Rearme de Europa: objeciones desde el pacifismo

Estamos ante la militarización del discurso público, que está pretendiendo introducir de nuevo en las sociedades europeas la idea de la inevitabilidad de la guerra, o más bien que para evitar la guerra los Estados tienen que armarse La aparición de la llamada “guerra de aranceles” promovida por Trump no puede ni debe ocultar el debate militarista que se ha abierto en Europa. el del rearme.  Hace unas semanas la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, anunció el programa de ReArmEuropa, que pretende movilizar 800.000 millones de euros para aumentar el gasto militar, de los que 650.000 deberían ser invertidos por los Estados incrementando su gasto en defensa.  Poco más tarde declaró que Europa estaría preparada para la guerra en 2030, siendo el colofón de este discurso la petición de una de sus  comisarias de que la ciudadanía europea estuviera preparada con un “kit de supervivencia” como estrategia de supervivencia ante el riesgo de guerras.  En seguimiento de ese programa distintos gobiernos europeos están anunciando incrementos de sus gastos en defensa, algunos desorbitantes. Y en días recientes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se ha manifestado en contra de hablar de rearme, ha anunciado un plan de 10.471 millones para seguridad a fin de cumplir en 2025 “el objetivo del 2% del PIB en gasto en defensa”. No cabe obviar que las tensiones en la relación transatlántica con Trump con abandono de Europa por parte de Estados Unidos, la agresión de Putin a un estado soberano como es Ucrania, el genocidio de Gaza sin respuesta de la UE, el entendimiento entre ambos autócratas para el reparto de Ucrania y de zonas de influencia y el auge de movimientos ultranacionalistas en Europa suponen un grave desafío para los europeos. Tampoco cabe ignorar que en algunos países del Este de Europa hay un sentimiento más o menos  extendido de riesgo y amenaza ante una posible invasión por parte de Putin, que ha llevado a sociedades otrora partidarias de la neutralidad a entrar en la OTAN como vía de garantizarse frente al riesgo de agresión.  Pero la propuesta de rearme de Von der Leyen no va a resolver ese riesgo, más bien en algunos aspectos va a generar otros riesgos, suscitando al menos tres objeciones de fondo. La primera es que estamos ante la militarización del discurso público, que está pretendiendo introducir de nuevo en las sociedades europeas la idea de la inevitabilidad de la guerra, o más bien que para evitar la guerra los Estados tienen que armarse, el si vis pacem para bellum, un discurso en el que el eje central no es hablar de paz, sino de guerra, de prepararse para la guerra, de disuasión frente a las amenazas.  Quedan relegados los valores de paz, democracia y derechos humanos en los que se fundamenta la propia UE, que se creó para la paz tras dos guerras mundiales y millones de muertos en su territorio, con el objetivo de que tal horror no se volviera a repetir.   La militarización de las conciencias mediante el miedo y la inseguridad va en contra del fomento de la cultura de paz, en la que son elementos centrales la diplomacia, la resolución pacífica de los conflictos, la construcción de relaciones basadas en la cooperación, la confianza entre individuos, comunidades y naciones y el multilateralismo, con el fortalecimiento de las organizaciones internacionales.  La segunda objeción deriva de que lo que se propone es rearmar a los Estados, incrementar el gasto militar de cada país, en un proceso de renacionalización militarista, pero no de fortalecimiento de la UE.  Parece haber un consenso en que si Europa ha dejado de estar bajo el paraguas de Estados Unidos y ha de garantizar su independencia de éste último -según expresión de Merz, próximo canciller alemán-, la UE ha de avanzar en su autonomía estratégica, en su fortalecimiento en este caso en seguridad y defensa. Pero el plan de Von der Leyer no va por ahí, sino por el rearme de las naciones, cuyos riesgos ya señaló Habermas en un reciente artículo en El País, singularmente en relación con Alemania. Recordemos que ésta ha anunciado un plan extraordinario de inversión en defensa de cien mil millones de euros. Múltiples analistas están señalando cómo esa vía no conduce a la autonomía de la UE, sino al fortalecimiento de los Estados y de sus nacionalismos. Profundizar en la autonomía estratégica implica dar un paso adelante en la integración europea, en su autonomía política, en dotarse de un poder político europeo que pueda adoptar decisiones también en el campo de la seguridad y defensa, un avance sustancial en la Europa de la defensa en lo que bien podría llamarse federalismo militar. Significa coordinar o incluso unificar fuerzas de los veintisiete, o de los países que lo quieran, con estado mayor, estructuras militares y logística únicas, además de romper la dependencia tecnológica de Estados Unidos con una industria militar

May 2, 2025 - 05:28
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Rearme de Europa: objeciones desde el pacifismo

El presidente español, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una imagen de archivo.

