“Soy Francisco y no es broma”: cuando el Papa llamaba por teléfono y no todos le creían

El Papa se contactaba para desde cancelar un turno hasta para dar ánimos a pacientes

Abr 22, 2025 - 02:24
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“Soy Francisco y no es broma”: cuando el Papa llamaba por teléfono y no todos le creían

Número privado. “¿Hola? ¿Quién habla?”. “Soy Francisco”. Más de uno pensó que se trataba de un chiste. Por eso, él mismo lo terminaba aclarando: “No es broma”. ¿El Papa, entre tantos quehaceres y demandas, se hizo el tiempo para levantar el teléfono y saludar por el cumpleaños, agradecer una carta o cancelar un turno médico o una suscripción? Efectivamente. En estos doce años, miles fueron los llamados que hizo Francisco a sus amigos, conocidos o desconocidos.

En general lo hacía cerca del mediodía, hora argentina, cuando en Roma eran las 16 o las 17, según el momento del año. Los amigos de Francisco sabían que ese era el momento de la tarde en que era posible que llamara. La conversación no duraba mucho, solo unos minutos. Bergoglio no era un hombre de hablar largo. Casi que del otro lado, sus interlocutores podían intuirlo charlando de pie, siempre directo, siempre al punto, pero con el ritmo aceitado como para hacerse esos paréntesis cotidianos, breves, a la usanza de una generación para la que hablar por teléfono era algo caro. Sin embargo, lo breve no quitaba lo cercano, lo picaresco, ni la fina ironía con la que matizaba la llamada antes de cortar.

A veces, la excusa era saludar por el cumpleaños. Y lo hacía religiosamente, todos los años. En otras ocasiones, era responder una carta o un pedido de oración. El objetivo era mostrarse cercano y lo lograba. Nadie sabe de qué volumen se había vuelto esa agenda, en la que pese a los compromisos, siempre encontraba un espacio para hacer una llamada que a quien la recibía le cambiaba el día.

La primera llamada que hizo como Papa fue a su hermana, María Elena. El mismo día que lo nombraron. Le pidió a un colaborador que la llamara y que le dijera que estaba bien, que no la llamaba personalmente, porque “le iba a salir muy caro al Vaticano”. Al día siguiente la llamó él mismo. Sabía que “Malena”, su “hermanita menor”, esperaba noticias de primera mano.

Un llamado desde Roma

Después, fue a su diariero en Buenos Aires. Habían pasado cuatro días de la fumata blanca cuando sonó el teléfono en el puesto de Hipólito Yrigoyen casi esquina Bolívar, frente a la Plaza de Mayo. El hombre que estaba a cargo, hijo del dueño, atendió y se dio cuenta de que era una voz conocida. “Hola, Daniel, habla el cardenal Jorge”, le dijeron. “¡Dale, Mariano!”, contestó, pensando que era un amigo que estaba al tanto de que el papa Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires, compraba allí LA NACIÓN. “En serio, soy Jorge Bergoglio, te estoy llamando desde Roma”, retrucaron del otro lado de la línea. Y Daniel Del Regno rompió en llanto: “Entré en shock, me puse a llorar, no sabía qué decirle”. Bergoglio le agradeció por el servicio que le habían dado todo ese tiempo, le dijo que iba a suspender la suscripción por el momento y le mandó un saludo para la familia. Antes de despedirse, se lamentó por no poder ir a devolverle las banditas elásticas con las que venía atado el diario los domingos, que rigurosamente se las retornaba una vez al año.

Días más tarde, levantó el teléfono y llamó a su odontólogo, Carlos Cecchi, que lo había atendido unos días antes de que viajara a Roma, en 2013. Le había dado una cita para más adelante, para terminar el tratamiento. En la sala de espera se había cruzado con Alberto Fernández, por entonces lejos de la órbita política, quien en broma le dijo: “Mirá si no podés volver para el turno porque te hacen papa”. Tuvo razón, por eso, Francisco en persona, buscó el teléfono anotado en su agendita negra y marcó. Del otro lado no lo podían creer. Era el paciente Bergoglio, ahora llamado Francisco, que necesitaba cancelar el turno.

Debe ser uno de los pocos argentinos que lograron sustraerse a la era del celular. Nunca tuvo uno. No le interesaba. Prefería el trato personal. El teléfono le parecía útil para iniciar el diálogo, pero para hablar no hay como el contacto persona a persona, solía decir en sus años de arzobispo.

