¿Por qué Sant Jordi es el patrón de Catalunya y San Jorge el de Aragón si realmente es turco?
Defensor contra el mal - La leyenda hunde sus raíces en Capadocia, donde nació un soldado romano que desafió al emperador Diocleciano, fue ejecutado por su fe cristiana y más tarde convertido en mártir venerado por Oriente y Occidente Cada 23 de abril, Catalunya y Aragón se visten de gala por un personaje que, paradójicamente, jamás puso un pie en la península. El patrón que comparten ambas regiones nació en lo que hoy es Turquía, se hizo famoso en el norte de África, fue enterrado en Israel y tiene reliquias repartidas desde Valencia hasta Estocolmo. Su influencia abarca tanto que lo mismo se le invoca para vencer dragones que para ganar batallas medievales. Lo curioso es que todo esto se sostiene sobre una figura envuelta en leyenda, cuyo origen real es mucho más mundano de lo que parece. Así empezó la leyenda La imagen del caballero perfecto se moldeó en Capadocia, una región del Imperio Romano oriental. Allí nació Jorge a finales del siglo III, hijo de un oficial y de una madre cristiana. La devoción cristiana se le metió pronto en los huesos, aunque durante un tiempo obedeció a Roma como cualquier soldado. Acabó en Palestina, enrolado en el ejército de Diocleciano, justo cuando al emperador le dio por perseguir cristianos con especial saña. Jorge rompió filas, desafió al edicto imperial y confesó su fe públicamente. Le costó la vida. Fue torturado, decapitado y enterrado en Lod, una ciudad que hoy se encuentra entre Jerusalén y Tel Aviv. Su historia, sin embargo, no acabó allí. Al contrario, apenas estaba empezando. Jorge fue martirizado tras comunicar que era cristiano En los siglos posteriores, el relato de su martirio se amplificó, adornado con prodigios, gestas y una dosis generosa de fantasía. Uno de los textos más antiguos que lo mencionan es un epígrafe del año 368 hallado en Eraclea de Betania, donde se habla de la “casa o iglesia de Jorge y sus compañeros, santos y mártires triunfadores”. Más adelante, el papa Gelasio I lo canonizó en el año 494, y desde entonces la figura de San Jorge empezó a viajar como pasajero ilustre de la devoción popular, dejando huella en Oriente y Occidente. La batalla que convirtió a Jorge en héroe de Aragón Según se cuenta, en el año 1096, durante la Batalla de Alcoraz, San Jorge se apareció como un guerrero más para ayudar al ejército de Pedro I de Aragón en la lucha por conquistar Huesca, que entonces seguía bajo dominio musulmán. Era una plaza clave dentro de la ofensiva cristiana hacia el sur, y la batalla se estaba complicando más de lo previsto. El enfrentamiento fue parte del contexto más amplio de la Reconquista, cuando distintos reinos peninsulares trataban de ampliar sus fronteras a costa de los territorios andalusíes. Las tropas aragonesas, numéricamente inferiores, resistían con dificultad el empuje enemigo, hasta que, según relatan las crónicas medievales, una intervención sobrenatural cambió el rumbo de la batalla. Fue entonces cuando, según los textos transmitidos oralmente durante generaciones y recogidos siglos después por algunos historiadores locales, “el santo apareció a lomos de su caballo blanco y espada en mano”, como si de un cruzado celestial se tratara. Aquella visión, que habría infundido coraje en las filas aragonesas y sembrado el desconcierto en las del adversario, se interpretó como un gesto divino en favor de los cristianos. Tras la victoria, atribuida directamente a esa intervención milagrosa, San Jorge fue proclamado patrón del Reino de Aragón Dragones, princesas y una rosa en Montblanc En Catalunya, la historia tomó un rumbo diferente. En tierras catalanas lo adoptaron como protector durante el siglo XV, cuando su imagen ya estaba bien consolidada en toda Europa gracias a su popularidad entre los cruzados. La versión catalana de la leyenda sitúa el enfrentamiento con el dragón en Montblanc, provincia de Tarragona.

Defensor contra el mal - La leyenda hunde sus raíces en Capadocia, donde nació un soldado romano que desafió al emperador Diocleciano, fue ejecutado por su fe cristiana y más tarde convertido en mártir venerado por Oriente y Occidente
Cada 23 de abril, Catalunya y Aragón se visten de gala por un personaje que, paradójicamente, jamás puso un pie en la península. El patrón que comparten ambas regiones nació en lo que hoy es Turquía, se hizo famoso en el norte de África, fue enterrado en Israel y tiene reliquias repartidas desde Valencia hasta Estocolmo.
Su influencia abarca tanto que lo mismo se le invoca para vencer dragones que para ganar batallas medievales. Lo curioso es que todo esto se sostiene sobre una figura envuelta en leyenda, cuyo origen real es mucho más mundano de lo que parece.
