‘Reas’, una ficción de verdad
Lola Arias desafía los límites de los géneros en un luminoso híbrido entre documental y musical sobre un grupo de presas argentinas. La entrada ‘Reas’, una ficción de verdad se publicó primero en lamarea.com.

El género del docudrama es fascinante, aunque nunca fue demasiado popular. Se trata de contar una historia del pasado con sus protagonistas reales interpretándose a sí mismos. En España, hace muchos años, hubo un programa de televisión que utilizaba esta fórmula para enseñar al público la vida cotidiana de personas anónimas. Se llamaba Vivir cada día y en él podía aparecer un minero, una ama de casa o un hombre obeso que mostraba su calvario de dietas y tablas de ejercicio para perder peso. Aunque pueda parecer paradójico, aquella mise en fiction resultaba enormemente sincera, aunque no fuera natural. Se «veía el cartón» de forma premeditada, pero había algo vívido, cercano, verídico en esa teatralización. Este es precisamente el punto fuerte de Reas, el documental de Lola Arias sobre un grupo de presas en una cárcel de Argentina.
La historia comienza con la entrada en prisión de Yoseli, detenida en un aeropuerto cuando intentaba pasar droga. Tras las rejas, en un ambiente sórdido y violento que a priori dejaría poco espacio para otras preocupaciones más allá de la mera supervivencia, trabará amistad (e incluso amor) con otras personas en su misma situación. Cada una de ellas tiene un historial, sí, pero sobre todo tiene una historia. En vez de contarla en primera persona ante la cámara, como haría el documental de raíz periodística, la recrean, la interpretan ante ella. Ya no son sólo los hechos sino los recuerdos transformados por el tiempo los que acaban tomando cuerpo cinematográfico. Las reas de Arias se confiesan, se disfrazan, se desnudan, y cantan y bailan, y todo es mentira. Y todo es verdad.
Lo que convierte el género del docudrama en algo tan desafiante para el espectador es que no esconde sus cartas. Como contaba Roland Barthes a propósito de la fotografía, el espectador necesita creer lo que ve, eliminando (inconsciente o subconscientemente) el artificio. Incluso algo en principio tan real (tan documental) como una fotografía es, a fin de cuentas, un artificio por cuanto responde a unas reglas de composición ajenas al marco de la realidad. Y no digamos ya el lenguaje verbal o escrito. Pero el que mira (o lee) necesita creer que eso es verdad, necesita siempre lo que se llama «suspensión de la incredulidad». Por esa razón el musical, por ejemplo, es un género que concita tanta animadversión, porque «no se puede creer» si uno no pone de su parte. En ese sentido, Reas lo tiene todo en contra: por un lado es un documental de recreación (no de creación, porque no hay nada inventado) y, por otro, un musical. Y algunos de sus mejores momentos, de hecho, discurren a ritmo de electrocumbia.
El germen de ‘Reas’
Lola Arias, experimentada directora teatral, concibió la película durante un taller de teatro y cine en la cárcel de Ezeiza, en Buenos Aires. Conforme avanzaba el curso, iba impregnándose de las historias de las presas que conoció allí. Decidió reunirlas todas y armar un guion que se convertiría en película pocos años después, con las presas ya liberadas y utilizando como escenario una cárcel abandonada. En ese telón de fondo gris, absolutamente neutro, las figuras de estas presas destacan aún más. Hay en todas ellas algo magnético que enamora a la cámara. No puedes dejar de mirar, fascinado, cada uno de sus gestos, cada una de sus evoluciones en la construcción de su solidaridad.
La directora ha eliminado la violencia que suele presidir casi todas las películas carcelarias. Si existe (y evidentemente existió), la trata en forma de elipsis o de coreografía. Porque es mucho más importante lo otro, la humanidad que desprenden estas personas. Digámoslo así, sin recurrir al género, que es algo para lo que el sistema carcelario aún no ha encontrado una solución idónea. En la cárcel de mujeres de Ezeiza, donde brotó el germen de Reas, había un pabellón para personas trans. Allí estuvieron Nacho y Noelia, dos rostros deslumbrantes, cada uno en su estilo. La sobriedad del primero es tan cautivadora como la efusión de la segunda, capaz de contar historias con el simple movimiento de sus manos. Todas estas personalidades comparten espacio, pasados dramáticos, errores, esperanzas… y cigarrillos. Arias nos las muestra a través del filtro de la ternura y la comprensión, una aproximación humanista que logra tocar la fibra sensible del público.
Para expresar el deseo de libertad de estas presas, una de las canciones de la película dice: «París o Nueva York. Barcelona o Milán. No sé como serán todas esas ciudades». A partir de Reas surgió una obra de teatro que está girando por todo el mundo: Los días afuera. La representaron en Barcelona, en el Festival Grec, el pasado mes de julio. Luego fueron a París, al Théâtre de la Ville. Y después a Oslo, a Berlín, a Ginebra…
Un final feliz.
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