Reseña: Piquito en los vientos, de Gustavo Ferreyra
Últimas andanzas de un profeta criollo

“No usé ninguna artimaña, las artimañas ya vienen conmigo, como el cabello y las orejas”, dice Piquito, el profeta criollo creado por Gustavo Ferreyra (Buenos Aires, 1963) en 2009 que en esta entrega cierra su tetralogía (Piquito de oro, Piquito a ciegas, Piquito en las sombras). El filósofo filoso, predicador, exmilitante activo, exconvicto por asesinato, retirado del mundo y ya viudo, vive ahora en una cabaña patagónica con Abril, amante e hijastra, huérfana de Josefina (su anterior pareja, madura y rica). En este tramo final de sus andanzas lo visita otra mujer: Bruna, su sobrina, exdiscípula, protagonista de Los peregrinos del fin del mundo, spin off de la serie, publicado en 2018.
“En Calmuquia deambulé sin dirección […] ¿te das cuenta de que retornar al Sapiens es en parte también eso, deambular sin dirección?” lo interpela Bruna, que alimenta las homilías profanas de su maestro, con quien retoma una constelación semántica. Calmuquia y Sapiens –lugar y estadio humano– son parte de la cosmogonía de Piquito, ahora exhortado por la antigua alumna: “Lo demoníaco que también te traigo, o te pido […] tiene que ver con el valor, con lo salvaje”.
Piquito abraza sus obsesiones (la verdad, el sexo, la conciencia, la evolución) y las despliega con guiño: “Siempre he predicado las flaquezas de la verdad. […] Su lema es: ¡No se puede! Mientras que el lema de la mentira es altisonante: ¡Sí, se puede! ¡Y claro que la mentira se puede y la verdad no! Qué duda cabe”.
Aunque es ilustrado, en su excitación suele equivocar palabras: confunde, por caso, calostro con escroto (nada menos); exagera; jura y perjura; es un clavadista oral al borde de rocas cortantes. Y en ese mismo azar permeable al error late un fantasma fértil: la voz de primer instinto, la poesía. Entonces, suena a pastor negro embriagado de convicción, o guiña evocando la locura blanca del Barón rampante, por ejemplo. Así reversiona Piquito el capricho personal del aristócrata Cosimo, llevándolo a teoría evolutiva: “Algo malo pasó cuando hace seis millones de años un arborícola se degradó y bajó a los suelos para sobrevivir […]. Cayó en la mierda”, lamenta Piquito, e interpreta que así “lo inferior se impuso al orgullo, y acá estamos, jodidos, mierdosos, deambulando sobre la tierra”.
Ni capítulos, ni subtítulos, ni prólogo, ni índice: solo el profeta poeta derivando por aguas turbulentas le alcanza al relato de Piquito en los vientos para involucrarnos completamente en una fórmula reconocible. Ácido, artesanal, erudito: todo eso a la vez es el Piquito de Ferreyra –cuya obra casi íntegra acaba de ser reeditada por Godot– que despide en este epílogo una invención con peso propio y leales lectores.
Piquito en los vientos
Por Gustavo Ferreyra
Godot
132 páginas, $ 24.999