«Estoy bien. Vivo, de momento, 'Alhamdulillah' (gracias a Dios en árabe)». Ali, un vecino de Jableh, ciudad de la provincia siria de Latakia, respira tranquilo después de haber vuelto a vivir lo que creía que nunca más iba a presenciar: una masacre contra los suyos, sólo por la religión que profesan. Ali, padre de dos niños de 8 y 12 años, fue testigo directo de la carnicería que hombres armados protagonizaron la semana pasada en las regiones costeras de Latakia y Tartús . «Cuando regresaba a mi casa en Jableh me dispararon. Justo en la entrada de la ciudad se produjo un tiroteo entre miembros del Ejército y las fuerzas policiales, por un lado, y un grupo que atacó la...
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