndolos en “patrios”. En su mente, la resolución de los conflictos del planeta pasa por imponer su criterio, que a su vez está formado por una ignorancia suprema. Para Trump, Gaza puede ser un negocio inmobiliario, y Ucrania, un espacio físico muy lejano que Rusia ha ido adquiriendo por la fuerza, y ese mérito gusta al presidente Trump, y por ello está convencido que hablando directamente con Putin hará que la guerra termine pronto, pues dejará de vender armas a Ucrania y a quienes la apoyen. Su plan de paz es dejar las cosas como están, es decir, dejar que Rusia se quede con el territorio conquistado, dejando a Ucrania sin una parte de lo que fue su territorio estatal. La reacción de la mayoría de los países europeos, además de Ucrania, naturalmente, es de sorpresa al quedar marginados de este “plan de paz” trumpista y putinista. Para Trump, debilitar a Europa es beneficioso, y su desprecio por todo lo multilateral pasa, naturalmente, por ningunear a una institución como la Unión Europea, que percibe como del viejo orden normativo que quiere destruir. Ucrania, aunque no esté todavía en la Unión Europea, puede quedar troceada si así lo quiere Rusia, que sí es realmente una potencia con la que Estados Unidos quiere tener buenas relaciones, dándose la paradoja de que, incluso rompiendo el transatlantismo de la OTAN, ya que Estados Unidos irá por libre, las relaciones Washington-Moscú pueden ir como la seda. La otra paradoja es que, al mismo tiempo, los países europeos de la OTAN reaccionan prematuramente y de forma impulsiva, creyendo que incrementado notablemente sus gastos militares quedarán a salvo. La pregunta es: ¿de quién y de qué? ¿Realmente se piensa que Rusia quiere invadir Europa? ¿Es sensato pensar que quiere anexionarse los países bálticos, que sí pertenecen a la OTAN? ¿Se da cuenta Europa de que, si Rusia y Estados Unidos llegan a entenderse en varios temas internacionales, habrá valido la pena haber abandonado el concepto de seguridad compartida basada en el desarme global? Si las cosas no han salido bien y es imposible ganar la guerra de Ucrania, después de más de cien mil muertos e invertir 120.000 millones de euros en esta batalla, ¿podemos volver al punto de partida? Hace dos años, aproximadamente, que la situación en Ucrania está estancada, y algunas voces, incluida la mía, hace muchos meses que vamos diciendo que esta guerra había perdido todo sentido, y que se había convertido en una auténtica carnicería y nada más. El empeño en continuar la guerra de trincheras es un filicidio, no un acto de heroísmo. Se imponía negociar de forma realista, y eso pasaba por ceder el territorio rusófilo a Rusia, a cambio de terminar la guerra y, a partir de ahí, ver si se podía volver a construir una seguridad europea que no excluyera a Rusia, cosa nada fácil, pero necesaria. Lo que estoy diciendo suena a pecado, y sin duda seré muy criticado, pero prefiero la vida de los jóvenes a su martirio absurdo e inútil. Y estoy hablando de decenas de miles, no de unos pocos. La tercera paradoja, por tanto, es que este probable escenario de terminar la guerra, vendrá no del empeño europeo en continuar los enfrentamientos para ganarla, sino del entendimiento entre los mandatarios de dos grandes potencias, los “sheriffs” del mundo, a los que seguramente se unirá Xi Jinping, formando un trio autoritario que descoloca a Europa y a su incapacidad no solo para parar la guerra de Ucrania, sino también para encontrar su lugar en el mundo. Creo que, como europeos, estamos pagando el precio por cierta ceguera al analizar los conflictos y ver sus raíces. Me temo, además, que también estemos sembrando las semillas de nuevos desencuentros, al tomar decisiones equivocadas y para el goce del complejo militar-industrial, que se frota las manos al ver tanto ímpetu militarista. No olvidemos, finalmente, que duplicar o triplicar los gastos militares será a costa de reducir los gastos sociales, siendo estos ya insuficientes, y una de las causas del aumento de los populismos y del desengaño hacia la política convencional. Cuidado, pues, con los nuevos “sheriffs”, que van directos hac

Se imponía negociar de forma realista, y eso pasaba por ceder el territorio rusófilo a Rusia, a cambio de terminar la guerra y, a partir de ahí, ver si se podía volver a construir una seguridad europea que no excluyera a Rusia, cosa nada fácil, pero necesaria. Lo que estoy diciendo suena a pecado, y sin duda seré muy criticado, pero prefiero la vida de los jóvenes a su martirio absurdo e inútil
La situación es realmente insólita, aunque previsible. Los autócratas tienden a entenderse, y Trump y Putin lo son. El desprecio de Trump hacia Europa y Ucrania, dejándolos al margen de unas negociaciones con Rusia, no deberían sorprendernos tanto, pues Trump no es un político guiado por la inteligencia (la poca que tiene está infantilizada), sino por lo que considera sus intereses particulares, que los extrapola convirtiéndolos en “patrios”. En su mente, la resolución de los conflictos del planeta pasa por imponer su criterio, que a su vez está formado por una ignorancia suprema. Para Trump, Gaza puede ser un negocio inmobiliario, y Ucrania, un espacio físico muy lejano que Rusia ha ido adquiriendo por la fuerza, y ese mérito gusta al presidente Trump, y por ello está convencido que hablando directamente con Putin hará que la guerra termine pronto, pues dejará de vender armas a Ucrania y a quienes la apoyen. Su plan de paz es dejar las cosas como están, es decir, dejar que Rusia se quede con el territorio conquistado, dejando a Ucrania sin una parte de lo que fue su territorio estatal.