“El papa Bergoglio es quizá la última persona que llama a un número fijo. Por lo tanto, si suena el teléfono de casa, prepárense”, detalló el breve protocolo “¿Qué hacer si te llama el Papa?”, que publicó el diario italiano Il Corriere della Sera, en clave de humor, a un mes de que fuera ordenado pontífice. “Aunque el Santo Padre proponga el tuteo, agradézcanle pero manténganse en el clásico ‘usted’. Escuchar, antes de hablar. No introduzcan argumentos. No tengan miedo de ser normales: la ligereza es un don. Si el papa Francisco quisiera enojarse, hubiera llamado a un ministro. El papa Francisco tiene sentido del humor. Díganle que eso es una bella cosa, porque la ironía es hermana de la misericordia. No terminen ustedes la conversación. Dejen que sea el Pontífice el que decida cuándo despedirse”, resumió.

La madre de Claudio Perusini estaba desolada. Era 2017 y a su hijo, que había tenido un ACV, le daban horas de vida. Por eso, no quiso atender cuando llamaron por teléfono. Hasta que alguien le aclaró: “No es del hospital, es el papa Francisco”. Lo atendió y hablaron por media hora. Claudio había conocido al Papa, como Jorge Bergoglio, cuando asistía al Colegio Inmaculada de Santa Fe. Después, había estado en contacto con él en distintos momentos, durante su formación en la Compañía de Jesús. Alguien de su entorno le había hecho saber lo que había pasado y Francisco quiso estar cerca. Le dijo a la madre que rezaría por él. Y lo hizo. Y finalmente ese milagro llegó: Claudio despertó unos días después y tuvo una asombrosa recuperación. Y ese fue el milagro que se le adjudicó a Mamá Antula, la primera santa argentina, a quien Francisco canonizó el año pasado.

Cuando apenas podía hablar, un día le dijeron que esa tarde iba a llamar Francisco. Entonces, él anunció que él mismo quería atender. Y así lo hizo. Apenas pudo hablar, entre la emoción y la sorpresa. Poco después, los llamados continuaron. El diálogo era breve, pero cercano. Algunos meses antes de la canonización, lo volvió a llamar. “Quería verificar en persona cómo me había recuperado. Le dije: ‘No me hagas ir a Roma. ¿Por qué no venís a canonizar a Mama Antula a la Argentina?’”, contó Perusini. Finalmente se reencontraron en el Vaticano.

Una llamada por altoparlantes

“Me han hablado muy bien de ustedes, del gran deseo que tienen de seguir adelante, de seguir luchando”, dijo desde el teléfono unos instantes después de aclarar que era el papa Francisco. La llamada había llegado a un instituto penitenciario de La Plata, era agosto de 2015. Las autoridades fueron pasando la llamada hasta que, finalmente, sin saber qué hacer, decidieron ponerla en altavoz y permitir que el deseo del Papa se cumpliera: Del otro lado, los que escuchaban eran 160 presos de la unidad 45. Algunos levantaban la mirada, incrédulos, otros, empezaron a llorar cuando se dieron cuenta quién era. “Recuérdenlo, no hay cosa peor que un joven que sea un jubilado antes de tiempo. La vida necesita de todos ustedes. Todos tenemos problemas y hemos tenido problemas, pero sepan siempre que los problemas existen para superarse, y no para dejarse aplastar por ellos. Un joven debe siempre mirar el futuro con esperanza, alegría, con la cara siempre alegre, nunca triste”, les dijo. La anécdota se cuenta en el capítulo, “Las llamadas telefónicas más improvisadas y especiales del papa Francisco”, del libro Los abrazos del Papa Francisco (Ediciones San Pablo), de Rosario Carello.

En el último tiempo, Bergoglio había empezado a mandar mensajes de audio, en lugar de enviar mails, porque le parecía más cercano, aunque no por ello reemplazaba a las llamadas. “Gracias por lo que hace”, decía el audio que le envió Francisco en el verano de 2022 al humorista cordobés José Luis Serrano, que había hecho un video con un personaje que se preguntaba cómo y en qué se movería hoy el cura Brochero, en los días previos a la canonización. Francisco le dijo que acababa “de ver y escuchar” su “reflexión” sobre Brochero. El video se había viralizado y llegado hasta el Vaticano. “Cuánto sentido común y cuánto amor hay en eso. Gracias por mantener el sentido del humor, que lo necesitamos todos”, agregó