Así empezó la leyenda
La imagen del caballero perfecto se moldeó en Capadocia, una región del Imperio Romano oriental. Allí nació Jorge a finales del siglo III, hijo de un oficial y de una madre cristiana. La devoción cristiana se le metió pronto en los huesos, aunque durante un tiempo obedeció a Roma como cualquier soldado. Acabó en Palestina, enrolado en el ejército de Diocleciano, justo cuando al emperador le dio por perseguir cristianos con especial saña.
Jorge rompió filas, desafió al edicto imperial y confesó su fe públicamente. Le costó la vida. Fue torturado, decapitado y enterrado en Lod, una ciudad que hoy se encuentra entre Jerusalén y Tel Aviv. Su historia, sin embargo, no acabó allí. Al contrario, apenas estaba empezando.
En los siglos posteriores, el relato de su martirio se amplificó, adornado con prodigios, gestas y una dosis generosa de fantasía. Uno de los textos más antiguos que lo mencionan es un epígrafe del año 368 hallado en Eraclea de Betania, donde se habla de la “casa o iglesia de Jorge y sus compañeros, santos y mártires triunfadores”. Más adelante, el papa Gelasio I lo canonizó en el año 494, y desde entonces la figura de San Jorge empezó a viajar como pasajero ilustre de la devoción popular, dejando huella en Oriente y Occidente.
La batalla que convirtió a Jorge en héroe de Aragón
Según se cuenta, en el año 1096, durante la Batalla de Alcoraz, San Jorge se apareció como un guerrero más para ayudar al ejército de Pedro I de Aragón en la lucha por conquistar Huesca, que entonces seguía bajo dominio musulmán. Era una plaza clave dentro de la ofensiva cristiana hacia el sur, y la batalla se estaba complicando más de lo previsto.
El enfrentamiento fue parte del contexto más amplio de la Reconquista, cuando distintos reinos peninsulares trataban de ampliar sus fronteras a costa de los territorios andalusíes. Las tropas aragonesas, numéricamente inferiores, resistían con dificultad el empuje enemigo, hasta que, según relatan las crónicas medievales, una intervención sobrenatural cambió el rumbo de la batalla.
Fue entonces cuando, según los textos transmitidos oralmente durante generaciones y recogidos siglos después por algunos historiadores locales, “el santo apareció a lomos de su caballo blanco y espada en mano”, como si de un cruzado celestial se tratara. Aquella visión, que habría infundido coraje en las filas aragonesas y sembrado el desconcierto en las del adversario, se interpretó como un gesto divino en favor de los cristianos. Tras la victoria, atribuida directamente a esa intervención milagrosa, San Jorge fue proclamado patrón del Reino de Aragón
Dragones, princesas y una rosa en Montblanc
En Catalunya, la historia tomó un rumbo diferente. En tierras catalanas lo adoptaron como protector durante el siglo XV, cuando su imagen ya estaba bien consolidada en toda Europa gracias a su popularidad entre los cruzados. La versión catalana de la leyenda sitúa el enfrentamiento con el dragón en Montblanc, provincia de Tarragona.
La princesa en apuros se llamaba Cleodolinda, y fue salvada por un caballero que no solo mató al monstruo, sino que, según cuenta la tradición, “tras clavarle la lanza brotó un rosal del que Jordi arrancó una flor para regalársela a la joven”. De ahí la rosa. Del dragón vencido. Del caballero triunfante. Del gesto romántico.
El libro se incorporó siglos más tarde para coincidir con la muerte de Shakespeare y Cervantes, también un 23 de abril, y de paso equilibrar el regalo. Desde entonces, cada año ese día se celebra Sant Jordi en Catalunya con literatura y flores, mientras en Aragón se honra a su patrón como protector y guerrero.
Un caballero eterno que sigue celebrándose
Aunque su existencia histórica sea difusa, su iconografía es de las más potentes del cristianismo. La cruz roja sobre fondo blanco, visible en banderas como la de Inglaterra o Georgia, proviene de su representación como caballero. A lo largo de los siglos ha sido venerado por católicos, ortodoxos y musulmanes, estos últimos con el apelativo de profeta. En cada cultura fue adoptado a su manera, siempre como símbolo de resistencia frente al mal —ya fuera dragón o ejército enemigo—.
Puede que la historia se sostenga en un puñado de leyendas, pero su vigencia es real. En Barcelona, las calles se llenan de puestos, libros y flores. En Zaragoza, se conmemora su hazaña militar con actos oficiales. Y mientras tanto, el soldado nacido en Capadocia, que murió hace más de 1.700 años, sigue cabalgando entre mitos, devociones y celebraciones. Tan universal como enigmático, San Jorge o Sant Jordi, según el territorio, sigue marcando el calendario con su lanza, su dragón y su rosa.