Estamos ante la militarización del discurso público, que está pretendiendo introducir de nuevo en las sociedades europeas la idea de la inevitabilidad de la guerra, o más bien que para evitar la guerra los Estados tienen que armarse

La aparición de la llamada “guerra de aranceles” promovida por Trump no puede ni debe ocultar el debate militarista que se ha abierto en Europa. el del rearme.  Hace unas semanas la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, anunció el programa de ReArmEuropa, que pretende movilizar 800.000 millones de euros para aumentar el gasto militar, de los que 650.000 deberían ser invertidos por los Estados incrementando su gasto en defensa.  Poco más tarde declaró que Europa estaría preparada para la guerra en 2030, siendo el colofón de este discurso la petición de una de sus  comisarias de que la ciudadanía europea estuviera preparada con un “kit de supervivencia” como estrategia de supervivencia ante el riesgo de guerras. 

En seguimiento de ese programa distintos gobiernos europeos están anunciando incrementos de sus gastos en defensa, algunos desorbitantes. Y en días recientes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se ha manifestado en contra de hablar de rearme, ha anunciado un plan de 10.471 millones para seguridad a fin de cumplir en 2025 “el objetivo del 2% del PIB en gasto en defensa”.

No cabe obviar que las tensiones en la relación transatlántica con Trump con abandono de Europa por parte de Estados Unidos, la agresión de Putin a un estado soberano como es Ucrania, el genocidio de Gaza sin respuesta de la UE, el entendimiento entre ambos autócratas para el reparto de Ucrania y de zonas de influencia y el auge de movimientos ultranacionalistas en Europa suponen un grave desafío para los europeos. Tampoco cabe ignorar que en algunos países del Este de Europa hay un sentimiento más o menos  extendido de riesgo y amenaza ante una posible invasión por parte de Putin, que ha llevado a sociedades otrora partidarias de la neutralidad a entrar en la OTAN como vía de garantizarse frente al riesgo de agresión. 

Pero la propuesta de rearme de Von der Leyen no va a resolver ese riesgo, más bien en algunos aspectos va a generar otros riesgos, suscitando al menos tres objeciones de fondo.

La primera es que estamos ante la militarización del discurso público, que está pretendiendo introducir de nuevo en las sociedades europeas la idea de la inevitabilidad de la guerra, o más bien que para evitar la guerra los Estados tienen que armarse, el si vis pacem para bellum, un discurso en el que el eje central no es hablar de paz, sino de guerra, de prepararse para la guerra, de disuasión frente a las amenazas.  Quedan relegados los valores de paz, democracia y derechos humanos en los que se fundamenta la propia UE, que se creó para la paz tras dos guerras mundiales y millones de muertos en su territorio, con el objetivo de que tal horror no se volviera a repetir.  

La militarización de las conciencias mediante el miedo y la inseguridad va en contra del fomento de la cultura de paz, en la que son elementos centrales la diplomacia, la resolución pacífica de los conflictos, la construcción de relaciones basadas en la cooperación, la confianza entre individuos, comunidades y naciones y el multilateralismo, con el fortalecimiento de las organizaciones internacionales. 

La segunda objeción deriva de que lo que se propone es rearmar a los Estados, incrementar el gasto militar de cada país, en un proceso de renacionalización militarista, pero no de fortalecimiento de la UE.  Parece haber un consenso en que si Europa ha dejado de estar bajo el paraguas de Estados Unidos y ha de garantizar su independencia de éste último -según expresión de Merz, próximo canciller alemán-, la UE ha de avanzar en su autonomía estratégica, en su fortalecimiento en este caso en seguridad y defensa. Pero el plan de Von der Leyer no va por ahí, sino por el rearme de las naciones, cuyos riesgos ya señaló Habermas en un reciente artículo en El País, singularmente en relación con Alemania. Recordemos que ésta ha anunciado un plan extraordinario de inversión en defensa de cien mil millones de euros.

