La clase política española descubrió, hace tiempo, que ante cualquier problema era más rápido cambiar la denominación del problema que enfrentarse a la trabajosa tarea de solucionarlo. La prueba más reciente fue llevada a cabo por la vicepresidente y antigua líder de Sumar, Yolanda Díaz, que logró quitarse casi un millón de parados intermitentes, pasando a denominarles trabajadores de contrato fijo discontinuo . Me extraña que la actual ministra de Sanidad no defina a los enfermos como «sanos discontinuos», con lo que España pasaría, de golpe, a ser el país con menos enfermos del mundo. Esta tendencia al eufemismo la ha copiado la sociedad, y ninguna clínica española trata la impotencia masculina, sino la «disfunción eréctil», de la misma manera...
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