La reacción de la mayoría de los países europeos, además de Ucrania, naturalmente, es de sorpresa al quedar marginados de este “plan de paz” trumpista y putinista. Para Trump, debilitar a Europa es beneficioso, y su desprecio por todo lo multilateral pasa, naturalmente, por ningunear a una institución como la Unión Europea, que percibe como del viejo orden normativo que quiere destruir. Ucrania, aunque no esté todavía en la Unión Europea, puede quedar troceada si así lo quiere Rusia, que sí es realmente una potencia con la que Estados Unidos quiere tener buenas relaciones, dándose la paradoja de que, incluso rompiendo el transatlantismo de la OTAN, ya que Estados Unidos irá por libre, las relaciones Washington-Moscú pueden ir como la seda. La otra paradoja es que, al mismo tiempo, los países europeos de la OTAN reaccionan prematuramente y de forma impulsiva, creyendo que incrementado notablemente sus gastos militares quedarán a salvo. La pregunta es: ¿de quién y de qué? ¿Realmente se piensa que Rusia quiere invadir Europa? ¿Es sensato pensar que quiere anexionarse los países bálticos, que sí pertenecen a la OTAN? ¿Se da cuenta Europa de que, si Rusia y Estados Unidos llegan a entenderse en varios temas internacionales, habrá valido la pena haber abandonado el concepto de seguridad compartida basada en el desarme global? Si las cosas no han salido bien y es imposible ganar la guerra de Ucrania, después de más de cien mil muertos e invertir 120.000 millones de euros en esta batalla, ¿podemos volver al punto de partida?
Hace dos años, aproximadamente, que la situación en Ucrania está estancada, y algunas voces, incluida la mía, hace muchos meses que vamos diciendo que esta guerra había perdido todo sentido, y que se había convertido en una auténtica carnicería y nada más. El empeño en continuar la guerra de trincheras es un filicidio, no un acto de heroísmo. Se imponía negociar de forma realista, y eso pasaba por ceder el territorio rusófilo a Rusia, a cambio de terminar la guerra y, a partir de ahí, ver si se podía volver a construir una seguridad europea que no excluyera a Rusia, cosa nada fácil, pero necesaria. Lo que estoy diciendo suena a pecado, y sin duda seré muy criticado, pero prefiero la vida de los jóvenes a su martirio absurdo e inútil. Y estoy hablando de decenas de miles, no de unos pocos. La tercera paradoja, por tanto, es que este probable escenario de terminar la guerra, vendrá no del empeño europeo en continuar los enfrentamientos para ganarla, sino del entendimiento entre los mandatarios de dos grandes potencias, los “sheriffs” del mundo, a los que seguramente se unirá Xi Jinping, formando un trio autoritario que descoloca a Europa y a su incapacidad no solo para parar la guerra de Ucrania, sino también para encontrar su lugar en el mundo.
Creo que, como europeos, estamos pagando el precio por cierta ceguera al analizar los conflictos y ver sus raíces. Me temo, además, que también estemos sembrando las semillas de nuevos desencuentros, al tomar decisiones equivocadas y para el goce del complejo militar-industrial, que se frota las manos al ver tanto ímpetu militarista. No olvidemos, finalmente, que duplicar o triplicar los gastos militares será a costa de reducir los gastos sociales, siendo estos ya insuficientes, y una de las causas del aumento de los populismos y del desengaño hacia la política convencional. Cuidado, pues, con los nuevos “sheriffs”, que van directos hacia nosotros.