Múltiples analistas están señalando cómo esa vía no conduce a la autonomía de la UE, sino al fortalecimiento de los Estados y de sus nacionalismos. Profundizar en la autonomía estratégica implica dar un paso adelante en la integración europea, en su autonomía política, en dotarse de un poder político europeo que pueda adoptar decisiones también en el campo de la seguridad y defensa, un avance sustancial en la Europa de la defensa en lo que bien podría llamarse federalismo militar. Significa coordinar o incluso unificar fuerzas de los veintisiete, o de los países que lo quieran, con estado mayor, estructuras militares y logística únicas, además de romper la dependencia tecnológica de Estados Unidos con una industria militar europea. 

Pero esto exige una modificación de los tratados para posibilitar una mayor cesión de soberanía a la UE, o de no haber unanimidad por una ultraderecha que no cree en Europa, un nuevo tratado paralelo que se vinculara con la UE.  

Una opción de esta naturaleza no tendría por qué conllevar un mayor gasto en defensa de cada país, sino a lo sumo un presupuesto común de la propia UE a través de mutualización de deuda para una fuerza militar europea de carácter disuasorio. Pero su única justificación está, como señala Habermas en su 'Llamamiento a Europa', en “que se dé un paso adelante en la integración europea”. Caso contrario, no avanzaremos en fortalecer la UE, sino los Estados, que tenderán a actuar en función de criterios nacionales y que conllevará recortes sociales. En España el presidente del Gobierno ha presentado su plan de seguridad –no sólo de defensa militar– con el compromiso de que no implicará recortes sociales ni aumento de impuestos, pero en otros países europeos ya se vienen anunciando recortes en gasto social y cooperación, como en Reino Unido, Alemania, Suecia y Finlandia.

Hay una tercera objeción que oponer a la propuesta de rearme de la Comisión Europea: que con la disuasión no se construye un futuro de paz. Se habla de guerra para evitarla mediante la disuasión militar, pero no de paz para construirla. Hace cuarenta años vivíamos una época de confrontación entre dos bloques militares y occidente optó por la disuasión a través de la OTAN. En ese contexto Olof Palme desarrolló su doctrina de la seguridad colectiva o seguridad compartida en un discurso pronunciado en la Conferencia de Estocolmo de enero de 1984 bajo el título de “Romper con el concepto de disuasión”.

Señalaba Palme que “se podrá argüir que la disuasión ha desempeñado su papel en el mantenimiento de la paz en nuestro continente”, pero también que “no puede constituir una base duradera para la paz, la estabilidad y la equidad de la comunidad internacional”. Por el contrario, defendía la seguridad compartida, “un intento de formular esta aspiración de seguridad de una forma diferente y más duradera que toma en cuenta las legítimas exigencias de seguridad de cada nación”, reduciendo de forma gradual y eventualmente suprimiendo la amenaza mutua y deteniendo la carrera armamentista mediante la confianza mutua, también con medios no militares, en los planos político, económico, social y psicológico.

¿Qué hacer como pacifistas? El movimiento pacifista cree que hay alternativas para avanzar hacia la paz que no son la escalada militarista. Nunca ha sido proclive a la disuasión y la amenaza militar, que incrementa la tensión entre bloques o entre países, sino a favor de la distensión, de la seguridad compartida para toda Europa incluyendo a Rusia, seguridad desde el Atlántico hasta los Urales, también para Ucrania, aunque ésta lógicamente fuera de la OTAN. 

Es necesario reconstruir el movimiento pacifista europeo, lo que en su momento fue la END, bajo los objetivos señalados: autonomía estratégica de la UE, federalismo militar europeo frente al rearme nacional, política de solidaridad compartida frente a disuasión, primacía de la  diplomacia y la construcción de relaciones basadas en el multilateralismo, la cooperación y la confianza entre los Estados potenciando la OSCE, y educación para la paz como instrumento fundamental en nuestras sociedades.

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